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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Siesta

Para Almudena, por su sugerencia, y por la siesta necesaria.

Aprendemos mejor aquello que nos impresiona, lo que está cargado de emoción; todo ello lo almacenamos en lo que se denomina la memoria emocional. Y, además, sabemos que el sueño es una etapa crucial para el procesamiento de la memoria y para la plasticidad del cerebro. El sueño ayuda a consolidar los recuerdos tanto en la memoria emocional, que ya he mencionado, como en la memoria neutra en la que los recuerdos no llevan carga emocional. David Neubauer, de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, en una revisión de estos asuntos publicada el año pasado, ya avisaba que el olvido es una de las quejas más frecuentes en las personas que no consiguen dormir. El sueño previo ayuda en el aprendizaje (¡atención, estudiantes!) y el sueño posterior al estudio, consolida la memoria. En conclusión, dormir las horas necesarias ayuda a nuestro cerebro a funcionar de manera óptima cuando estamos despiertos.

Masaki Nishida y su grupo, de la Universidad de California en Berkeley, se propusieron estudiar la consolidación de la memoria emocional mediante un experimento que parte de la hipótesis de que la siesta (según el Diccionario de la Real Academia, Sueño que se toma después de comer) ayuda a la fijación de los recuerdos. Para ello, plantearon un experimento con 31 personas, todos hombres, de entre 18 y 30 años, a los que sometieron a una sesión de aprendizaje de 4 horas seguida de otra, otras 4 horas más tarde, de 15 minutos, e inmediatamente después a un examen sobre lo aprendido. En las sesiones aprendieron imágenes neutras (memoria neutra o no emocional) o no placenteras (memoria emocional), y en el examen se les presentaron las mismas imágenes, mezcladas con otras nuevas, y tenían que afirmar o negar si las habían visto con anterioridad. Los sujetos experimentales se dividieron en dos grupos, de 15 y 16 personas, y uno de los grupos echaba una siesta de 90 minutos entre la primera y la segunda sesión de estudio mientras que el otro grupo seguía con su actividad habitual.

Los resultados indican con claridad que esta siesta, por cierto, tan larga como las que gustaban a Camilo José Cela (de pijama, Padrenuestro y orinal), mejora la memoria emocional y no varía la memoria neutra; además, no hay diferencias entre las sesiones de 4 horas o de 15 minutos.

Y no crean que esta memoria después del sueño es a corto plazo. Virginie Sterpenich y su grupo, de la Universidad de Lieja, en Bélgica, hicieron un experimento muy parecido al anterior pero a seis meses vista. Después de la sesión de aprendizaje, los 40 voluntarios se separaron en dos grupos y, a uno de ellos, no se le dejó dormir en la noche siguiente; los demás continuaron con su vida habitual. Los exámenes sobre lo aprendido se hicieron 3 días y 6 meses después. Incluso al cabo de seis meses, los resultados en memoria emocional son mejores en las personas que durmieron la noche posterior al estudio.

*Neubauer, D.N. 2009. Sleep and memory. Primary Psychiatry 16: 19-21.
*Nishida, M., J. Pearsall, R.L. Buckner & M.P. Walker. 2009. REM sleep, prefrontal theta, and the consolidation of human emotional memory. Cerebral Cortex 19: 1158-1166.
*Sterpenich, V., G. Albouy, A. Darsaud, C. Schmidt, G. Vandewalle, T.T. Dang Vu, M. Desseilles, C. Phillips, C. Degueldre, E. Balteau, F. Collette, A. Luxen & P. Maquet. 2009. Sleep promotes the neural reorganization of remote emotional memory. Journal of Neuroscience 29: 5143-5152.

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Por Eduardo Angulo

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