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IÑAKI CERRAJERIA

La ilustración

El cuerpo entre vidrieras

 

 

MOBILIARIO URBANO por ÁNGEL RESA

La directora de la UNED pregona la Semana Santa vitoriana con la lupa de la literatura sobre la inevitable enfermedad

Dos circunstancias me incitaron el jueves a traspasar los umbrales de la iglesia de San Pedro. Una personal, el breve conocimiento de la pregonera que levantaría el telón o alzaría el sudario de la Semana Santa vitoriana. Otra, el eje central de su discurso. La directora de la UNED en la capital alavesa, filóloga versada en el arte de las letras, había adelantado su interés por hablar nada menos que del cuerpo en un templo dedicado a los nutrientes del alma. Y allí, dentro de la grandilocuencia gótica con sus techos alzados al cielo que se opone al recogimiento propio del románico, esta navarra sin remedio por el origen indiscutible de sus apellidos se refirió certeramente a una errónea percepción religiosa. La de considerar la carcasa física que nos contiene como una cárcel para el espíritu. Interesante, sin duda.

Y así fue. Teresa Imízcoz Beúnza, pamplonesa por todos los puntos cardinales de su genealogía, se lamentó de ser la primera mujer en anunciar las jornadas de la pasión frente a un público mayoritariamente de su sexo, claro está. Y es que el sector femenino de la humanidad nos saca varias traineras a los hombres en cuanto al deseo de sumar conocimientos y sorber el elixir de la cultura. “No voy a dar un sermón. Obviamente no soy cura”, dijo a modo de prefacio. A la vista quedaba. Ni siquiera la revolución de Francisco, este Papa que parece caer mejor a los agnósticos que a los creyentes, ha sellado aún el anhelo justo de la igualdad. También entre las túnicas sagradas. Paciencia, que tal vez todo se andará.

Teresa partió del sufrimiento físico de Cristo para colocar la lupa de la literatura sobre la maldita e inevitable enfermedad. Explicó cómo un diagnóstico indeseable cambia el tablero del juego, de qué modo la dolencia grave establece un antes y un después en la biografía del paciente. De pronto todo muda, la vida queda condicionada. La persona que aguardaba ante la puerta del médico modifica sus pensamientos y percepciones tras escuchar el veredicto acerca de su cuerpo. “El enfermo preserva su intimidad en circunstancias adversas”, manifestó la pregonera. La conferenciante aludió a pasajes evangélicos, a Frank Kafka, a Muñiz Molina, a Almudena Grandes, a Raymond Carver con su espléndido relato ‘Catedral’…

La directora del centro vitoriano de la UNED abrió el marcador del partido a la primera oportunidad. Apostó a caballo ganador con la lectura de las frases que abren ‘La Metamorfosis’. Bastan esas primeras líneas para comprender que nos hallamos ante la plenitud literaria de un genio, el del atormentado autor checo. “Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. Sublime introducción. A partir de ese golpe seco, Teresa esbozó un canto al hecho corporal entre retablos y vidrieras que siempre han procurado negar la relevancia del armazón físico.

Hay comienzos de libros que se cosen a la memoria con la fuerza devastadora de un martillazo. Ocurre en ‘Cien años de soledad’, obra suprema de Gabriel García Márquez. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. ¿Alguien da más? O el inicio de ‘La Regenta’, novela inconmensurable de Leopoldo Alas ‘Clarín’. “La heroica ciudad dormía la siesta”. Poco comparado con la oración que abrocha esta creación formidable. “Había creído sufrir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo”.

Fue una tarde interesante la del jueves por escuchar a una mujer delante del altar que las tiene vetadas. Y por la reivindicación corpórea en una iglesia que tradicionalmente ha relegado el cuerpo a un mal necesario. Pero también una velada inquietante para quienes padecemos el castigo insoportable de la hipocondría. Miraba uno la crucifixión y elevaba los ojos hacia las bóvedas que invitan a traspasar el umbral de esta vida mientras creía notar todos los síntomas imaginables de las enfermedades sin retorno. Malditos pensamientos terminales que siempre anticipan el sufrimiento.

La actualidad en una sonrisa. Por Iñaki Cerrajería

Sobre el autor

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