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Jon Garay

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Petrovic y la cultura

“Ésta es una iglesia cuya profusión de adornos, arcos apuntados, formas verticales, tres naves con bóvedas de arista perforadas por lunetos, múltiples capillas, triforio y girola la convierten en un buen ejemplo del gótico flamígero o florido, conocido en España como isabelino y en Portugal como manuelino. Además, cuenta con un claustro reconstruido de formas neoclásicas que lo relaciona indudablemente con influencias francesas”.

Éste podría ser, más o menos, el discurso que un guía regala a su rebaño de turistas durante una de las múltiples visitas a iglesias y catedrales que componen los llamados “viajes culturales”. ¿Alguien ha entendido algo? Probablemente no, como tampoco lo hacen los distraídos turistas que le siguen de aquí para allá en cualquier lugar de Europa por estos meses. Sin embargo, cuando regresen, hablarán henchidos de orgullo de la gran cultura adquirida durante su viaje.

Vale la pena pensar sobre lo que es cultura o arte y lo que no lo es. Resulta que uno viaja a Sibenik, ciudad croata situada en el corazón de Dalmacia, y le cuentan la historia de una pequeña catedral y de diversas fortalezas (todas ellas muy reconstruidas debido a lo sufrido durante la guerra de los años noventa). La ciudad vieja, es cierto, tiene su encanto, pero no puede decirse que sea nada extraordinario. Sin embargo, esta ciudad debería ser conocida por otra cuestión: en ella nació Drazen Petrovic, uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia (en Europa se disputa el número 1 con Sabonis).
Pues resulta que nada te dicen de ello. Una definición a vuela pluma de arte podría ser “cualquier actividad humana realizada de forma excepcional”. Esta definición asume mucho de lo que se considera arte de forma tradicional (pinturas, esculturas, iglesias…) pero incluye otras actividades generalmente obviadas por los snobs de la cultura. El deporte (los videojuegos e incluso la ciencia serían otros ejemplos) es el más claro ejemplo de ello. ¿Por qué lo que hizo Petrovic no tiene la misma consideración que las obras de Picasso (por poner un ejemplo prototípico)?
La civilización europea, desde la Grecia clásica, siempre ha puesto por encima la actividad de la mente sobre el ejercicio corporal. El cristianismo ha sido fiel continuador de este desprecio al cuerpo con su radical dicotomía entre el alma y la carne, y Descartes terminó por diferenciar ambas realidades de forma nítida con lo que llamó res cogitans y res extensa. Este desprecio, creo, debería ser reconsiderado. Según la definición de arte expuesta líneas arriba, debería ser igualmente admirable ‘El Quijote’ o ‘Las Meninas’ que el correr de Bekele o los largos en la piscina del ya retirado Popov. Sin embargo, ¿quién lo considera arte, quién lo considera ‘cultura’?
Zagreb cuenta con un espectacular museo dedicado a Petrovic, quizás el más importante del país. Sin embargo, la visita cultural tipo no incluye su visita y a nadie le extraña. Toda una pérdida. Lástima.

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