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Autoestima III

Hoy regresamos releyendo el capítulo 2 de “Tus zona erróneas” de Dr. Wayne W. Dyer.

Comienza su capítulo “El primer amor” con la frase siguiente:

“La propia-estima no puede ser verificada por los demás. Tú vales porque tú dices que es así. Si dependes de los demás para valorarte, esta valorización estará hecha por los demás”.

Es muy cierto que nuestra autoestima la hemos de valor nosotros, pero… valorando y aprendiendo de lo que los demás nos muestran, eso unido a nuestro propio juicio, nos permite valorarnos a nosotros mismos.

Si solo nos valoramos nosotros mismos, desde el punto de vista que somos perfectos, que todo lo hacemos bien, que somos los más guapos, resultaría que estamos en las garras del egocentrismo, si solo valoramos lo que los demás opinan de nosotros fácilmente nos infravaloraremos e incluso probablemente entremos en los terrenos dominados por la depresión.

Entonces para no ser unos egocentristas o terminar infravalorados por nosotros mismos, siendo pasto de una depresión de caballo… ¿Qué debemos hacer?

Lo primero de debemos hacer es utilizar nuestra mente, ser justos con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea, valorar nuestros hechos, a nosotros mismos, valorar los hechos de los demás hacia nosotros, valorar las opiniones que el mundo nos da de nosotros mismos, juntando todos estos datos y alguno más que encontraremos, a partir de ahí hacer una valoración justa.

El resultado de esta amalgama de datos, es lo que realmente debemos opinar de nosotros mismos, saber hacerlo, ser justos, equilibrados en la valoración, no es tarea fácil, pero es lo que hay, y así es como personalmente opino que se ha de hacer.

Los niños, como autoprotección suelen ser egoístas, quiero este juguete, no le dejo mis juguetes a mi hermano, quiero la atención de mis progenitores…

Por otra parte se les enseña a perder ese egoísmo, enseñándoles que quienes mandan son los adultos, obligándoles a compartir o no comprarles ese capricho que tanto ansían.

Después llega la adolescencia y la desconfianza en ellos mismos alcanza su máximo exponente.

Todo esto nos influye fuertemente en nuestra edad adulta.

Pero en la edad adulta tanto las personas que nos rodean, la sociedad, los medios de comunicación, no dejan de bombardearnos diciéndonos como tenemos que ser y que tenemos que hacer.

Muchos de nosotros, como corderitos, consciente e inconscientemente solemos hacer caso a esos mensajes y seguirlos al pie de la letra ¿por qué?

¿Por qué hemos de disimular nuestros olores con colonias?

¿No basta con ducharnos con un gel normal?

Nos dicen que tenemos que oler a aloe-vera, o a rosas… pues a enriquecer a la química de moda, comprando sus fragancias…

¿Por qué hemos de ser delgados?

Porque la obesidad es perjudicial… os recuerdo que la anorexia es una enfermedad grave.

¿Por qué abunda el sobre peso?

Quizás, porque la sociedad en la que vivimos nos incitan a consumir para enriquecer las multinacionales de la alimentación, porque no comemos para alimentarnos, porque comemos por el “vicio” (yo el primero) de comer y beber.

En resumen, debemos ser un poco egocentristas y querernos nosotros mismos, pero siempre sin eclipsar al resto del mundo.

Como en varias ocasiones os he escrito “nuestro derechos se terminan donde comienzan los derechos de los demás”.

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