Nunca habrá otro Michael Jackson.
No puede haberlo. El negocio de la música y del espectáculo en general no podría canalizar un éxito tan arrollador como el de Jackson con un modelo como el actual, desfasado, basado en el valor de algo (la copia en soporte físico de un contenido cultural) que ya carece de ningún valor. Nunca podrá haber una estrella planetaria del tamaño de Jackson. Nadie llegará a revolucionar tanto la música como hizo Jackson, que vendió más de 100 millones de copias de Thriller, reinventó el concepto de vídeo musical y consiguió crear un estilo de bailar propio pese a partir de pasos clásicos, inconfundible e imitado hasta la saciedad.
Nunca habrá otro Michael Jackson. Como tampoco habrá otra Madonna ni otros Beatles.
Lo mejor de Jackson es que consiguió la cima de su éxito con un disco de altísimo nivel. Los puretas os dirán que su primer LP en solitario, Off the Wall, es mejor que Thriller. No lo creo. Thriller condensa en 42 minutos toda la evolución que se podía pedir al sonido Motown, que Jackson cultivó junto a sus hermanos graciosamente durante su niñez y adolescencia. Beat It (pínchatela hoy a la salud de Jacko si hace mucho que no la escuchas) tiene probablemente uno de los mejores solos de guitarra de la música moderna (virtuosismos aparte). ¿Sabes quién lo firma? Nada menos que Eddie Van Halen. Jackson, otra cosa que le honra, es que siempre se ha rodeado de buenos músicos.
Nunca habrá otro Michael Jackson.
No puede sorprender su muerte. Jackson llevaba muerto mucho tiempo. Desde que hubo aquel ‘click’ en su cerebro y todo se acabó.

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