Las aguas bajan revueltas en el Partido Popular. Tan es así, que hasta el gran patriarca ha hecho oír su cavernosa voz: “¡que Esperanza se calle!”, ha bramado el dinosaurio gallego. La derrota más o menos honrosa en las pasadas elecciones no ha dejado nada claro: por un lado, sí, Rajoy perdió por segunda vez unas generales (ciertamente, el contexto de las primeras fue muy diferente al de estas últimas), lo que debería haberle desacreditado definitivamente como presidenciable; pero por otro, el PP incrementó sus votos, lo cual nos habla de su potencial como candidato. ¿Qué hacer? ¿Seguir la línea dura de los pasados cuatro años dictada por Acebes, Zaplana, El Mundo y la Cope; o abrazar el centrismo y una mayor moderación para alejarse del confrontamiento originado tras los atentados de Atocha?
A la vista de sus años en los gobiernos de Aznar, la verdadera cara de Rajoy parece acercarse más a la segunda opción. En aquellos años fue el “bombero” que sofocaba los fuegos que otros ministros encendían: Villalobos, Prestige o la propia Esperanza Aguirre en Educación y Cultura. Sin embargo, cuando todo parecía indicar la victoria de los populares en las elecciones de 2004, los atentados supusieron todo un terremoto político. La victoria de Zapatero y la lamentable actitud del gobierno popular llevaron a una espiral de ataques y contrataques de la que nada provechoso se ha obtenido. El propio Rajoy fue arrastrado por los “duros” del partido y su imagen no fue -parece- la real.
Mientras todo esto sucedía, Aguirre se hacía fuerte en Madrid rivalizando con Gallardón. Liberales de mano dura frente al centrismo del alcalde. La victoria, justo antes de las elecciones, para los primeros. La pregunta a plantear es la siguiente: ¿cómo es posible que Aguirre arrastre a tantos seguidores? A simple vista, no parece una mujer excesivamente brillante;sus votos, sin embargo, indican su habilidad política. ¿Qué sucede entonces? ¿Tenía razón Maquiavelo al decir que “muchos ven lo que pareces pero pocos tocan lo que eres”? Quizás sea así. Hay que reconocer que estos últimos días de “campaña” para el congreso de Valencia ha estado especialmente activa en la búsqueda de apoyos: declaraciones, asistencia a programas televisivos…, una buena estrategia. Sin embargo, no lo tiene fácil ante el apoyo que los barones regionales han dado a Rajoy. Oficialmente, no hay primarias en el PP; de hecho, están teniendo lugar estos días. ¿Serán la solución o sólo enturbirán aún más el ambiente? Dando por descontado que Gallardón se opondrá frontalmente a Aguirre (lo que por el momento supone estar del lado de Rajoy), ¿tendrá algo que decir Rodrigo Rato? Quo vadis, PP?