Había rabia en esa mano que Dani Aranzubia alargó para detener un balón que había rematado Jarque en pleno descuento del Athletic-Espanyol. Rabia porque sabía que en el primer gol de los de Valverde estaba mal colocado y quería salvar al equipo. Lo logró con ese paradón. Tenía en el cogote el aliento de un San Mamés entregado una vez más, que vibraba con una remontada sellada por Urzaiz con dos certeros cabezazos. Qué manera de volver loca a la zaga. Sólo la genialidad del navarro explica que un delantero tan presionado por todas las defensas y, en ocasiones referencia única de nuestro ataque, saque tanto provecho de sus ocasiones. El Espanyol había marcado en el minuto 3 pero esta vez el Athletic no bajó los brazos. Se dispuso a luchar todo el partido. A rachas, con buen juego. Otras veces, sólo ímpetu. Y funcionó. Cómo no va a funcionar en la Catedral esa vieja mezcla del fútbol de raza que ha caracterizado al Athletic. Tres puntos vitales que nos alejan del descenso. Tres puntos que estaban en la mano, en el guante, en aquella jugada de la que hablábamos. Ahí llegó también un ápice de suerte, que le venía faltando a este equipo. Pero la suerte, como la inspiración, siempre llega trabajando.