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Zorros perrunos

Dimitry K. Belyaev fue un genetista ruso que no comulgaba con la doctrina genética de base lamarckiana, enunciada por Trofim Lysenko e impuesta por las autoridades comunistas, que dominó el panorama de las biociencias en la Unión Soviética durante las décadas centrales del pasado siglo. Por esa razón fue enviado a Siberia, a liderar la investigación en cría de animales peleteros. El experimento que empezó Belyaev en 1959, y que se prolongó durante 45 años (Belyaev murió en 1985 antes de finalizarlo), consistió en la obtención de una variedad domesticada de zorro plateado para su cría, con el fin de producir pieles de alto valor comercial. El experimento fue un éxito. Los zorros seleccionados por su mansedumbre no huyen de la gente, no la muerden y se comportan como si fuesen perros: gimotean, husmean y dan lametadas. Parecieran canes.

Pero además de esos rasgos de comportamiento perrunos, los zorros seleccionados por su docilidad se parecieron a los canes en rasgos de otra naturaleza: sus colas se rizaron, las orejas se volvieron flácidas, la piel se llenó de motas, las patas se acortaron, y los craneos se ensancharon. Estos caracteres anatómicos no habían sido buscados y, sin embargo, aparecieron como si se encontrasen íntimamente ligados al rasgo etológico buscado, la mansedumbre.

Casi todos los animales salvajes son más mansos de jóvenes que de adultos. Esto parece lógico. Cuando no son más que crías, los animales dependen de sus progenitores para muchas cosas y muy especialmente, para defenderse, por lo que no necesitan exhibir actitudes agresivas. Solo cuando son adultos disponen tanto de medios como de razones para defenderse. La pérdida de la mansedumbre, se produce en los zorros salvajes entre el segundo y el cuarto mes de vida, y viene mediada por una elevación del nivel de corticosteroides en la sangre. Los corticosteroides son hormonas asociadas al estrés. Se trata de un hecho predeterminado de forma genética. No tendría sentido que un animal esperase a desarrollar su comportamiento “salvaje” sólo hasta haber sufrido una experiencia desagradable con un depredador o un posible competidor agresivo. Lo lógico es que se encuentre preparado para cuando eso pueda pasar, pues de lo contrario, bien podría ocurrir que ya no tuviera ocasión de hacerlo nunca. Y esa es la razón por la que la emergencia del comportamiento agresivo está programada genéticamente.

La selección de individuos más mansos se basa en el hecho de que unos zorros y otros varían en lo relativo al momento en que se produce la elevación de los niveles hormonales, y en que esa variación es heredable. Así, lo que hacía el equipo de Belyaev era seleccionar los individuos en los que el cambio hormonal se producía más tarde, esto es, los que tenían un periodo infantil más prolongado. Pero como sabemos del funcionamiento de las hormonas, son varios los rasgos que se ven afectados por un mismo sistema endocrino. Así, en el caso que nos ocupa, el que se seleccionasen otros rasgos, además de la mansedumbre, evidentemente indica que las mismas señales hormonales que median la pérdida de la docilidad, median también los cambios anatómicos que se producen en el desarrollo de los zorros y, como veremos, de otros mamíferos. Esto es, si los corticosteroides son los responsables de la aparición del comportamiento “salvaje”, parece que también lo son de la pérdida de los otros caracteres infantiles o juveniles.

Lo curioso es que este fenómeno tiene carácter general. Todos los animales domésticos, incluídos gatos, perros, ganado, caballos, cerdos y cobayas tienden a compartir una serie de rasgos. De hecho, Darwin se había percatado de ello y, en el primer capítulo de “El origen de las especies”, llegó a escribir lo siguiente: “No puede citarse un animal doméstico que no tenga en algún país las orejas caidas…”. Entre los animales salvajes, la mayor parte de las crías tienen orejas caidas, mientras que entre los adultos, sólo el elefante las tiene. Este conjunto de observaciones indica que todos nuestros animales domésticos han adquirido la docilidad reteniendo caracteres juveniles, del mismo modo a como lo hicieron los zorros plateados en el experimento de Belyaev.

En este video se puede observar el comportamiento y algunos rasgos anatómicos de los zorros plateados del experimento de Belyaev:

Por Juan Ignacio Pérez

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