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Una Izquierdo

El mundo por txapela

Por el cambio

¿Y si nos queremos más? El desafío parece difícil de aceptar. “Tengo muchas cosas que hacer”. “Ahora no puedo, luego te llamo”, “Me pillas fatal”. Estamos perdiendo las buenas costumbres. O mejor dicho, estamos pillando las malas.

Si es bien sencillo, solo hace falta pensar un poco en los demás. ¿Quieres que te escupan en un ojo? Pues no lo hagas tú. Somos muchos por aquí abajo: hay viudas, recién licenciados, gays y lesbianas, sindicalistas, obreros y patronos. Sí, si ya sé que estamos mal, que no hay un duro, pero lo que llevamos ganado después de mucha pelea que no nos lo quiten.

Dicen que lo que no mata, engorda y que lo que no mata, te hace más fuerte. Bien, pues de acuerdo con este silogismo, en cinco años seremos una población obesa y unos tíos muy cachas, porque tal y como va la cosa… El caso es que yo no entiendo nada. ¿Alguno de ellos ha dado ya con la solución al paro? ¿Qué van a hacer con la pensión de mi vecina que tiene 83 años y casi no puede arreglárselas sola? ¿Seguirán los treintañeros haciendo másters y posgrados? ¿Alguna vez voy a cobrar más de mil euros?

Hacen falta menos góngoras y más quevedos. ¿Soy yo que no les entiendo o su estrategia es, precisamente, no querer hacerse entender? Es que pasan los años y yo, señores, sigo sintiendo lo mismo. Que vamos a peor. Claro, no puede siempre llover a gusto de todos, pero es que sigo sin saber si van a quitar más ayudas sociales, si los gays van a poder seguir casándose, si van a crearse más puestos de trabajo, si hay que sacar todo el dinero de los bancos…

Yo estoy por el cambio. Pero por el cambio de todos. De mayores y pequeños. De los de arriba, pero también de los de abajo. Que piensen ustedes que todos tenemos una madre y que estamos cortados por el mismo patrón. Lo que tenemos lo hemos hecho entre todos. Pero es momento de remendarlo. De remediarlo. Nos preocupa apadrinar niños en la India, que eso está muy bien, pero ¿por qué le grito a mi novia? O, ¿por qué ya parezco inmune cuando me dicen que un conocido ha perdido el trabajo? Ya no salimos a la calle ni nos levantamos de la silla cuando hay una injusticia.

Yo crecí viendo que mi padre venía cada día cansadísimo, porque trabajaba en los Altos Hornos de Vizcaya. Que ahora estaban de huelga, que se habían reunido para negociar una subida salarial. Nosotros, en 5º de EGB, hicimos una sentada para que repitieran un examen porque a un compañero le habían tratado injustamente. ¿Esto ha cambiado, verdad? ¿O es que me estaré haciendo mayor?

Hay algunos comprometidos con la causa por ahí, pero cada vez quedan menos. Claro, y cierran las ONG porque no tienen dinero para pagar la factura de la luz. ¿Y qué hacemos? La gente sigue siendo infiel, infiel en la cama, en el trabajo y hasta en las puertas del cielo.

Pero es que además del paro, por supuesto, me preocupa que cada vez estamos un poco más solos, más indefensos, sin coartadas, sin escudos. ¿Quién va a hablar por mí cuando me echen del trabajo?, ¿quién se va a bajar del coche si me están agrediendo por la calle? La respuesta es bien sencilla: tú no te metas en líos o… yo bastante tengo. Que no quiero yo que me detengan por agitador social o porque se me confunda con el líder de una secta; pero si ahora hay que reflexionar para ver a quién votamos, podemos reflexionar también sobre qué estamos haciendo.

Los políticos estos días deben afanarse en contarnos algo nuevo. Y en la calle, nosotros, cada vez más solos.

Ejemplo de que los políticos “saben lo que tienen que hacer” o ejemplo de un trabalenguas.

Sigo pensando que podemos cambiar el mundo y todo lo hago con esa intención. ¿Nos ponemos el mundo por txapela?

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noviembre 2011
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