Eunate y Olcoz se sitúan en un escenario en perfecta correlación de los conceptos del arriba y el abajo. El paisaje de la noche ha pintado mucho en nuestro pasado cultural. La simetría entre la visión celeste y nuestra realidad terrenal constituye la idea originaria y creativa más importante en la historia de la humanidad. El hombre ha traspasado al firmamento sus experiencias vitales y ha situado en las estrellas sus ideas de transcendencia. He señalado y remarcado el juego de dualidades de estas dos construcciones en post anteriores. Y he mostrado una curiosa observación en su relación: Lo que vemos aparecer desde Eunate sobre la Peña del Abrigo, la peña negra, lo vemos más tarde sobre la Peña de Unzué, la peña blanca, desde la iglesia de Olcoz. En estos diálogos de las obras y su entorno el encaje de una figura peculiar destaca sobre todas las demás: la constelación de Orión . La observación atenta y los ajustes correspondientes que podemos realizar con la herramienta de Stellarium nos muestran la visión del s. XII, fecha en la que fueron construídas.
Orión es una de las figuras que conforman las constelaciones más llamativa y con mayor peso en la historia de la astronomía. Está colocado además junto a la estrella más brillante de la noche: Sirius. Es muy fácil de reconocer y en especial durante el invierno. Llama poderosamente la atención el paquete de las tres estrellas centrales que se conocen como el Cinturón de Orión.
Los árabes que nos transmitieron los viejos saberes del firmamento dan a este grupo estelar una doble denominación: Los Tres Reyes y Las Tres Marías. Este dato confirma la consideración de la dualidad nacimiento-muerte en las tradiciones culturales más antiguas y que recogerá el cristianismo. Los Tres Reyes confirman el nacimiento en el “mundo material”. Las Tres Marías confirman la “resurrección”, el re-nacimiento en la “otra vida espiritual”.
Desde la geometría hay que destacar que Orión forma parte de la Vía Láctea en el cruce con el Ecuador Celeste, y que hace muy visible el sentido de giro de las estrellas. Orión sale con su cinturón en posición erguida casi vertical y se oculta en posición casi horizontal. La tripleta estelar aparece en plena erección con toda su potencia vital y se oculta en posición decaída, descompuesta, muerta. Verticalidad-vida y horizontalidad-muerte. Desde su situación ecuatorial adquiere mucha importancia en el modelo ideal de la esfera perfecta. En las distintas cosmogonias o concepciones sobre los orígenes del mundo y de nuestra vida la esfera representa el modelo originario de perfección. Modelo que no se cumple en la realidad y que se asocia a una falta histórica, a “la caída”. La posición que ocupa Orión en el ecuador central le confiere en las mitologías, en las concepciones de las diferentes culturas un papel protagonista que tendrá que ver con los intentos del ser humano por recuperar aquella perfección perdida y por reconstruir una nueva posición. En la mitología griega aparece como un gigante pastor-cazador acompañado de sus inseparables perros.
Destaca en la cultura egipcia la relación de Orión con Osiris, dios del inframundo, del mundo de los muertos. Isis se representa en la estrella Sirius y recompone el cuerpo fragmentado de Osiris en una nueva vida. La aparición de la estrella tras el largo periodo en el que permanece invisible coincidía con las crecidas cíclicas del Nilo. Las pirámides de Egipto, la obra más importante que conservamos de las llamadas maravillas del mundo clásico, confirman la particular vinculación con Orión muy acorde con su sentido funerario y de trascendencia. Orión era el paso por la puerta celeste hacia la otra vida, especialmente vinculada con la Vía Láctea. En especial las pirámides de Gizeh reproducen la posición estelar del Cinturón de Orión (lo que ha resultado muy discutible no ha sido esta apreciación sino las implicaciones relativas a la fecha de construcción). Esta referencia va a marcar un dato importante en la tradición constructiva medieval si profundizamos en las raíces culturales del mundo greco latino y en especial en las corrientes del pensamiento hermético.
Las modernas concepciones feministas ponen al descubierto la inversión de valores y el salto que supone la vinculación de la estrella más brillante, Sirius con una diosa femenina dominante, diosa madre: Isis y el cambio a una estrella redefinida como perro, el Can mayor, animal que representa la fidelidad y la sumisión. Entre medias encontramos en la muy reciente recuperación del Atlas de Farnese la conformación de Sirius como animal con cuernos, posiblemente como cabra de Artemisa. Si ha levantado encendidas polémicas la lectura de esta escultura nadie, para mi sorpresa, presta atención a la representación de la estrella que más luce.
En los modernos estudios de antropología del imaginario, en especial G. Durand, se destaca la importancia del instinto de especie, de las pulsiones biológicas humanas ya señaladas por la psicología infantil. La pulsión de la luz, la percepción de la dualidad que marca nuestro ritmo biológico: día-noche, luz-oscuridad y la pulsión postural, somos animales bípedos erguidos y dedicamos los mayores esfuerzos a ponernos y caminar de pié. La importancia que todas las culturas han dado a Orión se puede entender mejor porque concentra de manera especial estas dos características marcadas por nuestra biología: la luminosidad de su estrella- perro y la inclinación variable del cinturón.
Las prisas de la vida moderna (y algo más) no nos permiten detenernos en estas observaciones. Mal podemos recuperar el sentido creativo si todo este bagaje va a la basura. Junto a la clave de ambas puertas de Eunate y Olcoz los canes de Orión todavía hoy nos ladran. ¿Quién quiere escucharlos?. El Gobierno de Navarra o “ a quién corresponda” debería poner el típico cartel anunciador de ¡Cuidado con los perros!.
NOTA DE APOYO:
Acabo de enterarme de la iniciativa desde los blogs en contra de los recortes de presupuesto en investigación. Estoy completamente de acuerdo. MI APOYO MÁS ROTUNDO.