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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Los alemanes van a venir

 

Los gobiernos y las agencias de viajes europeos están aconsejando a los turistas que van a Grecia, aunque se están disparando las cancelaciones, que se lleven dinero contante en abundancia y reservas de medicinas. Circulan en los medios fotos de estanterías vacías en los supermercados de Atenas. Falsa alarma: no es fácil encontrar farmacias o tiendas desabastecidas en la capital griega. “Es verdad que hubo cierto pánico cuando se cerraron los bancos y algunos productos, la pasta, la harina, el azúcar, se acabaron porque la gente acaparó de todo. Supongo que las fotos se hicieron esos días. Pero desde entonces no hay problema, no falta nada”, dice el director de un supermercado de Atenas indicando las baldas llenas. Luego señala al cielo: “Lo que pasará a partir del domingo, si no hay acuerdo con Europa, sólo Dios lo sabe”.

Es un supermercado de la cadena AB, Alfa Beta Vassilopoulos, la segunda del país con 350 establecimientos. En realidad desde los noventa pertenece a la multinacional belga Delhaize, presente en tres continentes, y puede aguantar bien, de momento, el impacto del corralito. Los plátanos, de Ecuador, están a 1,60 euros. El litro de leche, belga, de marca blanca, 0,98. Hasta las patatas son importadas: 0,64, de Chipre, cinco céntimos más baratas que las griegas. El litro más barato de aceite heleno, tercer productor mundial, está a 5,80 euros. Grecia importa la mayor parte de lo que consume y si se alarga el bloqueo de capitales el engranaje se atascará rápido, por no hablar de lo que pasará si sale del euro.

Los bancos, cerrados el lunes 29 de junio, iban a reabrir sus puertas este martes, luego se aplazó a hoy y ayer, hasta el próximo lunes. Pero nadie en Atenas cree que vaya a ser en semanas, la gente los asaltaría para vaciar las cuentas corrientes. El Gobierno va anunciando las prórrogas con cuentagotas, para no asustar. “Mira, yo no me asusto, porque dinero ya no tenemos, media Grecia ya es pobre desde hace cinco años para acá, nos iremos arreglando”, dice Danae, ama de casa. Se las arreglan, por ejemplo, no pagando impuestos. El otro día terminó el plazo de la declaración de la renta y solo dio señales de vida un tercio de los ciudadanos. El Gobierno ha tenido que ampliarlo hasta el 27 de julio. La compañía eléctrica nacional, DEI, ha confirmado que las facturas no pagadas están abriendo un agujero de 20 millones de euros al día. La patronal advirtió ayer que el consumo del pequeño comercio ha caído en estos días un 70%.

Los griegos esperan que su primer ministro, Alexis Tsipras, negocie bien, o mal, o lo que sea, pero que cierre un acuerdo y acabe el domingo con este estado de excepción. Sobre lo que vendrá después nadie se hace ilusiones. “No, no hay problemas de suministro, de momento, pero le puedo decir que la mitad de las 11.000 farmacias que hay en Grecia cerrará si el Gobierno acepta las imposiciones de Bruselas: quieren que bajemos un 40% el precio de las medicinas. Empezaremos a cerrar, liberalizarán la venta en supermercados y vendrán cadenas alemanas, o de donde sea, a hacerse con el negocio”, opina Giorgios Papaxarisis, un farmacéutico del céntrico barrio de Ambelokipi. Apunta que las ventas han bajado de 5.700 millones en 2010 a 1.500 el año pasado. “Están experimentando con nosotros un modelo de explotación que luego aplicarán en España y otros países del sur”.

Es el mismo razonamiento que hacía a esa hora Tsipras ante el Parlamento europeo, denunciando que Grecia ha sido usada como conejillo de indias de las recetas de austeridad. Una de sus primeras decisiones al ganar las elecciones en enero fue paralizar las privatizaciones de los 14 aeropuertos regionales griegos, con gran enfado de Alemania. Porque incumplía lo pactado con la troika, pero quizá también porque iban a ir a parar a la empresa germana Fraport, que gestiona el aeropuerto de Frankfurt.

Este barrio bien de Atenas votó ‘sí’ en masa en el referéndum, pero piensan más o menos como Tsipras, hay ideas comunes y compartidas por muchos griegos. Este pueblo es dado a paranoias de conspiraciones exteriores, porque ha vivido históricamente en guardia esperando al enemigo, desde los persas al imperio otomano, de los fascistas italianos a a los actuales vecinos turcos. También, es cierto, se resiste a la modernización y a la globalización. Pero los médicos de este barrio acomodado ya están cobrando 800 euros al mes y no quieren seguir bajando. “Pretenden reducirnos a ser Bulgaria o Albania, mano de obra barata en una Europa a dos velocidades”, se queja Papaxarisis. Y ya te compras pisos en Atenas o en islas paradisiacas por precios ridículos. Alemania, odiada desde la ocupación nazi y demonizada hasta la saciedad en estos años, es la cara visible, sea verdad o no, de todos estos miedos.

Yannis Karalis, dueño de una amplia zapatería, piensa igual. Como ejemplo muestra unas pilas de cajas: “Mira, marcas españolas, Raquel Pérez, Viguera, Liberitae, Plakton, si esto sigue así no podré importarlas más, y perderán este mercado. Malo para España ¿no? Pero en cambio mira esta otra, Marco Tozzi. No, no es italiana, Italia era la número uno pero ya fabrican en Albania o Pakistán. Esta marca la ha comprado una compañía alemana, algo rarísimo, porque no es lo suyo y se están metiendo. Estos podrán seguir llegando, y luego vendrán a abrir sus tiendas. ¡Es un proyecto de colonización alemana!”. Aquí están convencidos, como en ‘Bienvenido, Mister Marshall’, de que los alemanes van a venir. O, más bien, como en otra película, que ya están aquí. Era una con título alemán: de ‘poltern’, hacer ruido, y ‘geist’, espíritu. En España se llamó ‘Fenómenos extraños’.

(Publicado en El Correo)

La lista de regalos de ‘Bienvenido, Mister Marshall’ (1953), de Luis García Berlanga:


 

Por cierto, Grecia entró en el Plan Marshall, España no y pasó décadas de autarquía y proteccionismo. Decidieron meter a Grecia, y de hecho fue la primera en recibir dinero, por su valor y peligro estratégico, en los Balcanes, en el límite con Oriente y el bloque soviético. Ahora Estados Unidos también presiona para salvar a Grecia por las mismas razones. La película de Berlanga es de 1953 que, dicho sea de paso, fue el año en que se perdonó a Alemania el 60% de su deuda de la Segunda Guerra Mundial.

 

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