Sé que es un tema polémico, pero no me resisto a comentarlo. Se trata del presunto objetivo que el ‘talde’ de ETA tenía de atentar el día de la investidura de Patxi López. Ni que decir tiene que me alegro del arresto (a ver cuándo podemos librarnos de ellos de una vez y poder hablar y escribir en paz), pero me surgen dos pensamientos: uno, el de los tiempos de la detención, y otro, el de la veracidad y naturaleza de la información. Vayamos por partes.
Parece claro que los arrestos de etarras siguen unos tiempos bien establecidos. No es nada nuevo. Justo en la semana en que Conde-Pumpido denunciaba las dificultades que tenía para trabajar con la Policía Nacional en materia antiterrorista (en concreto, se refería al proceso para ilegalizar las listas de la izquierda europea para las elecciones europeas), es este cuerpo policial el que interviene en la detención de Jurdan Martitegi, el presunto número uno del aparato militar etarra. El momento es de lo más oportuno si se tienen en cuenta también las críticas que está recibiendo Zapatero por el cambio de ministros y la reciente polémica por las pensiones y la edad de jubilación.
Pero ya decía que esto no es nada nuevo. Más me interesa destacar la naturaleza de la información que tenemos sobre ETA. En este caso, se afirma que Martitegi se disponía a adiestrar a unos ‘novatos legales’ para perpetrar un atentado el día de la investidura de Patxi López. La pregunta que me hago es la siguiente: ¿tiene sentido encargar tal tarea a unos novatos, por más que no estén fichados y puedan teóricamente moverse con más libertad? “No hay más madera que la que arde”, se dice para explicar tal incongruencia. Sin embargo, me cuesta creer que la banda no cuente con alguien con un mínimo de experiencia para acometer tal barbaridad.
El quid de la cuestión está en la intención que subyace a atribuir tales intenciones a un grupo que seguramente sería incapaz de llevarlos a cabo. En este sentido, recuerdo que tras el asesinato de dos miembros de la Guardia Civil en Capbreton se atribuyó su autoría a todo etarra que se detuvo en los días siguientes. Insisto (y no me canso de subrayarlo) en que cuantos más etarras se detengan, mejor; pero tengo la impresión de que faltó poco para que se les acusara de la muerte de Manolete.
La clave, desde mi punto de vista, estriba en que utilizan la información para tranquilizar a la opinión pública. Después de que se produce un hecho tan terrible como el mencionado asesinato, el Gobierno necesita hacer ver que no está de brazos cruzados. ¿Qué mejor que anunciar la detención de los responsables del atentado para calmar los ánimos? En el caso de Martitegi, la idea sería mostrar que el peligro etarra sigue ahí y que las fuerzas de seguridad hacen su trabajo con eficacia.
Toda operación que sirva para menoscabar la fuerza de ETA, bienvenida sea; pero al menos debemos ser capaces de calibrar hasta qué punto la información que nos dan es veraz o sirve más a tranquilizarnos que a servir a la verdad.