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¡Esto es Brooklyn!

Avance de '1Q84', la esperada nueva novela de Murakami

Por fin, después de años de espera, la editorial Tusquets pondrá a la venta este año (en febrero) los primeros dos tomos (en un único volumen de 744 páginas) de ‘1Q84’, la trilogía de Haruki Murakami (de quien somos fervientes admiradores en este blog, como sabéis) que fue una auténtica revolución en Japón, donde colocó decenas de miles de copias en pocas jornadas. Los japoneses asaltaban las librerías a medianoche cuando salía cada uno de los tomos. Y millones de japoneses no pueden estar equivocados, así que la cosa debe ser buena-buena de verdad.

Por fin, decía, podemos avanzar los primeros capítulos de la novela, cuyo título recuerda al ‘1984’ de Orwell, toda vez que ‘Q’ y el dígito 9 se pronuncian de forma similar en japonés.

Sinopsis al canto: En japonés, la letra q y el número 9 son homófonos, los dos se pronuncian kyu, de manera que 1Q84 es, sin serlo, 1984, una fecha de ecos orwellianos. Esa variación en la grafía refleja la sutil alteración del mundo en que habitan los personajes de esta novela, que es, también sin serlo, el Japón de 1984. En ese mundo en apariencia normal y reconocible se mueven Aomame, una mujer independiente, instructora en un gimnasio, y Tengo, un profesor de matemáticas. Ambos rondan los treinta años, ambos llevan vidas solitarias y ambos perciben a su modo leves desajustes en su entorno, que los conducirán de manera inexorable a un destino común. Y ambos son más de lo que parecen: la bella Aomame es una asesina; el anodino Tengo, un aspirante a novelista al que su editor ha encargado un trabajo relacionado con La crisálida del aire, una enigmática obra dictada por una esquiva adolescente. Y, como telón de fondo de la historia, el universo de las sectas religiosas, el maltrato y la corrupción, un universo enrarecido que el narrador escarba con precisión orwelliana.

Y los primeros párrafos (descárgalos aquí):

Primer libro (abril-julio).

La radio del taxi retransmitía un programa de música clásica por FM. Sonaba la Sinfonietta de Janácek. En medio de un atasco, no podía decirse que fuera lo más apropiado para escuchar. El taxista no parecía prestar demasiada atención a la música. Aquel hombre de mediana edad simplemente observaba con la boca cerrada la interminable fila de coches que se extendía ante él, como un pescador veterano que, erguido en la proa, lee la aciaga línea de convergencia de las corrientes marinas. Aomame, bien recostada en el asiento trasero, escuchaba la música con los ojos entornados.

¿Cuántas personas habrá en el mundo que, al escuchar el inicio de la Sinfonietta de Janácek, puedan adivinar que se trata de la Sinfonietta de Janácek? La respuesta probablemente esté entre «muy pocas» y «casi ninguna». Pero Aomame, de algún modo, podía. Janácek compuso aquella pequeña sinfonía en 1926. El tema inicial había sido creado, originalmente, como una fanfarria para una competición deportiva. Aomame se imaginaba la Checoslovaquia de 1926. La primera guerra mundial había finalizado, por fin se habían liberado del prolongado mandato de la Casa de Habsburgo, la gente bebía cerveza Pilsen en los cafés, se fabricaban flamantes ametralladoras y saboreaban la pasajera paz que había llegado a Europa Central.

Hacía ya dos años que, por desgracia, Franz Kafka había abandonado este mundo. Poco después Hitler surgiría de la nada y, de repente, devoraría con avidez aquel bello país, pequeño y recogido, pero por aquel entonces nadie sabía aún que ocurriría esa catástrofe. La enseñanza más importante que la Historia ofrece a las personas tal vez sea que «en cierto momento nadie sabía lo que sucedería en el futuro». Aomame se imaginaba el apacible viento atravesando las llanuras de Bohemia y, mientras escuchaba aquella música, reflexionaba sobre las vicisitudes de la Historia.
En 1926, el emperador Taisho– falleció y se produjo la transición a la era Sho–wa. En Japón también estaba a punto de comenzar una época oscura y abominable. El breve interludio de modernismo y democracia se terminó y el fascismo desplegó su poder. […]

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1q84, murakami

Por Aitor Alonso

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