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IÑAKI CERRAJERIA

La ilustración

Y Revilla se subió a la mesa

 

 

MOBILIARIO URBANO por ÁNGEL RESA

El expresidente cántabro revienta la Casa de la Cultura con ese apellido que le faculta para denunciar a los chorizos

Ya les gustaría a los políticos locales, y a la mayor parte de otros con mayor proyección geográfica, liar la marimorena que montó Miguel Ángel Revilla el lunes por la noche en la Casa de la Cultura. El expresidente de Cantabria, aupado en su día al poder sobre la cabalgadura del   Partido Regionalista por la enemistad entre PP y PSOE, es un hombre bajito y enérgico que canta las verdades del barquero de San Vicente. Muy propio en una tierra con amplios pastos interiores para las vacas y actividad pesquera en las aguas del Cantábrico. Se le acusa de populista y, como habitamos un país donde las etiquetas clasifican a la gente de una manera inflexible, ya parece que todo cuanto diga son pompas etéreas de jabón sin chicha ni limoná. No debió parecer así a un auditorio muy numeroso que escuchó lo que quiere oír, que reclama discursos preñados de lógica y sentido común.

A Revilla le reprocharán algunos que nada a favor de la corriente. Bueno, en cierta manera, porque esas diatribas que satisfacen a los sufridos administrados disgustan igualmente a los poderosos. Este señor septuagenario habla por debajo del bigote con la claridad opuesta a la que usan políticos del ‘establishment’, encantados de su lenguaje críptico para consumo interno de ejecutivas y congéneres que han hecho de los eslabones de cargos públicos un modo vitalicio de ganarse las habas. Revilla no es ajeno a ello, pues lleva décadas al mando de su formación política y sumó dos legislaturas en la primera línea de Cantabria. Pero le distingue del resto su conexión con la gente, como quedó de manifiesto el lunes frente a la estatua de Ignacio Aldecoa o en aquella encuesta del CIS que lo proclamó el presidente autonómico a quien mejor valoraban los ciudadanos.

Un espectáculo su irrupción en la Casa de la Cultura. Era tanto el personal dispuesto a escuchar sus proclamas para expulsar a los mercaderes de los templos que la sala reventó el aforo. Y lejos de abandonar a quienes no podían acceder al interior, el hombre se subió a la mesa del vestíbulo para resumir ante un auditorio congregado a sus pies los principios que ya se recitan como el estribillo de una canción. Todo lo populista que se quiera, pero tirando con dardos dialécticos a la diana de los que crearon una economía virtual que perjudica realmente la esperanza humana. Habló en román paladino de cuanto denuncia el muy recomendable documental ‘Inside Job’, extenso repaso al mamoneo de bancos, políticos sin escrúpulos, ojos que no ven y agencias de calificación contaminadas. Aquí viene a cuento recordar que la víspera de su demolición, Lehman Brothers presumía de la máxima nota que fijan los certificadores de la fiabilidad.

Revilla se vino arriba con su distribución de leña a diestro y siniestro. Sobre ese podio improvisado arremetió contra los recortes que dañan, en especial, al trípode de colectivos vulnerables que forman los niños, los ancianos y los dependientes. El político que llegaba a La Moncloa en taxi y con su lata de anchoas como regalo anda ahora de gira, como las estrellas del rock, en un circuito que le conduce a los platós y a recorrer las ciudades donde le llaman. Que son muchas. Hizo parada en Vitoria para vender su libro “La jungla de los listos”, una denuncia por escrito que podría leerse como el diccionario de sinónimos de la indecencia. Nada que objetar mientras no reivindique el grosero superego que gastó Paco Umbral en aquel programa televisivo.

Tras casi veinticinco minutos de zarpazos encadenados y gotas ácidas de humor, Miguel Ángel se despidió de su público oficioso –el oficial se revolvía impaciente en las butacas- con un beso al aire y la conciencia plena de haber alimentado el encabronamiento colectivo  contra “los depredadores” (Revilla dixit). Así que descendió de la mesa y entró en la sala mientras ya a su espalda se formaban colas para adquirir la publicación. Y su obra se vendía  como si fueran rosquillas de anís en la romería de San Prudencio. A este hombre bajito y enérgico hasta el apellido le faculta para hablar de tantos chorizos.

La actualidad en una sonrisa. Por Iñaki Cerrajería

Sobre el autor

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