Al fin. Victoria en San Mamés. Y contra el Sevilla, nada menos. Este Athletic ha ganado dos partidos –Valencia y éste- que sólo entraban en la quiniela de los optimistas. La historia del partido de ayer podría ser la esperada pero con los protagonistas intercambiados. Tras dos ocasiones claras del Sevilla, con el rival jugando mejor, el Athletic daba la vuelta a la tortilla y lograba adelantarse en el marcador. El gol llevaba el sello de un certero disparo de Yeste tras un gran pase de David López. La única mala noticia eran las molestias que padecía Gorka Iraizoz, que a esas horas ya le había pedido el cambio a Caparrós en repetidas ocasiones. Cuando, al borde del descanso, era sustituido por Aranzubia, el portero riojano recibía una contundente ovación. Era el reencuentro con su público tras una semana en la que habían arreciado las críticas a su labor bajo los palos. El portero había declarado la pasada semana que las pitadas que había escuchado no ayudaban al equipo. San Mamés, siempre elegante y en su sitio, respaldaba a su guardameta. Feliz bocadillo, esta vez, el del descanso.

La única duda que sobrevolaba San Mamés era si el Athletic lograría mantener su ventaja en una presumiblemente larga segunda mitad. La irracional agresión de Escudé a Aduriz allanaba el camino hacia la victoria. El cambio de Muñoz por un Orbaiz que pierde soltura en la segunda mitad funcionó. Aduriz, especialmente inspirado, tan fácil hacía pasearse el balón por la línea de gol como provocaba el penalti más claro de la Liga (que incomprensiblemente el colegiado no quiso ver). El caso es que, cuando más lo necesitábamos, todo salió a pedir de boca. Incluso Aranzubia pudo mantener a cero su puerta. Un baño de autoestima para todos. El partido esperado. El reencuentro del Athletic y San Mamés.