Bajo tierra (II) | Animaladas - Blog elcorreo.com >

Blogs

juanignacio

Animaladas

Bajo tierra (II)

Puestos a retomar asuntos tratados hace poco tiempo, sigo en esta entrada hablando de los animales que viven bajo tierra. Como expliqué en una entrada anterior, en las huras y cavidades en que viven algunas especies de roedores hay muy poco oxígeno, porque el aire se renueva muy lentamente y además los roedores, por su tamaño y nivel de actividad, tienen tasas metabólicas bastante altas. Es por eso que, comparados con los demás roedores, estos tienen más hemoglobina en la sangre y esa hemoglobina tiene más afinidad por el oxígeno.

Pues bien, el de la falta de oxígeno no es el único problema que deben afrontar estos animales; además la atmósfera en la que pasan la mayor parte del tiempo tiene una alta concentración de CO2, -de hasta un 6% incluso-, y eso es un problema, distinto del anterior, pero un problema. La razón de ello tiene que ver con cómo funciona un mecanismo respiratorio básico. Empezaré por explicar, brevemente, ese mecanismo.

Todo el mundo sabe que los movimientos respiratorios son automáticos. Esto es, aunque se puede modificar a voluntad la frecuencia respiratoria en alguna medida, no se puede dejar de respirar, ni tampoco hacerlo lentamente si el cuerpo necesita que se haga rápidamente. Pues bien, una de las señales que hacen que un mamífero (aunque no estoy seguro, supongo que esto es aplicable a muchos otros vertebrados) respire más rápidamente es la concentración de CO2 en la sangre. Cuando ésta sube, la elevación es detectada por sensores (quimiorreceptores) internos que desencadenan una respuesta consistente en un aumento de la frecuencia respiratoria y la frecuencia cardíaca. Es lógico, un subida de la concentración de CO2 en la sangre, aparte de provocar una peligrosa acidificación de la misma, es señal de que el organismo está catabolizando rápidamente sustratos carbonados y por lo tanto, de que se necesita incorporar más oxígeno y eliminar los productos resultantes de tal actividad. Y para ello, la respuesta lógica es ventilar más los pulmones y bombear más sangre.

Pero, ¿qué ocurre si la atmósfera en la que se respira tiene demasiado CO2? Pues ocurre que el paso de CO2 de la sangre a la cavidad pulmonar se obstaculiza, porque la transferencia pasiva de una sustancia de un compartimento a otro es proporcional a la diferencia de concentración entre los dos compartimentos; por ello, si hay mucho CO2 en la cavidad pulmonar, se transferirá más lentamente desde la sangre por esa razón y esto no hace sino iniciar un círculo vicioso muy peligroso, porque el latido cardíaco no dejaría de elevar su frecuencia.

Por todo lo anterior, los mamíferos que viven en este tipo de enclaves no son tan sensibles al CO2 sanguíneo como lo son el resto de mamíferos; esto es, una elevación en su concentración no da lugar a la misma respuesta cardíaca y respiratoria que ocurre en otros mamíferos. Y además, algunos de ellos han desarrollado vías alternativas a la respiratoria para expulsar el CO2: de hecho, en vez de eliminarlo en forma de gas lo excretan en forma de carbonatos o bicarbonatos de calcio y de manganeso.

Se trata de una adaptación verdaderamente notable, pues constituye una curiosa, -y yo diría que asombrosa-, excepción al normal funcionamiento respiratorio de los mamíferos.

Por Juan Ignacio Pérez

Sobre el autor


junio 2009
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
2930