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@TabernaMou

La Taberna de Mou

Cristiano Ronaldo, Balón de Oro

Si esta modesta Taberna tuviera una mínima capacidad de influencia sobre la votación del Balón de Oro, otorgaría sin la menor duda a Cristiano Ronaldo el ansiado trofeo. Aunque solo fuese por no aguantarle más enfados, frustraciones y conspiranoias variadas. Como el chiste del niño pasadito que incordia hasta el aburrimiento por la pelotita: se la das y se acabó la historia. Suponemos que este año sí que le tocará al portugués subir al estrado para recoger, con cara de ya era hora, el Balón de las narices. Y no porque haya cambiado sustancialmente su situación deportiva, que no ha cambiado, sino por uno de esos designios inescrutables que tiene el fútbol, que te depara aliados o amigos involuntarios en situaciones realmente insospechadas.

Cristiano es un pedazo de futbolista. Uno de los mejores, si no el mejor, del mundo. Quien diga lo contrario, o necesita con urgencia una nueva graduación ocular, o es un necio sin cura. Sin embargo, el bueno de Cristiano tiene la misma empatía que un percebe. Es un borde, vamos, un tipo engreído, chulo, encantado de haberse conocido, presuntuoso, pomposo y todos los adjetivos relacionados con un comportamiento prepotente que puedan encontrar en el diccionario. Y lo es porque puede, claro está. Y lo que jode, con perdón, es que pueda y, además, presuma de ello. Vale que seas un futbolista prodigioso, que seas multimillonario, que tu novia sea el paradigma de la belleza femenina, o que la madre naturaleza te haya dotado de un cuerpo Danone, envidia de los propios comedores de yogur, pero que te vanaglories de tus generosa dotación provoca que el resto de los mortales se consideren a sí mismos como una piltrafilla humada, y por ahí no pasamos los vulgares mortales, no.
Eterna comparación: ¿Messi o Ronaldo? Pues la gente prefiere al argentino. Son igual de buenos con un balón en los pies. Les diferencia el que uno es un enano cuartapata, con una vida tan normal que aburre hasta a los paparazzis, mientras que el otro es un modelo de Armani, con una vida de color de rosa y que, además, presume de serlo ¡Porca miseria! La vida es definitivamente injusta. Y encima pretendía que le dieran el Balón de Oro, como si no tuviera suficiente. Algo fallaba, pues, en el paraíso de Cristiano: soy guapo, rico y un fenomenal futbolista y, sin embargo, la gente me tiene manía ¿Por qué, por qué, por qué, dicho con acento portugués a lo Mou-plañidero? Porque caes mal ¿Lo pillas?
Tardó en percatarse, pero al final lo pilló. Cristiano es un jugador al que siempre quieres tener a tu lado porque, si te lo encuentras enfrente, te entran ganas de matarle por sus gestos, aspavientos y posturas. Y lo ha pulido un montón desde que hace casi un año contrató a un asesor que le ayudara a esculpir una imagen menos chulesca que aquella con la que aterrizara en Madrid. Se está ganando el salario, porque la cabra, como dice el dicho, tiene una peligrosa tendencia a tirar hacia el monte y de cuando en cuando le sale la vena rara, el lado oscuro de su carácter, pero hay que reconocerle a Cristiano que ha mejorado mucho su proyección exterior. Buenos consejos, autodisciplina para mantener el ego tranquilo y una ayuda inesperada: la de un vejete sonrosado como una gamba y algo pasado de graduación. Gracias, Sepp Blatter. Lo que no logró Cristiano en tropecientas nominaciones, lo ha logrado usted con una patética imitación: todo un Balón de Oro. Lo dicho, los designios del fútbol son inescrutables…

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