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Fermín Apezteguia

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Lo último en Neurología: inyecciones y pastillas contra el desamor

De todas las fiestas del calendario, la única que no celebro es la de San Valentín. Me evitaré las razones, por obvias. La fecha de hoy me parece oportuna, sin embargo, para profundizar en un asunto que también tratamos en las páginas de EL CORREO. La ciencia va demostrando, poco a poco, que el amor, como se sospechaba, es pura química y que la razón pesa más que el corazón. «El que se enamora es nuestro cerebro», sentencia el director del Área de Cultura de la Sociedad Española de Neurología, Jesús Porta-Etessam.

Diferentes trabajos, según cuenta, han demostrado que al menos doce áreas del principal órgano del sistema nervioso central se ven involucradas en la gestión del sentimiento amoroso. Lo que me interesa es que de sus palabras se deduce que es posible que algún día, no muy lejano, puedan comprarse en farmacia –y quizás sin receta médica– las pastillas contra el desengaño amoroso. Ya me lo imagino… Rompes con tu novia, te desconsuelas con la almohada y cuando ya no te queden amigos a los que meterles la chapa, te vas a la farmacia y le sueltas al farmacéutico: «Oiga, que no lo soporto más. ¿Me podría dar una caja de ‘Desamorzac’?».

Más allá de la broma, Porta-Etessam no es el primer neurólogo al que le escucho decir esto. Hace casi diez años, entrevisté al neurocirujano José María Izquierdo Rojo, catedrático de la especialidad y jefe del servicio de Neurocirugía del hospital de Valdecilla, que defendía esta misma idea. «Llegará un día en que las penas del amor se curarán con una inyección», afirmaba. El reconocido especialista acababa de revisar entonces, en 2003, su ensayo ‘Neurobiología del amor’, que diez años antes le había servido para ingresar en la Asociación Española de Médicos, Escritores y Artistas. Reproduzco aquí parte de aquella entrevista dada la actualidad que vuelve a tomar… Prepárense. La pastilla del desamor está cada vez más cerca.

–¿Diría que el amor es sólo cuestión de hormonas?
– Lo que yo creo es que al enamorarse se activan algunos procesos cerebrales y se segregan sustancias que hacen cambiar al individuo. De hecho, cuando uno se enamora cambia hasta su forma de ser.

– ¿Es la ‘química’ del amor?
–El amor es sólo química y electricidad. Las neuronas funcionan por descargas eléctricas. Probablemente, cuando surge el amor se desatan corrientes eléctricas que van por circuitos que aún no conocemos bien.

– ¿En qué se basa esa teoría?
– Las ideas incitan al organismo a producir ciertas secreciones. Ante la vergüenza, por ejemplo, el cuerpo produce unas sustancias que hacen que se te suban los colores. Eso, que no es más que el resultado de la química y la electricidad, es el rubor facial.

– ¿Los primates se enamoran?
– Aunque no es lo mismo, seguramente hay una relación biológica entre el enamoramiento y el periodo de celo de los animales superiores. Muchos de ellos liberan hormonas que empujan a que el macho busque a la hembra y la hembra acepte al macho. Con las diferencias que se quieran, el enamoramiento está biológicamente emparentado con el celo animal.

– ¿Por qué nos enamoramos?
– Eso yo no lo sé. Supongo que intervienen estímulos externos que llegan a través de la vista, el oído y el olfato. La retina es sólo una estación fotoeléctrica que traduce impulsos lumínicos en impulsos eléctricos que van al cerebro. Allí, la electricidad se modifica y surge el enamoramiento.

–¿Es posible enamorarse con sólo proponérselo?
– No lo creo. Los impulsos han de tener unas determinadas características de intensidad y voltaje que con sólo proponértelo no se logran.

– Y, claro, todavía desconocemos cómo funcionan esos circuitos.
– Exacto. Si conociéramos bien los circuitos, el amperaje, el voltaje y la sustancia que se libera, podríamos estimularnos de una manera determinada y, automáticamente, enamorarnos. Pero eso no es fácil. Lo que sí podremos conseguir es algo que, para mi, es mucho más interesante.

– Usted dirá…
– Podríamos suprimir a voluntad el enamoramiento.

– ¿Cómo? ¡Menudo chollo!
– No será difícil obtener sustancias que neutralicen a las que producen el amor. Hace pocos años podía resultar ciencia ficción cortar la lactancia de una mujer. Hoy se corta hasta la ovulación y hasta se cambia el psiquismo de un individuo como un travesti.

– Lo pone usted muy fácil.
– El alcohol es una molécula muy sencilla. En realidad son sólo dos átomos de carbono, seis de hidrógeno y uno de oxígeno, adecuadamente combinados. Pese a su sencillez, es capaz de producir optimismo, eliminar inhibiciones e infundir valor en nuestro espíritu. Veamos, pues, qué sustancias químicas elementales son capaces de producir efectos tan extraordinarios en nuestro sistema nervioso.

– ¿Qué ventajas tendría el control médico del amor?
– Una muy clara es que suprimiría mucho dolor inútil. Piense en cuánta gente joven se ha suicidado por desamor, por la falta de correspondencia en ese amor de enamoramiento, que es como una corriente impetuosa. Todo eso se podría suprimir, aunque seguramente se perderá en romanticismo… Así es la medicina…

– También se perderá arte…
-Es posible. El amor de pareja proporciona una mayor sensibilidad artística, un deseo de trabajar, de superarse. Pero que se conozca cómo funciona no quiere decir que haya que quitarlo.

– ¿Cómo dice?
– Los antiguos adoraban el sol como a un dios, porque nacía y moría y volvía a nacer. Hoy sabemos por qué amanece; y, con todo, el amanecer nos sigue pareciendo precioso. Algún día conoceremos mejor el amor y lo dominaremos; y el que quiera seguir sintiendo esa ‘aguda espina dorada’ que decía Machado, que lo haga.

–¿Podrán controlarse del mismo modo otras emociones?
– La emoción artística ante la belleza, ¿para qué se va a controlar? El amor es distinto. Es probablemente el sentimiento que más dolor psíquico produce cuando no es correspondido.

– Así que uno podrá decir: ‘Oiga doctor, que no tengo pareja y sufro mucho. Póngame una inyección’.
– Exacto. Lo mismo que a uno le quitan la capacidad de tener hijos, el joven enamorado desdeñado por su amada cortará radicalmente todo su dolor y amargura con un comprimido o con una inyección. Hay actos que ya no se pueden llamar terapéuticos, pero que modifican nuestra biología, como la vasectomía.

– ¿También nos enamoraremos con una inyección?
– Eso lo veo poco probable.

– Y todo esto, ¿cuándo será?
– Depende de lo que se investigue, pero éste es un campo que despierta cada vez más interés. Supongo que en 20 o 30 años.

La salud al alcance de cualquiera

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