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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Geofagia

Geofagia, según el Diccionario de la Real Academia, es el hábito morboso de comer tierra o sustancias similares no nutritivas. Doble error: la tierra puede ser nutritiva, sobre todo en elementos minerales esenciales para la bioquímica del organismo; y el hábito será morboso si no se entromete el hambre, que de siempre ha servido para ahuyentar eficazmente el morbo. Durante siglos la humanidad ha comido tierra, sea por necesidad, capricho, morbo o accidente. Actualmente hay inmunólogos que aseguran que es indispensable ingerir tierra en la infancia para conseguir el desarrollo completo de los sistemas de defensa del organismo y evitar las alergias, tan habituales hoy entre nuestros excesivamente limpios vástagos; sobre este asunto ya volveré otro día con más profundidad.

Pero volvamos a lo que el Diccionario llama el hábito morboso. Este trastorno se denomina pica, curioso término que deriva de pica, urraca en latín, pájaro famoso por su inmoderada cleptomanía. Bien, pues la pica, según el Diccionario de la Real Academia, es la afición del apetito a comer materias extrañas, tierra, etc. Según la bibliografía y, en concreto, según Sera Young y su grupo, de la Universidad de California en Berkeley, la tierra es la sustancia menos extraña de todas las que se han citado: cenizas, globos, cerillas, tiza, colillas, tela, detergente, heces, vidrio, hielo, insectos, metales, papel, gomas elásticas y de borrar, jabón, cuerda, papel higiénico, borra del café, y no sigo pues creo que con lo dicho se hacen los lectores una idea. En cuanto a la ingestión de tierra, que es lo que aquí nos interesa, puede ser tierra sin más o algo más específico como arcilla, creta o talco, por ejemplo. La pica aparece a cualquier edad y sin diferencias entre sexos, pero es más habitual en niños y embarazadas.

En los niños, y después de muchos cálculos, Edward Calabrese y su grupo, de la Universidad de Massachussets en Amherts, han propuesto que, en sus juegos, cada vez que se meten la mano en la boca transportan 10 miligramos de suelo, y que lo hacen unas diez veces al día, o sea, ingieren unos 100 miligramos de suelo al día. Otros autores, en cambio, estiman que la ingestión es mayor, de hasta 250 miligramos por día. En adultos, al tener una mayor superficie de mano para transportar la tierra (aunque, después, supongo que les tiene que caber en la boca, digo yo), se ha llegado a proponer la cifra de 500 miligramos por día. Todo esto es importante, no crean, sobre todo en los niños, pues quizá viven y juegan en un suelo contaminado (los que sean del norte recuerden los vertidos de lindane) y, de esta manera, se calcula la cantidad de tóxico ingerido.

Para resolver empíricamente la incógnita de la ingestión de tierra en adultos, John Kissel y sus colegas de la Universidad de Washington en Seattle, organizaron un experimento con cuatro adultos voluntarios a los que pasaron la mano por tierra que luego se metieron en la boca por tres métodos: meter tres dedos en la boca, chupar esos tres dedos o lamerse la palma de la mano. Según el método de dejar la tierra en la boca (meter, chupar o lamer), la cantidad depositada era muy distinta, pero la media era del orden de unos 10 miligramos. Además, los voluntarios detectaban rápidamente la sensación desagradable de tener tierra en la boca. En fin, que no parece una acción voluntaria esto de llevar tierra a la boca, excepto si se es geófago o, como indican los autores, si se fuma, y se transporta la tierra a la boca al llevar el cigarro. En conclusión, para Kissel y sus colegas, aquella cifra de 500 miligramos por día es claramente exagerada. De llevarnos alguna vez tierra a la boca, llevamos menos.

Por hoy no me alargo más, otro día seguiremos con la geofagia.

*Calabrese, E.J., E.J. Stanek III, P. Pekow & R.M. Barnes. 1997. Soil ingestion estimates for children residing a Superfund site. Ecotoxicology and Environmental Safety 36: 258-268.

*Kissel, J.C., J.H. Shirai, K.Y. Richter & R.A. Fenske. 1998. Empirical investigation of hand-to-mouth transfer of soil. Bulletin of Environmental Contamination and Toxicology 60: 379-386.

*Young, S.L., M.J. Wilson, D. Miller & S. Hillier. 2008. Toward a comprehensive approach to the collection and analysis of Pica substances, with emphasis on geophagic materials. PLoS ONE 3: e3147.

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