Maquiavelo escribió en esa maravilla de la teoría política que es “El Príncipe” que a los dirigentes se les puede conocer por la cohorte de ayudantes que pululan a su alrededor. Y es que parecen existir al respecto dos tendencias bien diferenciadas: una, la de los que se rodean de los mejores, como hizo Luis XIV con Colbert o Kennedy con Galbraith, y otra, más extendida, la de aquellos que se rodean de adláteres para evitar ser eclipsados. (Una tercera opción es la de que el líder sea el incompetente y sus ayudantes los genios, como sucedió con Bush junior. Reconozcámoslo: hay que ser realmente brillante para lograr que ese hombre ganase dos elecciones presidenciales). Esta cita viene en relación a la pretoriana defensa que el PSOE ha hecho este fin de semana de la figura de Zapatero.
Los últimos días están siendo verdaderamente duros para el presidente del Gobierno. Sus vaivenes con el asunto de los impuestos y, más en general, su gestión de la crisis, le está costando un enorme desgaste. La foto de Solbes abandonando el Congreso y evitando con ello votar la reforma fiscal del presidente fue todo un síntoma de su aireada soledad. El artículo de Juan Carlos Rodríguez Ibarra criticando el seguidismo de sus ayudantes no ha hecho más que ahondar en esta impresión. Aunque según este último la culpa no sea de Zapatero, sino de una nueva generación que no se atreve a decirle las verdades del barquero, lo cierto es que la tarea del equipo económico de Solbes fue un sinvivir ante la afición del presidente por medidas populistas que no han resultado efectivas.
Uno de los dirigentes socialistas más cercanos a Zapatero es José Blanco, ascendido desde la Secretaría de Organización del partido a la dirección del ministerio de Fomento. Sus palabras todavía resuenan: “En los tiempos difíciles, se requieren gobernantes que tomen decisiones, que digan la verdad y den la cara ante los ciudadanos”, ha dicho para continuar con su numantina apología con otra afirmación: “Es un presidente que toma decisiones valientes, pero lo más importante es que siempre dice la verdad”.
Siempre dice la verdad. Las reminiscencias del 11-M y la lamentable gestión del PP son evidentes. La mejor defensa es un buen ataque, debió de pensar Blanco. Sin embargo, en relación a la crisis, tampoco Zapatero sale bien parado. Costó horrores que reconociera la realidad y todavía más la evidencia de que la economía española había mamado del ‘boom’ inmobiliario más que otros países. Es difícil de creer que no sabía de la gravedad de la crisis e imposible que no conociera la dependencia de la economía española respecto al ladrillo. No es necesario darle muchas vueltas para concluir que las elecciones pesaron más que la verdad.
Tampoco Leire Pajín estuvo muy afortunada cuando calificó de “acontecimiento histórico” para “el planeta” y “una esperanza para muchos seres humanos” la coincidencia del Gobierno de Obama con la presidencia de la Unión Europea por parte de Zapatero. Excelente muestra de su capacidad para la crítica.
Zapatero no pertenece desde luego a la tercera vía expresada líneas arriba. No es ningún Bush, pero no parece que su equipo esté compuesto por “fenómenos” de la gestión política con la suficiente personalidad para censurar lo que tenga de censurable. En otras palabras, no se vislumbra en su equipo ningún Pepito Grillo capaz de “sacarle cantares” al presidente y esto, a su modo, habla muy claramente del propio Zapatero. Diga lo que diga Rodríguez Ibarra, es responsabilidad de los mandamases saber de quién se rodean. Así lo pensaba, con razón, Maquiavelo.
P.D. Quizás Fernández de la Vega sea la única con suficiente peso político en el Ejecutivo para hacerlo, pero lleva en el puesto todos estos años y no ha dado señal alguna en este sentido.