Salta a la vista que el Gobierno está luchando por salir de la crisis. Tan es así, que no hay ciudad que no esté en obras debido al celebrado Plan de Inversión Local. Incluido dentro del Plan E, supone una inversión de 8.000 millones de euros en obras de aplicación “inmediata” como el reasfaltado de calles, el reacondicionamiento de parques y aceras… La idea que subyace a esta lluvia de dinero es que el Estado asuma las veces del dios de Descartes, ése que únicamente servía para dar el primer impulso a la maquinaria del mundo y se retiraba para dejar obrar a las leyes de la física. En este caso, estas leyes serían las del libre mercado. Una vez puesto en marcha el engranaje, a Descartes, como a la mayoría de los economistas, no les hacía faltar echar mano ni de Dios ni del Estado para explicar el funcionamiento del mundo.
Algunos han acusado al filósofo francés de ser el precursor del ateísmo moderno. Al fin y al cabo -dicen- él fue quien explicó el mundo sin la necesidad de la deidad; su reducido papel de relojero no tardaría en ser descartado. De la misma forma, la solución que se da a las crisis económicas actuales cada vez que me convence menos, sobre todo de la forma en que se está aplicando en España. La teoría keynesiana apuesta por la inversión pública para restablecer la buena salud del sistema. Otros causan el temblor económico (especuladores inmobiliarios en 1929, la banca en la actualidad y, siempre, los avariciosos ciudadanos), pero es papá-Estado quien debe volver a dar un impulso al sistema.
La aplicación de este remedio como se está haciendo en España, como digo, no me convence, La “inversión” se está convirtiendo descaradamente en un derroche. Generalizando lo que veo a mi alrededor, una cantidad más que respetable de esos 8.000 millones se dedica a reacondicionamientos innecesarios. Muchas de las carreteras reasfaltadas no lo necesitan en absoluto, como tampoco necesitan retoque alguno muchos de los parques rehabilitados. Cierto que generan empleo, pero hay mucho de contradictorio en esta estrategia de derrochar cuando no se tiene dinero. ¿Está Dios para esto? ¿Leen los economistas a Descartes?