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Jon Garay

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Biología y psicología

Uno de los aspectos más atrayentes del periodismo es el conocimiento de la sociedad. Entre que uno debe estar al tanto de la actualidad y el deber de observar su derredor más cercano (supongo que lo que sucede a nivel global puede estar sucediendo igualmente -a escala- a nivel local), al final es posible elaborar una sociología del mundo en el que vive. Eso sí, me resulta realmente difícil abarcar todos los aspectos del mismo; es como un enorme sistema en el que todos los elementos están entrelazados y hay que ir descubriendo las interconexiones.

Respecto a la sociedad actual, el aspecto que más me llama la atención es la buscada confusión entre biología y psicología, es decir, entre las necesidades y las apetencias. Por necesidad entiendo aquello sin lo cual uno no podría subsistir: cierta cantidad de comida, abrigo, autoestima y relaciones sociales (véase el interesante libro de José Antonio Marina, “Las arquitecturas del deseo”); por apetencias, aquellos pseudonecesidades que cabalgan sobre las anteriores: aderezos, moda, caprichos, don de gentes… ¡Ojo!, que la distinción no es baladí.

Realmente hemos perdido la perspectiva de lo que realmente necesitamos y hoy nos parece que no disponer de un simple teléfono móvil o repetir en nuestro atuendo dos días es algo terrible. Es el secreto mismo de la sociedad consumista (el consumo haría más bien alusión a la satisfacción de las simples necesidades ya que la división del trabajo nos hace depender de los demás. En otras palabras, nadie salvo los panaderos elabora pan, luego para comer pan -alimento supongamos que necesario- tenemos que comprarlo, esto es, consumir): crear continuamente necesidades en el individuo. Y digo que es peligroso porque el que tiene una necesidad tiene un vacío, siente que le falta algo, lo cual crea frustración. Y la frustración crea ansiedad, que lleva a ciertos desórdenes mentales y al fenómeno de los psicólogos.

¿A dónde nos lleva todo ello? Entre otros lugares, a una sociedad “blanda”, débil, quejicosa. Toda dificultad nos parece un mundo, todo dolor nos resulta insoportable, toda tristeza se convierte en depresión. Y la depresión, sociedad mía, es mucho más que la simple tristeza por volver al trabajo después de las vacaciones o el malestar por una mala jornada de trabajo. Y las necesidades, las verdaderas necesidades (esto es una redundancia) nada tienen que ver con lo que creemos que son necesidades. Distingamos, pues, entre biología y psicología. Esta nuestra sociedad enclenque lo agradecería.

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