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Jon Garay

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La economía virtual y la economía real

Autoridades financieras de toda índole y procedencia llevan meses alertando sobre la crisis económica que se avecina. Al principio sólo se trataba de unas pequeñas turbulencias que no oscurecían el feliz panorama de crecimiento del que hemos disfrutado durante los últimos años. Poco a poco, el discurso comenzó a cambiar y lo que no eran más que “turbulencias” pasaron a ser hipotecas “basura”. A lo que parece, y llevados por el ánimo de lucro más allá de lo razonable, muchos bancos estadounidenses decidieron conceder hipotecas a un sector de población cuya situación económica no les permitía asegurar su pago. Apenas unas semanas atrás, ya no se trataba simplemente de un problema hipotecario, sino que las implicaciones de los riesgos financieros asumidos por dichas entidades se extendieron por todo el sistema económico. El resultado, una falta de liquidez que acentúa los problemas de los bancos para financiar el sistema económico.

Incluso los dogmáticos del no intervencionismo han tenido que reclamar la ayuda de “papá estado” para que el músculo financiero no sufra demasiadas agujetas. En Estados Unidos, la Reserva Federal dispondrá de mayores poderes para poder controlar el mercado y ya ha insuflado importantes cantidades de dinero en el sistema, ha salvado un importante banco en crisis y ha bajado los tipos de interés. Europa, por su parte, vive con angustia la firmeza de Trichet en su negativa a rebajar los tipos, pues ello supondría dar alas a una inflación ya de por sí disparada. España, tras las elecciones, comienza a asumir que la crisis le afectará más que lo que Solbes admitió durante la campaña electoral. Y es lógico que sea así. La construcción ha sido el motor del crecimiento en los últimos años y cuando éste se ha estancado, todo el sistema sufre las consecuencias: aumento del paro, desconfianza del consumidor, incremento de la morosidad… 10.000 millones de euros son la primera respuesta por parte del nuevo gobierno. Es el último paso de una crisis que empezó por aquellas lejanas turbulencias y que hoy se empieza a comparar con la Depresión de la década de 1930.

Sin embargo, esto no es lo más grave. Aunque al ciudadano de a pie le cueste entender por qué unos elevados tipos de interés perjudican seriamente su economía, es perfectamente consciente de la situación cuando es la cesta de la compra la que se ve afectada. Los huevos, cereales, verduras, lácteos…, todos ellos productos de primera necesidad, se han disparado en los últimos meses; y estos, al contrario que los tipos de interés, sí son sentidos muy de cerca por los ciudadanos. Cuando la crisis financiera se convierte en crisis real, la situación se torna especialmente preocupante. No aquí, en España, pero sí en países donde la subsistencia no está en absoluto garantizada. Así ha sucedido en la lejana Haití, donde el precio del arroz se ha disparado y ha motivado varias muertes en las revueltas, la caída del primer ministro, a la vez que el presidente ha decretado una rebaja del 15% en el precio de tan básico cereal. Ya no valen los discursos eruditos y alejados de la realidad. Cuando está en juego la supervivencia, la razón no atiende a razones. No olvidemos que las estadísticas no llenan el estómago.

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P.D. Además, los especuladores centran ahora sus miradas más allá de los productos financieron y se fijan en las materias primas, caso de los cereales. Pronto puede que sea el agua, un factor que se antoja clave en el futuro. Paradójicamente, cuanto más desarrollado está el sistema financiero, más peso adquieren los productos “físicos”. El mundo virtual todavía no puede con el mundo real.

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