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La luz al final del túnel

A todos nuestros mandos, heroicos, les encanta decir que “se ve ya la luz al final del túnel” o que no se ve. La metáfora se ha convertido en un concepto básico de la política española. Ésta consiste en otear luces desde el hoyo y comunicar el resultado. Se debate sobre si hay luz o no, pero hay pleno acuerdo sobre que estamos en un túnel. Cabe imaginárselo oscuro, frío, negro: nuestro estado natural.

Vivimos en un túnel, de creerles. No es un lugar transitorio creado por la Crisis Fatídica. No: siempre estamos en un túnel oteando luces al fondo. En las épocas de bonanza eran otras las luces que se vislumbraban al final del túnel: el final del terrorismo, la libertad vasca, lo que fuere. Nuestros políticos son muy buenos en imaginarnos dentro de un túnel. Se sienten profetas que ven luces a lo lejos y nos lo anuncian. La política española da en virtual. No se discute sobre si saldremos de la crisis. Sólo sobre si se ve la luz. La función que se adjudica el político es comunicarnos esa nueva. Eso es todo.

Pese a su optimismo antropológico, Zapatero ya no suele ver luces al final del túnel. Antes sí. En la legislatura anterior las veía con frecuencia, para referirse al final de ETA. Ahora está más prudente. Ve “arriesgado predecir con precisión cuándo empezaremos a ver la luz del túnel” (febrero 2009). Menos mal que Salgado sí ve la “luz al final del túnel” de la crisis (desde noviembre). Chaves es más segurolas: cree que cuando la gente “vea la luz al final del túnel” “el ánimo cambiará”. La alegría no llegará por el final del túnel, sino por la luz. Alonso, hombre realista, no ve nada, pero piensa que en 2010 “empezaremos a ver el final del túnel”. Por ahora sólo ve túnel. Lo mismo le pasa a Montilla, que se las pinta solo para hundir la moral: “espero que haya luz al final del túnel pero creo que aún no hemos tocado fondo”, planteando la inquietante hipótesis de que ni siquiera exista la luz. Rubalcaba nada y guarda la ropa: “vemos la luz al final del túnel pero el túnel todavía sigue”. Y lo que te rondaré.

La que sí ve luces es Pajín. Las veía en verano. En primavera. Las veía el pasado invierno. Quizás tiene vista más aguda que los demás. A ella no le preocupa que sus compañeros de partido no vean la luz. El que le indigna es el PP, “pues se empieza a ver la luz en el túnel a pesar de que el PP no lo reconozca”, según histórica apreciación de julio de 2009.

Tiene razón Pajín en lo del PP, pues Rajoy (y los demás en los ratos que no se insultan) suele afirmar que “no se ve la luz al final del túnel”. Pero sí sabe quién nos guiará a ella: el PP, “la alternativa que supone la luz al final del túnel”. De momento no hay esperanza.

También en la cosa vasca damos en obsesionarnos por la luz al final del túnel, bien que el túnel del que solemos hablar es otro. O son otros, cada cual tiene su túnel. Basagoiti y Ares ven la luz al final del túnel tras el golpe a ETA: para ellos el túnel es el terrorismo. Egibar ve con frecuencia luces al final del túnel. Llegarán cuando llegue la soberanía prometida. También Ibarretxe solía ver las luces en sus días de gloria, cuando lehendakari. En 2006 decía: “estoy convencido de que estamos viendo la luz del final del túnel”. Es el que mejor desarrolló la idea: “A la gente no nos gusta vivir a oscuras”. La luz era para él defender la identidad y desarrollar el Plan. Para los nacionalistas túnel querrá decir opresión española.

Hay discusiones sobre qué es la luz, y sobre si se la ve o no, pero coincidencia en que vivimos en túnel. La configuración de la política española sugiere que nunca saldremos de él, pues entonces los políticos no podrían atisbar luces al final de los túneles y se deterioraría su oficio.

La política española discute sobre una metáfora. Lo hace mediante actos de fe. La visión de luces al fondo se afirma de forma voluntarista, sin pruebas. Nuestros políticos construyen la realidad con espejismos.

Por Manuel Montero

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febrero 2010
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