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Jon Garay

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El pasado guerrillero del patrón de Ferrari

Los aficionados a la Fórmula 1 seguro que conocéis a Luca Cordero di Montezemolo. Es esa figura con aspecto de dandy que preside Ferrari. Pues bien, al margen de liderar la Scuderia, ha sido presidente de la patronal italiana, hombre de confianza de la familia Agnelli -los dueños de la Fiat, la Juventus y de media Italia- y organizador del Mundial del 90. En definitiva, un peso pesado en el mundo de los negocios. Una fortuna de unos 400 millones de dólares dan fe de ello.

El caso es que su familia tiene una interesante historia detrás. Integrante de la aristocracia piamontesa, sus antecesores sirvieron durante generaciones a la casa real de Saboya. Su padre y su abuelo fueron generales en el ejército italiano, y uno de sus tíos, el almirante Giorgio Cordero dei Marchesi di Montezemolo, fue comandante de la Armada italiana durante la II Guerra Mundial. Sin embargo, la carrera más singular fue la protagonizada por otro de sus tíos, el coronel Giuseppe Cordero Lanza di Montezemolo.

Miembro también del ejército italiano y partícipe en la Guerra Civil española, fue la mano derecha del mariscal Badoglio en el tiempo que éste sustituyó al depuesto Mussolinni en 1943. El mariscal de campo Albrecht Kesselring, al mando de las operaciones alemanas en este frente, recuerda así al coronel en sus memorias: “Andando el tiempo, vería al coronel conde de Montezemolo, que actuaba como adjunto de Badoglio, convertido en jefe de la guerrilla antialemana” (editorial Tempus, 2009, pág. 245). Sorprendente: de ser parte activa del fascismo, se convirtió en líder del movimiento guerrillero que tanto incomodó a los nazis.

Esta incomodad hizo que el citado Kesselring dictara en junio de 1944 una orden para responder a la guerrilla de la manera más contundente posible: “La lucha contra los partisanos ha de llevarse a cabo con la mayor severidad y todos los medios a nuestra disposición. Respaldaré a cualquier comandante que rebase nuestra habitual contención a la hora de elegir la severidad de los métodos para combatir a los partisanos”. Llevado a la práctica, esto significó que allí donde se detectara una importante actividad guerrillera, se detendría a una parte de la población masculina, que sería fusilada en caso de detectarse casos de violencia. Además, si en algún pueblo se disparaba a sus tropas, sería inmediato pasto de las llamas y los autores de los disparos serían ahorcados públicamente.

Esto es precisamente lo que sucedió el 24 de marzo de 1944 en las Fosas Ardeatinas, en las cercanías de Roma, donde 335 italianos fueron fusilados como represalia a la bomba que un día antes había matado a 28 policías. Entre los ajusticiados estaba Giuseppe, al que Kesserling consideró el instigador de la guerra de guerrillas contra los alemanes. Esta represalia le supuso al mariscal la pena de muerte por crímenes de guerra en 1946, una pena que le fue conmutada por la cadena perpetua y finalmente por la libertad, en 1952, debido a su delicado estado de salud. Lo más llamativo del caso es que el mandamás alemán aseguró en sus memorias que ya esperaba la sentencia de muerte “no porque no creyera que había actuado legítimamente (según él, la responsabilidad era de las SS), sino porque dudaba del sentido de la justicia del mundo” (pág. 434)(¡!). Ver para creer.

Ésta es la historia que une al patrón de Ferrari con la guerrilla anti-nazi. Por cierto, su primo, Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, fue nombrado cardenal en 2006. Es hijo del fusilado Giussepe.

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