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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Chicas

De siempre se ha dicho que a las chicas no les van las “mates”. Sospecho que es pura leyenda urbana; como primer dato, en mi Facultad de Ciencia y Tecnología, de la Universidad del País Vasco, en el curso 2003-2004, que es el último del que tengo datos, el 67,74% de los alumnos matriculados eran alumnas (por cierto, en aquel año el porcentaje más alto de chicas en Matemáticas de todas las universidades españolas). Para aclararme me puse a buscar bibliografía reciente sobre este asunto y he encontrado algunas cosas interesantes. En primer lugar, Nicole Else-Quest y su grupo, de la Universidad de Villanova, en Pennsylvania, se propusieron ver si este odio mutuo entre mujeres y matemáticas existe y, de existir, ver cómo se construye. Repasaron dos bases de datos internacionales sobre ciencia y matemáticas: la base de datos Tendencias en el Estudio de las Ciencias y las Matemáticas (TIMSS son las siglas en inglés) y la base de datos Programa para el Seguimiento Internacional del Estudiante (que dió lugar al famoso Informe PISA), que, entre ambas, representan a 493495 estudiantes, de 14 a 16 años, de 69 países.
Los autores encuentran que la diferencia entre sexos, a nivel global, es mínima, pero que la diferencia entre sexos en los diferentes países puede llegar a ser enorme. Así, en cuanto al éxito en los estudios de matemáticas, la diferencia va desde Bahrain, con las mujeres en lo más alto, hasta Túnez, con las mujeres en lo más bajo; curiosamente, Egipto, junto a Suecia, Indonesia o Gran Bretaña, no presentan diferencias entre sexos. Por ahí cerca está España, tendiendo un poco hacia los chicos. Y en cuanto a la actitud ante las matemáticas, vamos de Bahrain, con máximo para las chicas, hasta Hong Kong, con máximo para los chicos; Inglaterra, Suecia o Corea del Sur están en el centro de la tabla, donde no hay diferencias entre sexos.
En conclusión, las diferencias entre sexos respecto de las Matemáticas dependen más del país y de su cultura que de la existencia de una diferencia intrínseca entre hombres y mujeres. Cuando Nicole Else-Quest y su grupo compararon estos resultados con otros indicadores sociológicos de cada país, encontraron que la igualdad de sexo en la asistencia a la escuela, la presencia de la mujer en la investigación, y el número de mujeres en el parlamento son indicadores muy buenos de que, en ese país en concreto, no hay diferencias entre sexos respecto de las matemáticas.
Como un clavo más en el ataúd de la diferencia entre sexos sobre las matemáticas es el trabajo de Janet Hyde y Janet Mertz, de la Universidad de Wisconsin en Madison, que se puede decir que completa los resultados de Nicole Else-Quest. En vez de utilizar dos bases de datos de muchos países que tratan alumnos de parecida edad (14-16 años), Hyde y Mertz analizan datos de múltiples bases de datos que cubren la edad desde la infancia hasta la adolescencia y, también, diversas culturas. La conclusión más importante, como en el trabajo anterior, es que la diferencia ante las matemáticas en las chicas proviene de la cultura y no de la biología ya que no encuentran diferencias debidas a la edad.
Por otra parte, la transmisión cultural de que las chicas son malas para las “mates” puede llegar desde los lugares más insospechados y no sólo del ambiente cultural general de un país, como supongo muchos se estarán figurando según leen este texto. Por ejemplo, Estados Unidos es uno de los países que más luchan contra la discriminación, no sólo de sexos sino de todo tipo, y, sin embargo, sigue existiendo la leyenda urbana de las diferencias ante las matemáticas. Cuando Sian Beilock y su grupo, de la Universidad de Chicago, intentaron aclarar este contrasentido acabaron volviendo a la escuela elemental. En Estados Unidos, más del 90% de las maestras de las escuelas elementales son mujeres y muchas de ellas, la mayoría, se han criado y han estudiado con la creencia de que las matemáticas no les van. Así, cuando dan clase de matemáticas, se ponen nerviosas y transmiten esa sensación a sus alumnos y, sobre todo, a sus alumnas. En las encuestas a sus alumnos, Beilock y sus colegas encontraron que, contra más apurada se veía la maestra al enseñar matemáticas, más creían sus alumnas que “los chicos son buenos en matemáticas, y las chicas son buenas para la lectura” y, esas alumnas, más tarde, obtenían peores notas en matemáticas. Es un inesperado escenario de transmisión cultural de una creencia que no es cierta, que, como he dicho, es una leyenda urbana.

*Beilock, S.L., E.A. Gunderson, G. Ramirez & S.C. Levine. 2010. Female teachers’ math anxiety affetcs girls’ math achievement. Proceedings of the National Academy of Sciences USA 107: 1860-1863.
*Else-Quest, N.M., J. Shibley Hyde & M.C. Linn. 2010. Cross-national patterns of gender diffrences in Mathematics: A meta-analysis. Psychological Bulletin 136: 103-127.
*Hyde, J.S. & J.E. Mertz. 2009. Gender, culture, and mathematics performance. Proceedings of the National Academy of Sciences USA 106: 8801-8807.

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