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Monumentales Cure

 

 

Me imagino que, para los seguidores ocasionales o los simples curiosos, el monumental concierto que ofrecieron ayer The Cure en el Bilbao BBK Live tuvo que ser una experiencia abrumadora y, por momentos, bastante aburrida, pero lo siento mucho: no puedo ponerme en su lugar, porque yo estoy entre quienes habrían alargado con entusiasmo las tres horas hasta llegar a cuatro, cinco, ocho o veinte. Mi vínculo sentimental y biográfico con la mayoría de las canciones que tocaron es tan profundo que, ejem, yo mismo desconocía su alcance. Pero creo ser objetivo al afirmar que el grupo sonó muy bien (quizá faltó presencia a los teclados), que la voz de Robert Smith está mejor que nunca y que cualquiera puede encontrar en las 36 canciones interpretadas (Boys Don’t Cry, dos veces) algo que le guste, incluso que le guste mucho.

Los problemas técnicos con el teclado retrasaron el inicio del concierto unos tres cuartos de hora, pero también brindaron el momento inesperado y mágico de la noche: Smith, en un gesto que no se puede esperar de muchos líderes de bandas de este calibre (tan mirados con cuidar el dramatismo de su entrada grandiosa en escena) apareció con aire de marioneta descuadernada, explicó lo que ocurría en animoso castellano e interpretó con la acústica tres temas de comienzos de su carrera: Three Imaginary Boys, Fire In Cairo (je, je, una favorita personal) y un Boys Don’t Cry ralentizado. Solventadas las dificultades, el concierto fue recorriendo los vaivenes del extremismo emocional propio de Smith, cuya poética abunda en amores absolutos (esos en los que ya solo queda comerse al objeto de la pasión) y desesperaciones sin remedio, pero también en momentos de irreprimible gozo infantil, auténticos alegatos contra ese tono grave que siempre se les atribuye. ¡Ese The Caterpillar, por ejemplo!

Yo me emocioné especialmente con Pictures Of You,  que les quedó perfecta (me pregunta una compañera si lloré, qué atrevimiento, qué indiscreción), y también con ese The Same Deep Water As You que sirvió como primer bis, aluciné cuando la gente se puso a cantar la melodía de teclados de Play For Today (cuántos somos, oigan) y agradecí esa esencial excentricidad que les llevó a tocar temas como Bananafishbones o Just One Kiss. El segundo bis, casi un concierto en sí, fue un derroche de buen rollo en el que cupo The Blood, el tema aflamencado que se reservan para las citas ibéricas. Me marché envuelto en una nube, aunque eso no me ahorró tener que volver caminando hasta Santutxu.

La foto de arriba es de Luis Tejido para Efe. Y, caramba, aquí está ya el vídeo de Robert Smith en plan cantautor. Con esa despedida impagable: “Creo que debo traer al resto del grupo conmigo. Por eso es The Cure y no Robert Smith”.

 

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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