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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Recuerdos

Atención, pirata, otro post más que va de música. Y de recuerdos. Tanto es así, que los autores casi aseguran, desde el mismo título de su artículo, que se puede reconstruir la autobiografía a partir de los recuerdos generados por la música. Personalmente, creo que tienen razón, pero es sólo mi opinión. Vamos al trabajo. Los autores son Elizabeth Cady y sus colegas, de la Universidad Estatal de Kansas, que intentan demostrar que un sonido concreto puede evocar la memoria de un pasado concreto. Según los autores, y parece obvio, se debe conocer la canción, haberla oído con anterioridad y, para que ejerza efecto sobre la memoria, el sujeto debe sentir, si se puede decir así, que suena en el interior de su cabeza. La música, de esta manera, nos transporta a determinados momentos de nuestra vida.

El estudio se hizo en 124 personas, de 18 a 20 años, a los que se pidió que hicieran una lista de canciones referidas a cinco periodos de su vida: infancia, escuela, bachiller, principio y final de los estudios universitarios (en sus equivalentes en Estados Unidos). En la segunda parte del experimento, los sujetos eligen y escuchan las canciones que más se repiten en la lista anterior. Curiosamente, hay determinadas canciones que despiertan recuerdos a muchos de los sujetos del experimento (no hay que olvidar que tienen casi la misma edad y, si puedo decirlo así, escucharon los mismos 40 Principales). Así, Ice Ice Baby, de Vanilla Ice, trae recuerdos del instituto al 26% de los participantes, y Gangsta’s Paradise, de Coolio, del bachiller al 36%. Incluso esta memoria se dispara sin oir la canción, sólo con el título, parte de la letra, escuchar un fragmento mínimo o la imagen del artista. Es decir, estos últimos resultados parecen demostrar que estas imágenes ponen en marcha la música en la cabeza y, a continuación, se activa el recuerdo concreto. Otro dato más: la canción que más hace recordar la infancia a los sujetos del experimento es, no podía ser otra, el Happy Birthday. (Y para acabar, un apunte personal que por eso va entre paréntesis; a mí todo esto me debe funcionar también al revés. Tengo una amiga que asegura que escucho más música rock cuando me gusta alguien. En primer lugar, no debería haber gente que le conozca a uno tan a fondo; y dos, ahora mismo, mientras escribo esto, escucho Outlandos d’Amour, de The Police).
Por cierto, esto de los recuerdos provocados por la música no sólo nos autobiografía sino que, si los recuerdos son agradables, hasta viene bien para la circulación. Michael Miller y su grupo, de la Universidad de Maryland en Baltimore, lo han demostrado con diez voluntarios que escuchan música que ellos mismos clasifican como agradable o desagradable (les produce ansiedad). Como controles observan videos cómicos o cassettes que inducen a la relajación. Para cuantificar una mejor circulación se les mide el diámetro de las arterias: a mayor diámetro, mejor circulación (recuerden que las enfermedades cardiovasculares se producen cuando se obstruyen las arterias). Cuando escuchan música agradable, la arteria aumenta un 26% y, por el contrario, la música desagradable disminuye el tamaño de la arteria en un 6%. Los videos cómicos aumentan las arterias un 19% y los cassettes de relajación hasta un 11%. Está claro, la buena música mejora la circulación. La música elegida por los participantes es muy variada pero la mayoría elige como relajante la música country y como creadora de ansiedad el heavy metal (ya estamos otra vez). Supongo que hay tantas músicas de uno u otro tipo como sujetos pues, como Elizabeth Cady demostró en el trabajo anterior, una canción será agradable o no según los recuerdos que nos haga revivir.

Y, para finalizar, una breve nota. Todo esto ya lo sabían los dueños de los gimnasios. En un trabajo de Costas Karageorghis y su grupo, de la Universidad Brunel de Londres, con 30 participantes, se demuestra que la música cuidadosamente elegida, según el ritmo de cada persona, puede mejorar el rendimiento físico al hacer ejercicio hasta en un 15%. Incluso Karageorghis organizó una media maratón científicamente programada con canciones elegidas por su grupo de investigación; no he conseguido encontrar datos de cómo acabó esta carrera. Pero sí puedo añadir que The best, de Tina Turner, o Las cuatro estaciones, de Vivaldi, son buena música para un ejercicio de intensidad media, mientras que Everybody needs somebody to love, de The Blues Brothers, o la Overtura de Guillermo Tell, de Rossini, son ideales para un ejercicio agotador.

*Cady, E.Y., R.J. Harris & J.B. Knappenberger. 2008. Using music to cue autobiographical memories of different lifetime periods. Psychology of Music 36: 157-177.

*Karageorghis, C.I., D.A. Mouzourides, D.L. Priest, T.A. Sasso, D.J. Morrish & C.L. Walley. 2009. Psychophysical and ergogenic effects of synchronous music during treadmill walking. Journal of Sport & Exercise Psychology 31: 18-36.

*Miller, M., V. Beach, C. Mangano & R.A. Vogel. 2008. Positive Emotions and the Endothelium: Does Joyful Music Improve Vascular Health? Oral Presentation. American Heart Association Scientific Sessions, 11/11/2008. Circulation 118: S_1148.

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Por Eduardo Angulo

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