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IÑAKI CERRAJERIA

La ilustración

El ocaso de una liturgia

 

 

MOBILIARIO URBANO por ÁNGEL RESA

Los nuevos soportes, la piratería y el precio de las entradas muerden la pierna ya flaca del cine en Vitoria

De pequeño oía hablar de cine en casa. Mi padre -como tantos otros de su generación- metía más horas en el curro que un reloj, estudiaba hasta el anochecer en la venerable Escuela de Artes y Oficios y libraba los domingos. Demasiadas horas ocupadas y una oferta de ocio tan estrecha que los chavales de ahora no podrían creer. En aquella época oscura las diversiones se reducían a la sota, el caballo y el rey. Entonces el fútbol de empresas era un acontecimiento importante y él jugaba de lateral derecho en el Vesa. Un adelantado a su tiempo porque lucía pañuelo a la altura de la frente. ¿Imagen? No. Un modo eficaz y rudimentario de protegerse ante el correaje recio de aquellos balones que garantizaban brechas en cada cabezazo. No existían sueldos, primas ni contratos desplegables como el de Neymar. (Valgan casos en otros clubes para que nadie se ofenda). A aquellos jugadores aficionados les pagaban en especies. Por ejemplo, el equipo de la Vitoriana de Espectáculos distribuía entradas a sus muchachos en una década, la de los cincuenta, donde se estrenaban películas casi a diario.

Así que el hombre vio una jartá de cine. Conocía a todos los actores secundarios con predilección especial por Edward G. Robinson, habitual del género negro donde encajaban perfectamente sus facciones de bulldog. Llegó a saber mucho del tema por la fuerza irrebatible de la costumbre. Pongamos que cuatro o cinco lustros después, cuando el cronista deambulaba entre la infancia y la adolescencia, el séptimo arte –nunca he entendido el orden- formaba parte del hábito familiar. Mis padres acudían los sábados por la tarde, en torno a las siete, para cumplir el rito semanal. Sus preferencias se inclinaban por el Astoria Palace (ese apellido cosmopolita en una ciudad provinciana) o el Gasteiz. Era cuando el rotulista Bastida presentaba las películas en cuadros de gran formato con los rostros de las estrellas.

No soy gran aficionado al celuloide y menos un entendido en la materia. Pero recuerdo, por supuesto, un montón de salas donde se proyectaban cintas en aquella Vitoria previa a la Transición. El Ideal o Albéniz, el Amaya de las sesiones dobles, el Samaniego, los dos mencionados en la calle General Álava y el Iradier. Más tarde, los toques vanguardistas que a la capital alavesa procuraron las aperturas del Azul y el Mikeldi. Pero antes, las emisiones dominicales en el colegio a la hora de la digestión. Imposible olvidar ‘Los diez mandamientos’ en las sillas de tijera que nos marcaban el culo a franjas horizontales. Para el cuarto de los preceptos divinos ya andaba uno lamentándose por la exagerada extensión de las tablas de la ley.

Esta misma semana hemos conocido la clausura inminente del cine en el centro comercial Gorbeia, ese enorme complejo a diez kilómetros de la ciudad que queda a desmano de nuestra sociología sedentaria. Su bajada de persianas devuelve Vitoria a los años noventa, con 17 salas repartidas entre El Boulevard y Florida. Suena a tijeretazo acorde con esta era de los recortables tras un goteo de caídas. Tampoco parecía natural el número 61 del año 2003, una cantidad superlativa para el tamaño demográfico de la ciudad. Quizá ni tantas entonces ni tan pocas ahora.

Las nuevas tecnologías y sus variados soportes para consumir cine han velado la hermosa liturgia de formar cola frente a la taquilla y adentrarse en la oscuridad aliviada por el fulgor de la pantalla. (¿Dónde se quedaron los acomodadores de aquellos recintos grandes como teatros?) También la piratería, cómo no, ha inoculado a la séptima de las artes el mismo veneno que afecta a otras expresiones. Mientras se admite la obligación de pagar por pantalones, camisas, manzanas y filetes flota la idea de que los autores intelectuales se nutren de dos moléculas de hidrógeno y otra de oxígeno. Pero tal vez los exhibidores deberían reparar en que los 8,10 euros más el botellín de agua al precio de cerveza bávara y el baúl de palomitas en formato de cartón retraen a más de cientos. Invita el hijo a sus amigos al cine por el cumpleaños y entran ganas de decirle. “¿Y no preferirán que los lleves a Arzak”?

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La actualidad en una sonrisa. Por Iñaki Cerrajería

Sobre el autor

La intención de este blog es recopilar mi trabajo diario en las páginas de EL CORREO. Caricaturas de escritores y otros personajes, las elecciones vascas con humor, páginas especiales, planas sobre fiestas de Vitoria-Gasteiz, San Prudencio, San Juan del Monte,... El fútbol con las jornadas del Deportivo Alavés, recreaciones de juicios, las ilustraciones para artículos y por supuesto, las tiras diarias de las ediciones de Álava y los domingos de Bizkaia y Miranda de Ebro. Desde todos estos espacios podéis acceder a las noticias, datos adjuntos y participar de forma activa añadiendo vuestros comentarios e ideas. Asimismo, encontrareis en las secciones del blog distintos trabajos que han sido publicados en años anteriores y que poco a poco voy añadiendo. Espero que sonriáis un poco navegando en este espacio.

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