En la entrada en la que hablé del sudor de los remeros de las trirremes me referí también al papel que juegan las superficies respiratorias en la regulación térmica de los perros. Los canes carecen de glándulas sudoríparas y no sudan. Pero eso no quiere decir que no recurran a la evaporación como vía para perder calor. Lo que ocurre es que jadean cuando tienen que perder calor y la corriente de aire que provoca el jadeo facilita la evaporación del líquido superficial que impregna las superficies respiratorias. Merece la pena detenerse en algunos aspectos de este fenómeno.
El primer aspecto que merece la pena comentar se refiere, precisamente, al jadeo. Cuando jadea uno de nosotros es porque necesita tomar con urgencia oxígeno y eliminar dióxido de carbono y suele producirse como consecuencia de un sobreesfuerzo. Pero los perros no jadean para respirar. Al jadear toman aire por la nariz y lo expulsan por la boca; nosotros, cuando jadeamos, tomamos el aire por la boca y lo volvemos a expulsar por
El segundo aspecto reseñable del movimiento que provoca el jadeo es su frecuencia. El movimiento es rápido, o mejor dicho, rapidísimo. De hecho, si ese movimiento fuese provocado por las contracciones repetidas de los músculos de la caja respiratoria, esa actividad muscular sería tan intensa que produciría más calor que el que se consigue disipar evaporando el líquido superficial de las superficies respiratorias. Y sin embargo, como es lógico, no es así. Lo que ocurre es que los músculos intercostales cuya contracción provoca la actividad de jadeo sólo se contraen activamente al inicio de la secuencia; a partir de ese momento la cavidad torácica se contrae y se expande rítmicamente sin que apenas sea necesario trabajo muscular adicional. Y eso, por sorprendente que parezca, ocurre porque la frecuencia de jadeo es la frecuencia de resonancia de la cavidad torácica. Debido a ello, los perros, como muchos otros animales sólo jadean con una frecuencia determinada, la de resonancia de su caja torácica. Cualquier otra exigiría un trabajo muscular demasiado alto y produciría, por ello, excesivo calor.
Veamos un situación posible. Tras una carrera, por ejemplo, para mantener constante su temperatura corporal, un perro debe disipar el calor que ha producido su musculatura esquelética. Bajo esas condiciones jadeará a una frecuencia aproximadamente constante de entre 300 y 400 movimientos por minuto. Conforme vaya disipando el exceso de calor acumulado, su necesidad termorregulatoria disminuye. Pues bien, no irá reduciendo su frecuencia de jadeo progresivamente, sino que empezará a intercalar periodos de respiraciones cuyos movimientos se producen con una frecuencia muy inferior, de entre 30 y 40 movimientos por minuto. Cualquiera que observe jadear a un perro se percatará de ello. Así pues, no hay reducción progresiva de la frecuencia, sino cambios abruptos, de manera que conforme va teniendo menos necesidad de disipar calor los periodos de respiración con menor frecuencia van siendo cada vez más prolongados. El movimiento de menor frecuencia es eminentemente respiratorio, mientras que el de mayor frecuencia, sin dejar de ser también respiratorio, es ante todo termorregulatorio.
Y el tercer aspecto a comentar se refiere al origen del agua que se evapora en las superficies respiratorias. En los seres humanos, es el sudor el líquido que se evapora en la piel y como sabemos, proviene de las glándulas sudoríparas. En el caso de los perros, sin embargo, el líquido proviene de una glándula nasal. Se tiene conocimiento de la existencia de esa glándula desde el siglo XVII, pero antes se pensaba que su función era la de mantener húmeda
Un amigo y compañero del departamento me contó en su día, hablando de la entrada titulada “Inteligencia femenina, nalgas y caderas”, que según un refrán vasco, las dos cosas más frías del mundo son la nariz de los perros y el trasero de las mujeres (Munduko bi gauza hotzenak dira txakurraren sudurra eta emakumeen ipurdia). En esta historia he contado a qué se debe la frialdad de la nariz canina.