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Toco y me voy

El drama de los Ibrahimovic

Zlatan Ibrahimovic no faltará a su cita anual con el Camp Nou y su antigua afición para tratar de arruinar al fin los planes europeos al Barça, esta vez con la elástica del multimillonario PSG de Carlo Ancelotti. Lo hará, como siempre, dando gracias a la divina providencia por haberle permitido fintar al trágico destino que esperaba a buena parte del clan que lleva su apellido, masacrado literalmente en el genocidio de bosnios musulmanes perpetrado por las tropas serbias en Srebrenica cuando el ariete internacional sueco tenía 14 años.

Šefik Ibrahimovic decidió un buen día de 1977 hacer el petate y dejar atrás su Bijeljina natal persiguiendo un sueño, el de labrarse un futuro mejor, que le condujo hasta el puerto sueco de Malmö. Poco podía imaginar este cantante frustrado (desde sus tiempos mozos se destacó como intérprete de música tradicional bajo el remoquete de Kinko) que su diáspora escandinava le apartaría, junto a su familia, del trágico destino que el viento de la desgracia descargó contra su extenso árbol genealógico en Srebrenica, escenario del mayor genocidio acontecido tras la Segunda Guerra Mundial.

“Pensaba irme a Suecia para ganar algo de dinero y regresar a Bosnia, pero ya llevo aquí 35 años”. Aunque su trabajo como conserje en un edificio nunca llegó a colmar sus expectativas laborales, Šefik alteró sus planes de regresar a Bosnia Oriental después de una breve visita al terruño familiar junto a su hijo mayor, Zlatan, en 1991.

Los enfrentamientos étnicos a principios de los 90

convencieron a Šefik de aparcar su sueño de ver jugar

al pequeño Zlatan en uno de los grandes clubes de Sarajevo

El enrarecido clima provocado por los incipientes enfrentamientos étnicos entre musulmanes, ortodoxos serbios y católicos croatas, previos a la desintegración de la antigua Yugoslavia, convencieron al padre de la hoy gran vedette del PSG, musulmán practicante, de que lo más prudente era aceptar el ofrecimiento del Malmö para que puliera el descomunal talento de su vástago en lugar de ponerlo en manos, cual era su auténtico deseo, de uno de los grandes clubes de la capital bosníaca (Zeljeznicar o FK Sarajevo).

El cementerio-memorial de Potoçari recuerda el holocausto musulmán a manos de las tropas serbias de Ratko Mladic. FOTOS: DAVID RUIZ

Zlatan tenía 10 años y flirteaba con el delito robando bicicletas en el suburbio de Rosengard cuando los paramilitares serbios de Arkan entraron a cuchillo en las calles de Bijeljina el primero de abril de 1992 descargando su furia incontrolada contra la población islámica, mayoritaria en la ciudad natal de su padre. Se calcula que un millar de personas fueron asesinadas en el primero de los múltiples episodios de limpieza étnica que se registraron durante los cuatro años que duró el conflicto armado en los Balcanes.

Más de 30.000 musulmanes fueron obligados a abandonar sus hogares y refugiarse en Gorazde, Zepa, Tuzla y Srebrenica, importantes núcleos urbanos todos ellos bajo el control de la ‘armija’ (ejército regular) bosnia tras la declaración de independencia de la vieja y desgastada república que había forjado Tito durante casi cuatro décadas. Fue precisamente en ésta última localidad donde se instaló la inmensa mayor parte del clan de los Ibrahimovic, uno de los apellidos más extendidos por esos territorios colindantes con la frontera serbia. No en vano, la ciudad mártir de la guerra que avergonzó a Europa en los albores del siglo XXI multiplicaría su población después de que la ONU la declarara como ‘zona segura’ al año de iniciadas las hostilidades.

Pero la protección del Dutchbat, la pequeña unidad del ejército holandés que garantizaba la seguridad de la población civil en nombre de UNPROFOR, saltó por los aires con los calores del verano de 1995. Las tropas de la República Srpska, bajo el mando del general Ratko Mladic, capturaron Srebrenica el 11 de julio sin oposición alguna de las tropas neerlandesas y procedieron a la deportación de sus vecinos musulmanes. Todo fue, sin embargo, una mera cortina de humo de los invasores, puesto que muchas de aquellas personas no lograron llegar con vida a Tuzla, a donde supuestamente iban a ser evacuadas en camiones. Las fuerzas de ocupación serbias perpetraron una matanza indiscriminada de hombres, mujeres y niños bosnios en los alrededores, lejos de las miradas indiscretas de los soldados de la ONU.

De las 8.372 víctimas identificadas en las numerosas fosas comunes encontradas entre las localidades de Srebrenica y Potoçari, hasta 158 llevan el ilustre apellido del que Arrigo Sacchi bautizó en su día como el mejor ‘solista’ del planeta fútbol. El más castigado por un genocidio que cambió por completo y para siempre el mapa demográfico de ese terruño regado de tumbas que jalonan la belleza dramática de sus montañas.

Un cementario-memorial, inaugurado en 2003 por el ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, honra en Potoçari a las personas asesinadas en tan brutal matanza y a todas aquellas cuyos restos continúan esparcidos por la zona, a la espera de ser descubiertos e identificados.

Aunque el ex delantero del Barça no perdió a ningún miembro directo de su familia en aquella masacre, sí que padeció en sus carnes el efecto nocivo de la guerra. El temor constante a la muerte de sus seres queridos y la falta en muchas ocasiones de noticias procedentes de una Bosnia asediada y aislada del mundo por Slobodan Milosevic y Radovan Karadzic, sumió a ‘Kinko’ en un asiduo estado de embriaguez.

No en vano, el internacional sueco explica en su biografía “Yo, Zlatan”, publicada a fines de 2011, la frustración y el dolor que le produjo el ver a Šefik enganchado sin remisión a la cerveza por culpa del conflicto que se estaba viviendo en la patria originaria de sus padres. Y es que, a pesar de que siempre se ha dicho que su madre, Jurka, es croata, el jugador aclara que ella nació y se crió en Bosanska Gradiska, en pleno corazón de la actual república serbo-bosnia, antes de emigrar a tierras nórdicas.

 
Un adolescente Ibrahimovic vio cómo el
alcóhol  consumía a su padre, devastado
por los efectos de la guerra en su tierra  

Tal vez por todo ello, ‘Ibracadabra’ no haya querido pisar nunca más suelo bosnio. Y es que el apellido que porta estuvo muy cerca de ser exterminado por culpa de la intransigencia política y religiosa de un conflicto armado del que aún quedan muchas preguntas sin respuesta.

Los restos mortales de 158 miembros del clan Ibrahimovic están enterrados en el memorial que recuerda los 8.372 musulmanes asesinados.

 

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