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Túnez aprende la lección de Egipto

El candidato presidencial Beyi Caid Essebsi, durante un mitin electoral en la ciudad tunecina de Baja. EFE/ MOH22 BAJA (TÚNEZ), 17/11/2014.- El presidente del partido Nidá Tunis (Llamada a Túnez) y candidato presidencial Beyi Caid Essebsi se dirige a sus seguidores durante un acto electoral celebrado en la ciudad de Baja, al noreste de Túnez hoy 17 de noviembre de 2014. Las elecciones presidenciales se celebrarán el próximo 23 de noviembre de 2014. La campaña de las elecciones presidenciales tunecinas del próximo domingo entra ya en su recta final con dos nombres destacados sobre los demás: el favorito, Beyi Caid Essebsi, y Monsef Marzuki, candidato a su propia reelección. EFE/Mohamed Messara

Túnez sigue en vanguardia del proceso que inauguró en 2011 y al que muy genéricamente se llamó ‘primavera árabe’. Su camino hacia una democracia plena no ha estado exento de problemas y tropiezos, pero, al menos de momento, ha conseguido no descarrilar y seguir suscitando esperanzas.

El candidato presidencial Beyi Caid Essebsi, durante un mitin electoral en la ciudad tunecina de Baja. EFE

El candidato presidencial Beyi Caid Essebsi, durante un mitin electoral en la ciudad tunecina de Baja. EFE

Un factor clave de esta andadura ha sido sin duda la propia sociedad tunecina, que ha demostrado una madurez y un vigor ciudadano muy por encima de las de los países de su entorno. Y dentro de esa sociedad, hay que destacar la actitud de los islamistas, agrupados en la formación Ennahda. Resulta evidente que han aprendido la lección y han sacado sus propias consecuencias de la desastrosa experiencia de sus hermanos egipcios.

Este mes, en una fecha que todavía no ha sido fijada, se celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en las que todo apunta a la victoria del secular y conservador Beyi Caid Essebsi, 88 años, del partido Nidá Tunis (La llamada de Túnez), que ya ganó en primera vuelta con un 39,46% de los votos, seguido del presidente saliente e histórico activista pro derechos humanos,  Moncef Marzuki, con un 33,43.

Tras manejar las riendas del poder desde la caída del dictador Ben Ali en 2011, los islamistas de Ennahda ya fueron derrotados en las generales del pasado 26 de octubre (de 89 escaños que sacó en las constituyentes de 2011 bajó a 69) demostrando un comportamiento impecablemente democrático. Aceptaron de inmediato y con total normalidad la derrota, felicitaron a sus adversarios de Nidá Tunis  (que tuvo 86 de 217 escaños) y decidieron no presentar candidato oficial a las presidenciales, aunque sus preferencias quedaron claras a favor de la candidatura de Marzuki.

Más allá de la aceptación de la derrota, los islamistas se han ofrecido para un “Gobierno de unidad y consenso”. Aunque no parece muy probable, la presencia de Ennahda en el Ejecutivo podría moderar el inmenso poder que va a tener Nidá Tunis, una formación laica, conservadora y liberal, impulsada hace apenas dos años con Beyi Caid Essebsi y que ha hecho del categórico rechazo del islamismo su más clara seña de identidad.

El éxito de Essebsi suscita algunas inquietudes, dada su trayectoria. Se le considera el último ‘desturión’, procedente de Destur, el partido de Habib Burguiba, el padre fundador del país, y que también ostentó puestos de máxima responsabilidad durante la dictadura de Ben Ali.

Essebsi ha aglutinado personalidades muy diversas, muchos de ellos procedentes de la  época de la dictadura, bajo el paraguas de  un difuso movimiento sin programa definido. La fórmula le ha brindado un triple éxito: el Gobierno, la mayoría en el Parlamento y, previsiblemente tras este domingo, la presidencial de la República.

Ese pasado conectado al viejo régimen es el que suscita los mayores temores. Tras casi cuatro años de la caída de la dictadura, la revolución democrática no ha aportado mejoras sensibles en las precarias condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población. La decepción se ha plasmado en la débil participación en las elecciones legislativas y presidenciales. La violencia islamista sigue al acecho y urge asentar una estabilidad política que impulse el desarrollo económico. Essebsi debería contar con todas las fuerzas políticas para este periodo de transición o, al menos, buscar una coexistencia pacífica con los islamistas que le permitan centrar todas sus energías en los auténticos y graves problemas de Túnez.  

 Los islamistas optan por la moderación, aceptan la derrota y se ofrecen a participar en el futuro gobierno laico.

 

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