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Esplendor en la hierba

El espíritu de Luis Aragonés

Hoy quiero brindar un particular homenaje a Luis Aragonés, que tristemente nos dejó el pasado sábado.  En estas tres historias que aquí os dejo (hay varias más más jugosas en ‘Tres décadas en rojiblanco’, os lo digo de verdad), vienen a corroborar la personalidad del ‘Sabio de Hortaleza’, su faceta motivadora y el magnetimo e influencia que despertaba en su vestuario. Su espíritu. Su sello propio  para llevar a un grupo. En este caso, el del Atlético. Espero que os gusten.  

Luis despierta a Futre para motivarle ante Gorriarán

22 de enero de 1992. Nueve de la mañana. Luis Aragonés despertó a Futre en el hotel de concentración del Atlético. Esa noche, los rojiblancos debían remontar el 1-0 que el Oviedo traía de la ida disputada en el Carlos Tartiere. El técnico enseñó al delantero un periódico deportivo con un titular llamativo: “Hoy otra vez, Futre no tocará el balón”, decía Gorriarán, defensa carbayón. En los últimos partidos, el jugador del Oviedo le había tomado la medida al portugués. Luis comenzó a motivarle: “¿Quién es este tío?”, “Hoy les vas destrozar, le vas humillar”, le dijo el de Hortaleza.

La charla tuvo sus efectos. Esa noche manita colchonera a los asturianos y partido estelar de su capitán. Pletórico. El 10 abrió y cerró la goleada. Pero su aportación resultó más decisiva, ya que participó en los otros tres goles. En el 2-0 provocó la falta que Toni, con maestría, colocó en la escuadra. En el 3-0, galopada hasta la línea de fondo y pase medido que Moya cabeceó a la red. Y en el 4-0, tras irse por velocidad y recortar a dos contrarios, sirvió a Manolo, que en boca de gol, no perdonó. Futre no dudó en abrazarse a Luis y agradecerle que esa noche se quitó de encima una asignatura pendiente, y por fin, pudo desquitarse ante Gorriarán.

 

Futre se queda dormido y Luis se mosquea

14 de agosto de 1992. 98.30 horas. El Atlético se está entrenando en el Vicente Calderón. Carlos Cascallana, preparador físico, iba a llevar la voz cantante de una sesión en la que la faceta física iba a predominar. Los futbolistas, tras un ligero calentamiento, comenzaron a hacer unas series de velocidad. Luis Aragonés se acercó a la banda. Se le vio contrariado. ¿Sabéis algo de él? ¿Le habéis llamado?”, preguntó a uno de los hermanos Llarandi, utilleros de la primera plantilla.

El técnico regresó con paso lento al centro del campo moviendo la cabeza de un lado a otro a la vez que giraba con repetitiva rapidez el cordón del silbato que utilizaba en las sesiones. No pasaron ni cinco minutos cuando volvió a acercarse a la bocana de las escaleras que daban acceso a los vestuarios. Los utilleros al verle venir encogieron los hombros. “Si habláis con él, decidle que venga como sea”, gritó. Luis estaba encolerizado.

Era evidente que faltaba un futbolista. Hice un rápido recuento visual y me di cuenta de que Paulo Futre no estaba. Como los jugadores corrían por grupos volví a corroborar si realmente el portugués era el ausente. Bingo. Sí, Paulo se ha debido quedar dormido. Aparentemente, era el único periodista presente en la sesión. Miré a mí alrededor y no reconocí a ningún compañero. Vi sentados a un par de chavales en vaqueros y con camisetas blancas. Unos metros más arriba, un grupito de seguidores presenciaban la sesión. El acento les delató. Eran portugueses. El día antes, el Oporto se había enfrentado en un amistoso al Salamanca en la ciudad charra y se desplazaron a la capital para seguir las evoluciones de su ídolo. Pero su gozo se fue al pozo. Futre no estaba presente.

“El madrugón mereció la pena”, pensé. Comenzaron a llegar los compañeros. Nadie se percató de la ausencia del portugués. Acabó el entrenamiento y bajamos las escaleras que daban acceso a la antigua sala de Prensa. Pasamos por el rellano que estaba junto a la puerta del vestuario. Las caras de los utilleros y el resto del cuerpo técnico eran de seriedad. Ese día le tocaba hablar a Luis Aragonés. Aparentemente debía ser una rueda de Prensa rutinaria. Llegó el míster a la sala. Dio inicio a su comparecencia. La primera pregunta, directa y sin rodeos. Una voz que desconocía interrogó al técnico por la ausencia de Futre. “¿Usted nunca se ha dormido. Paolo (como le llamaba Luis) no ha venido porque se ha dormido. No me ha gustado esto porque se ha perdido un entrenamiento. No es un problema de actitud. Se ha quedado dormido. Eso le puede pasar a cualquiera”, dijo con buen talante. El técnico, fiel a su filosofía, era partidario de lavar la ropa sucia en el vestuario.

Otro compañero insistió por la baja del capitán en aquel entrenamiento. El de Hortaleza sacó a relucir sus horas de vuelo. “Nunca me había pasado que un jugador se quedase dormido hasta ahora. Normalmente se suele avisar, pero esta vez no pudo darse por un problema telefónico”, argumentó. Estaba claro que Luis no quería pregonar a los cuatro vientos su enfado con el capitán. Eso sí, el técnico aplicó el reglamento interno del club y el portugués no se libró de la correspondiente multa por saltarse un entrenamiento que se tradujo en multa económica que sufragó para invitar  a cenar a toda la plantilla en un conocido restaurante de la capital.

 

Luis pide más intensidad y Juanma López clava un diente a Ferreira

Luis Aragonés detectó pasividad en sus jugadores y detuvo el entrenamiento. Se estaban ensayando jugadas de estrategia y no le agradaba el comportamiento de los suyos en los ejercicios que se llevaban a cabo aquella mañana en el césped del Colegio Amorós. Los futbolistas bajaron la cabeza en el improvisado corro que se formó en el centro del campo. El técnico exigió a sus jugadores más intensidad. Luis tiró d psicología.

El entrenamiento se reinició. En la siguiente acción hubo respuesta al efecto de la bronca del de Hortaleza. Schuster lanzó una falta lateral al corazón del área donde dos colosos saltaron con todo a cabecear el balón: Juanma López y Patxi Ferreira. Los dos cayeron al suelo. Los dos se dolieron. El primero se dolía en la boca. El segundo, en el cuello. La causa fue que López clavó un diente a su compañero en el salto. Tras ser atendidos el doctor González y el masajista, ambos se levantaron y siguieron ejercitándose y cumpliendo el guión de la sesión programada del día. Luis tuvo ya lo que quería y les pidió unos minutos antes. Intensidad en sus jugadores.

 

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