¿Os habéis parado a pensar alguna vez lo increíblemente simple que es comer en un McDonald´s? Uno pide la comida, en poco más de un minuto la tiene preparada, se la lleva a su mesa, come sin necesidad de cubiertos (hasta la irrupción de las ensaladas, claro) y en un cuarto de hora uno se levanta, recoge la bandeja, tira los escasos restos a la basura y se marcha. Rápido, barato y fácil. Perfecto para quien tenga prisa. Perfecto para quien no disponga más que de unos minutos para comer. Ahora bien, ¿nos damos cuenta de la cantidad de trabajo que hacemos para McDonald´s sin darnos cuenta y de forma totalmente gratuita? Bien pensado, en cualquier restaurante uno paga, entre otras cosas, para que le lleven la comida, le presten atención y le ofrezcan viandas mínimamente elaboradas. También puede uno alargar la sobremesa lo que le apetezca y a nadie se le ocurre que tenga que recoger los restos tras terminar de comer. Pues bueno, en McDonald´s han conseguido lo imposible: que el cliente les haga el trabajo. Y gratis.
Este fenómeno llamó hace unos años la atención de George Ritzer, un sociólogo norteamericano que en 1993 publicó ‘La McDonalización de la sociedad. Un análisis de la racionalización en la vida cotidiana’. En este ensayo, Ritzer ponía el modelo de McDonald´s como el colmo de la racionalización moderna (un apunte para los interesados por la sociología: el propio autor reconoce su deuda con Max Weber, que allá a comienzos del siglo XX había detectado esta tendencia en el aparato burocrático del Estado). La idea es simplificar y estandarizar hasta tal punto todas las actividades que cualquiera pudiera realizarlas. La eficacia como conducta en todos los aspectos de la vida.
‘Hágalo usted mismo’
El punto a tratar aquí es que el grado de eficacia logrado ha sido tal, que son los propios clientes quienes hacen el trabajo que en principio correspondería a los productores. ‘Hágalo usted mismo’, dicen. Los consumidores se convierten así en ‘prosumidores’ (el término lo acuñó el escritor estadounidense Alvin Toffer y es una mezcla de productor y consumidor). Los restaurantes de comida rápida son sólo uno de los muchos ejemplos que podrían ponerse. En las gasolineras, es el propio conductor quien tiene que llenar el depósito y acercarse a la tienda de la estación de servicio para pagar; en los supermercados, es uno mismo quien tiene que elegir, pesar y etiquetar su propia fruta; en los servicios de atención al cliente, las centralitas informatizadas le obligan a uno a marcar un sinfín de números hasta dar con una persona de carne y hueso, y en los cajeros automáticos, el banco se ahorra todo el trabajo gracias a la tecnología. No sólo eso; además cobra una comisión por no hacer el trabajo que normalmente hacen en sus oficinas.
Evidentemente este proceso tiene sus ventajas, como es la posibilidad que uno tiene de autoservicio sin depender de ningún empleado más o menos competente; pero el hecho es que esas empresas han ahorrado costes a base de poner a los clientes a trabajar.
¿Y qué tiene todo esto que ver con los blogs? Pues que en estos es también el cliente el que hace las veces de productor. Y casi siempre de forma gratuita. La Web 2.0 tiene como una de sus rasgos esenciales la participación del usuario, ya sea escribiendo en un blog, subiendo fotos a flickr o vídeos a Youtube, colaborando con la Wikipedia o creando un perfil en Facebook (y si se tienen conocimientos de informática, participando en proyectos de código abierto como Linux, Firefox, Gimp, Open Office o los servidores Apache). Y los beneficios económicos se los llevan el Jim Wales o Mark Zuckerberg de turno.
Evidentemente, no es lo mismo el ‘prosumidor de McDonald´s’, que, a lo sumo, gana comodidad para sí mismo, que el ‘prosumidor de la Web 2.0’, que crea contenidos que pueden llegar a ser muy útiles y generar riqueza. El ‘hágalo usted mismo’ implícito en los McDonald´s y gasolineras ha evolucionado hasta convertirse en comunidades de conocimiento del que se aprovechan las industrias más importantes. IBM, harta de derrochar millones de dólares, abandonó el desarrollo de sus propios servidores ante la evidencia de que los apache, de código abierto, eran mejores que los suyos. Firefox se ha convertido en el rival más importante para Microsoft en el mercado de los navegadores. Interesantes también son las ‘ideágoras’, una especie de mercados públicos de ideas donde empresas tan importantes como ‘Procter & Gamble’, ‘Boeing’, ‘Du Pont’ o ‘Novartis’ encuentran la inspiración a la que no llegan sus enormes equipos de Investigación y Desarrollo. El mundo, piensan, está lleno de personas inteligentes, de ‘prosumidores’ con ideas brillantes. ¿Por qué no acudir a ellas? ¿Será cierto que los ‘prosumidores’ son los nuevos protagonistas de la economía?