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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Libro viejo

Cuando hojeo un libro viejo, siento que uno de sus mayores atractivos es el característico aroma húmedo y mohoso que emite. Ya hemos hablado de ellos antes, pero son los VOCs, los compuestos orgánicos volátiles, los que componen ese aroma. Su emisión, y por tanto ese típico olor de mamotreto antiguo lleno de sabiduría olvidada por siglos, cambia según el estado de conservación del libro. No hace mucho, Charles Schmidt, de la American Chemical Society, nos contaba los trabajos que sobre los VOCs emitidos por los libros está publicando Matija Strlic y su grupo del Colegio Universitario de Londres.


El objetivo del grupo es encontrar un método poco invasivo que permita conocer el estado de conservación del libro a partir de los VOCs que emite. Han estudiado 72 documentos de los siglos XIX y XX intentando cubrir todas las tecnologías utilizadas en este tiempo para la fabricación del papel: colofonia, que es una resina de pino que se usaba para impedir que el papel chupara la tinta y permitir la escritura; pulpa de madera blanqueada; papel de hierbas; y papel de fibra de trapos, casi siempre 100% algodón. Los componentes químicos del papel que emiten los VOCs más interesantes son la lignina, como base de la madera; el alquitrán de la resina de pino; cenizas; el pH del papel; el grado polimerización y las proteínas. Son sustancias que se degradan con facilidad en ácidos que destruyen la celulosa, el componente mayoritario del papel. Los autores afirman que el papel fabricado entre 1850 y 1990 no durará más de dos siglos y que pronto empezarán los problemas en archivos y bibliotecas.

Los productos con mas concentración y que se degradan más son la lignina, que da ácido acético (¿un ligero olor a vinagre?), y la colofonia, la resina que viene del pino, y que emite aldehídos y cetonas, junto a 2-etil-hexanol. Propongo que las bibliotecas y archivos contraten a un buen sumiller para conocer el estado de conservación de sus libros.

Como extensión natural de su línea de investigación y ya que conocen los VOCs que emiten los libros, el grupo de Matija Strlic ha estudiado los VOCs de las bibliotecas. Lo han hecho en el Archivo Nacional de La Haya en Holanda; la Catedral de San Pablo y los Archivos Nacionales de Kew en Gran Bretaña; y la Biblioteca de la Universidad de Lubiana en Eslovenia. No sólo cada institución tiene su propio olor, sino que también cada sección dentro de la biblioteca tiene su aroma distintivo. Por ejemplo, la fragancia no es la misma en un almacén de libros cerrado y con aire acondicionado que en una hemeroteca sin ventilar (formaldehído, acetaldehído, furfural y hexanal), o el interior de las cajas de archivo de documentos (con las concentraciones más altas de ácido acético). Estos compuestos, que nos indican el estado en que se encuentran los libros, no alcanzan en ningún caso una concentración peligros para los bibliotecarios.

*Fenech, A. y ocho colaboradores. 2010. Volatile aldehydes in libraries and archives. Atmospheric Environment 44: 2067-2073.


*Schmidt, C.W. 2009. On the smell of old books. Analytical Chemistry November 1: 8656.

*Strlic, M. y seis colaboradores. 2009. Material degradomics: On the smell of old books. Analytical Chemistry 81: 8617-8622.

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