El Alavés es una pieza de porcelana que se quiebra con una ráfaga de viento y necesita elevadas dosis de pegamento cuando trata de volver a su ser. Ayer, con el estreno de ‘Manix’ Mandiola en el banquillo como pretendido revulsivo, el año comenzó con viejos vicios y sin atisbo alguno de que el equipo albiazul haya tomado la resolución de adoptar hábitos saludables con la entrada de 2009. Bastó que el Huesca, un equipo sólido y con gusto para combinar en ataque, sacase provecho de un penalti en su primera aproximación al área vitoriana para que la figura alavesista se deformase en El Alcoraz hasta dejar en el reducido campo oscense la sensación de visitante amable.
Huesca-2 Alavés-0