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Animales que “ven” el calor

En los días de invierno, cuando nos encontramos en una habitación caliente y fuera hace frío, si acercamos el dorso de la mano a la ventana sentiremos que se enfría. Bien pensado, se trata de algo sorprendente, puesto que el aire que hay entre la mano y la ventana, que es el de la habitación, está caliente. Por eso no se enfría antes la mano; sólo lo hace al acercarla a la ventana. Por lo tanto, la mano no se enfría porque haya perdido calor por conducción o por convección; perder calor de esa forma en una medida significativa sólo hubiera sido posible si el aire hubiera estado bastante más frío que el dorso de la mano. Lo que ocurre es otra cosa: el calor se pierde por radiación.

La radiación es un fenómeno físico, un fenómeno que tiene lugar entre dos objetos que no se encuentran en contacto. Cuando hay una diferencia de temperatura entre esos dos objetos, se produce una radiación electromagnética del cuerpo más caliente al cuerpo más frío. En este caso entre el dorso de la mano y la ventana. Es una radiación infrarroja; esto es, una radiación cuya longitud de onda es más larga que la que corresponde al color rojo o, lo que es lo mismo, de menor frecuencia que la del rojo.

Los seres humanos no vemos radiaciones en esa zona del espectro electromagnético. Sí detectamos la transferencia de calor, pero somos incapaces de “ver”, -como vemos la luz-, la radiación que nos envían los objetos que están más calientes que nosotros.

Sin embargo, hay animales que sí “reciben” la radiación infrarroja de un modo similar a como recibimos las ondas cuya frecuencia corresponde a la zona visible del espectro. Son las serpientes de cascabel de los géneros Crotalus y Sistrurus. Parece ser que el calor guía a la serpiente de cascabel cuando ataca a una presa. Sus únicas presas son animales homeotermos, de sangre caliente precisamente, y han de estar vivas. De hecho no suele atrapar animales muertos; sólo lo hace si están más calientes que el entorno, y lo puede hacer hasta con los ojos cerrados.

Esa facultad receptora parece deberse a los denominados “orificios faciales”. Esos orificios se encuentran a ambos lados de la zona anterior de la cabeza, entre el orificio nasal y el ojo. La razón por la que se atribuye a esos orificios ese papel receptor es que los nervios que los conectan con el cerebro sólo presentan actividad eléctrica en respuesta a estímulos térmicos. Ni el sonido, ni otro tipo de vibraciones o estímulos lumínicos provocan respuestas nerviosas; sólo las provocan los objetos más calientes que el entorno que se colocan frente a la serpiente.

Al ser tan especial, existen dudas acerca de la verdera efectividad de ese sistema receptor de información térmica, pero tiene gran interés lo que indica acerca de la capacidad de los animales para adaptarse al entorno. Las serpientes que exhiben esta capacidad habitan en Centroamérica y son muy comunes en zonas desérticas. En esas zonas hace calor de día, pero baja mucho la temperatura en la noche, por lo que los ratones y otros pequeños mamíferos de hábitos nocturnos, al ser homeotermos, están mucho más calientes que el entorno en el que se encuentran. ¿Puede concebirse acaso mejor dispositivo que ese para cazar bajo esas condiciones?

Por Juan Ignacio Pérez

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