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Auschwitz, sobrevivir al olvido

Un grupo de personas camina sobre la nieve en el antiguo campo de concentración Auschwitz-Birkenau, el pasado martes 27 de enero de 2015, en la conmemoración de 70 aniversario de su liberación. EFE/ AU003 BRZEZINKA (POLONIA), 27/01/2015.- Un grupo de personas camina sobre la nieve en el antiguo campo de concentración Auschwitz-Birkenau, en Oswiecim-Brzezinka, Polonia, hoy, martes 27 de enero de 2015. Hoy se conmemora el Día Internacional del Recuerdo del Holocausto, que coincide con el 70 aniversario de la liberación del campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau. EFE/Andrzej Grygiel/ PROHIBIDO SU USO EN POLONIA

Jefes de Estado y representante de más de 40 países conmemoraron en Polonia el 70 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.  También asistieron cerca de 300 supervivientes, preciosa memoria viva del símbolo más terrible de la historia moderna. En otros lugares, incluida España, se celebraron actos para recordar el Holocausto, pero, sobre todo, para que no olvidemos y nunca dejemos de tener presente cómo el odio racial enloqueció a un pueblo y sembró el horror en Europa.

Un grupo de personas camina sobre la nieve en el antiguo campo de concentración Auschwitz-Birkenau, el pasado martes 27 de enero de 2015, en la conmemoración de 70 aniversario de su liberación. EFE

Un grupo de personas camina sobre la nieve en el antiguo campo de concentración Auschwitz-Birkenau, el pasado martes 27 de enero de 2015, en la conmemoración de 70 aniversario de su liberación. EFE

La tarde del 27 de enero de 1945, una patrulla de reconocimiento de la 107 División de Fusileros del Ejército Rojo, al salir de un bosque en medio de la nieve, atisbó el complejo de campos de concentración y de exterminio de Auschwitz-Birkenau.  Allí, a 43 kilómetros de la ciudad polaca de Cracovia, se encontraron con 7.000 supervivientes, sombras humanas ,famélicas y exhaustas.  Pese a los cuidados médicos facilitados de inmediato, solo sobrevivieron la mitad.

Apenas una semana antes, 58.000 internos considerados capaces de caminar fueron obligados a salir de los campos y dirigirse hacia el oeste en la llamada ‘Marcha de la muerte’. Entre 9.000 y 15.000 presos murieron de frío, cansancio o fusilados en una agotadora caminata de más de doscientos kilómetros a temperaturas de 20 y 30 grados bajo cero con el único abrigo de su uniforme a rayas. Los que sobrevivieron fueron repartidos por otros campos de concentración en los que sufrirían durante los tres últimos meses de la guerra condiciones más terribles que las que habían padecido antes de miseria, hambre y enfermedades.

Los hombres de las SS tenían mucha prisa en retirarse y en eliminar pruebas de la matanza. Volaron las cámaras de gas y los hornos crematorios de Birkeanu y se dio la orden de liquidar a todos los prisioneros demasiado enfermos para ser trasladados. No se sabe la razón, pero las SS solo mataron a un par de centenares de los 8.000 que habían quedado. Probablemente estaban muy ocupados en destruir pruebas. Una labor ingente, imposible de culminar con el Ejército soviético lanzado a la ofensiva.

Entre las pruebas mudas del exterminio quedaron 368.020 trajes de hombres, 836.255 abrigos y vestidos de mujer, así como siete toneladas de cabello humano. Pertenencias del millón cien mil personas que fueron allí exterminadas, el 90% judíos. Antony Beevor en su magnífico libro sobre la Segunda Guerra Mundial apunta la idea de que el  método de producción en cadena utilizado en los campos de exterminio fue fruto de la influencia de Henry Ford, que a su vez sacó la idea del sistema empleado en los mataderos de Chicago.

Historiadores, psicólogos y sociólogos han tratado de elucidar las razones que llevaron a este gigantesco acto de barbarie. Se ha aducido la trasposición de valores y marcos de referencia que aplicó con eficacia y violencia el régimen nazi, beneficiado de las circunstancias históricas heredades de la Gran Guerra y por una tradición militarista a ultranza. Aún así a día de hoy resulta difícil de creer las cotas de atrocidad que se alcanzaron y cómo fue posible. Para el historiador británico Ian Kershaw,  “el camino hacia Auschwitz se construyó con odio, pero se pavimentó con indiferencia”.

Setenta años después de la liberación del campo de concentración, su memoria recuerda cómo el odio racial enloqueció a un pueblo y sembró el terror en Europa  

Una mirada sin prejuicios ideológicos a una actualidad del mundo cada día más interconectada con nuestra realidad

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