Todo lo que está sucediendo estos días con la gripe A me ha recordado un libro que leí hace un par de años: ‘Diario de un año de la peste’, de Daniel Defoe.
Por entonces no sabían que la causa de este morbo estaba en la bacteria ‘Yersinia pestis’, que se expande de la mano de las pulgas que pueblan la rata negra (Rattus rattus), la rata de campo actual. No por ello se quedaban de brazos cruzados y algunas de las medidas adoptadas recuerdan a las que se están tomando en México y en otros países.
La más espectacular era el cierre durante un mes de las casas afectadas. Para garantizar que los ocupantes no salieran, se situaban dos guardianes juntos a ellas. Ellos eran los encargados de llevarles comida o aquello que necesitaran. Con el fin de verificar que se tratara de peste, se pagaba a las llamadas ‘inquisidoras’ y a los cirujanos (este término no tiene nada que ver con lo que significa en la actualidad; eran poco más que sajadores), que obviamente corrían grandes riesgos. Estas casas eran señaladas con grandes cruces rojas que se colocaban en sus puertas y un letrero que decía: “Señor, ten piedad de nosotros”. Como es obvio, estas tareas no eran las más demandadas, de manera que se utilizaron a los muchos pobres que habitaban la ciudad.
Los espectáculos públicos (entre ellos, ¡las peleas de osos!) que aglutinaban grandes multitudes también se prohibieron; como también lo fueron las simples reuniones en las calles. Además, se ordenó matar a todos los perros y gatos para que no extendieran la enfermedad.
Llama la atención también que a la hora de comprar alimentos, nunca recibían la carne de la mano del carnicero, sino que la retiraban directamente de los ganchos en que colgaba. Por su parte, el carnicero no tomaba directamente las monedas con que le pagaban, sino que hacía que las introdujesen en un tarro lleno de vinagre para desinfectarlas.
Las medidas profilácticas no terminaban a la muerte de los infectados. Así, los múltiples cadáveres que generaba la epidemia se enterraban a una profundidad mínima de seis pies (algo más de un metro), y se prohibía a los familiares dar el último adiós a sus muertos por el evidente peligro que suponía.
Como se ve, poco hay de nuevo en las medidas que se han tomado estos días contra la gripe A. Si leéis este libro, seguro que lo disfrutaréis.