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La Taberna de Mou

En defensa de Mourinho

En el ánimo de esta Taberna no está el provocar o buscar la lectura fácil por la vía del escándalo gratuito. Defendemos a Mou -y no somos dudosos- en esta ocasión por lo zafio, interesado, aprovechado, cobarde, aborregado, ruin, despreciable e injusto de muchas de las críticas y palos que se está llevando el entrenador del Madrid en sus últimos días como entrenador blanco. A Mourinho le ha llegado a llamar nazi un tipo que ni siquiera es crítico de deportes. Obviamente, la Justicia ha multado a tamaño faltón con una buena multa.
Por alusiones y para aquellos que ya han comenzado a insultar a estas alturas de párrafo por esta defensa: Mourinho es un chulo, un prepotente, maleducado, soberbio, trilero, ventajista, rencoroso y manipulador. Basta con echar el ratón atrás y encontrar entradas antiguas de este irreverente blog para comprobar lo que se piensa de Mou desde el primer día. Añado: Mou siempre, repito, siempre ha sido así. Mou no ha cambiado. Mourinho es y ha sido así en Italia, en Gran Bretaña y en Portugal ¿Tan ciego o estúpido es quien le contrató para no saberlo? ¿Tan ciegos o estúpidos son los aficionados que, mayoritariamente, aclamaban, imploraban la contratación de Mourinho como salvador, único salvador, de la causa blanca? Lo dudo.

Florentino Pérez tenía un grave problema: no ganaba títulos. Florentino Pérez tenía pánico a ser, una vez más, diana de la ira popular del Bernabéu que, recordamos, le obligó en su día a salir del club de una manera no precisamente digna. Lo último que soporta un ser superior es el abucheo del populacho. Florentino Pérez fue fiel, una vez más, a su modus operandi: la solución siempre pasa por lo que dictan las encuestas, que normalmente suele ser lo más caro. Y actuó en consecuencia. Fichó a Mou, pagó una cantidad indecente al Inter por liberarle de los italianos y lo presentó en la sociedad blanca como la solución perfecta a la tiranía barcelonista. El portugués, feliz de la vida, los aficionados, ilusionados como niños en la noche de Reyes y el mandamás blanco, aliviado tras recuperar el oxígeno popular. Esto es lo que quería el público soberano, pues aquí lo tiene. Como un nuevo César romano. Pero no salió todo como estaba previsto.
José Mourinho ha fracasado. Ni ha logrado todos los títulos que se le pedían, no ha neutralizado la hegemonía del rival eterno y, quizá lo peor, no ha sabido estar a la altura que implica dirigir a este centenario club de fútbol. Se puede perder -esto es deporte, aunque algunos iluminados lo olviden con frecuencia- pero se puede perder de muchas formas. El Real Madrid no sólo se ha dejado durante este camino de tres años trofeos sin levantar, también ha quedado en la cuneta mucho prestigio, señorío y buenas formas acumuladas durante más de un siglo. Mourinho nunca engañó a nadie. Su carácter venía incluido de serie cuando le compraron, así que suena a cinismo hipócrita esta huída hacia adelante de quienes perpetraron su contratación. Quien pretenda hacer de Mou el único responsable de los malos resultados y peor imagen del Real Madrid estaría cometiendo un grave error, pero ya sabemos cómo funcionan por aquí las cosas. Ahora toca echar paletadas de porquería al entrenador cesante y glorificar hasta la extenuación al entrenador entrante ¿Sabrá Ancelotti dónde se mete?

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