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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Plan B en Atenas

La prioridad absoluta de Grecia es reabrir los bancos, cerrados ya desde hace nueve días, y transmitir una señal de vuelta a la normalidad. Para ello necesita una luz verde política desde Bruselas al Banco Central Europeo (BCE) y que éste reanude el flujo de liquidez de emergencia. Sin él, los bancos griegos, que solo dan un máximo de 60 euros en los cajeros, se quedarán sin dinero hoy o mañana. Quizá algún día más, es un misterio. El Gobierno anunció que los bancos abrirían mañana, pero hay muchas dudas sobre ello. Hoy debería disiparlas y mucho dependerá de una nueva reunión del BCE a lo largo del día.

La negociación con la UE es, por tanto, una contrarreloj. Pero ¿qué ocurre si el dinero se agota antes de llegar a un acuerdo? “No tenemos un ‘plan B’, de verdad”, repetía anteayer, en confianza, un miembro del equipo de Gobierno, cercano a Tsipras, encontrado por azar en un restaurante de moda de Atenas. En la capital griega nadie se lo cree y abundan los rumores. Las hipótesis de un ‘plan B’ contemplan la emisión de pagarés, o IOU, en sus siglas en inglés -de ‘I owe you’ (‘yo te debo’)-, para paliar la falta de efectivo. El Estado empezaría a pagar pensiones y salarios públicos con una parte en euros, un 30%, y un 70% en pagarés. De este modo entrarían en el mercado.

En la práctica es una moneda paralela, aunque de carácter provisional, un parche mientras llega dinero fresco. Puede sonar a chino, pero el propio exministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, en su escrito de dimisión del lunes, apuntaba a esta hipótesis si el BCE cerraba su grifo de liquidez, así como un informe de Barclays sobre los efectos de un ‘no’ en el referéndum. El BCE, de todos modos, ya ha advertido que sería un recurso chapucero que viola las reglas y “llevaría a la salida del euro”. Pero algo tendrán que inventarse en Grecia si realmente se acaba el dinero. Hay precedentes históricos, poco edificantes. El más reciente, en California en 2009, tras la quiebra del estado, o durante la prueba de una moneda única entre la República Checa y Eslovaquia en los noventa. Y por supuesto en el funesto corralito de Argentina en 2002.

En Atenas se hacen estas cábalas mientras la vida económica se sigue deteriorando día a día. Muchas compañías extranjeras ya no aceptan los pagos con tarjeta de crédito de cuentas griegas, pues temen estar cobrando humo. Por ejemplo Apple y sus productos: no se pueden comprar canciones en iTunes o bajar aplicaciones en el iPhone. También varias compañías aéreas, que bloquean las operaciones por Internet e incluso exigen pagos al contado a agencias de viajes locales. Un periodista griego hacía ayer esta reflexión: “Este verano había pensado con mi novia irnos de vacaciones y tener un hijo. Pero no nos vamos de vacaciones, ya no podemos, y de momento creo que no tendremos un niño”.

El riesgo de una inminente escasez de bienes de primera necesidad y medicinas ha llevado a la UE a pensar en serio en el envío de ayuda humanitaria, un paso increíble dentro de un país de los 27. Según algunos medios, la Comisión ya ha puesto en marcha un plan urgente con los fondos que generalmente destina a la cooperación, y podría aplicarlo en cuestión de días. Ya no es un tabú y el propio vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, lo admitió el lunes: “Tenemos que prepararnos para enviar ayuda humanitaria a Grecia”. Podría ser necesario incluso aunque haya un acuerdo.

La enésima fecha de ultimátum impepinable es ahora el 20 de julio. Ese día vence la devolución de 3.500 millones prestados por el BCE y no pagarlos supone automáticamente el fin de la financiación de esta entidad y, por tanto, la quiebra. En Grecia se teme que los tiempos se alarguen ante la sospecha de que la UE venderá muy cara la salida de la crisis. Los griegos creen que lo último que desean en Bruselas es que el Gobierno de extrema izquierda de Alexis Tsipras aparezca como el vencedor de este pulso. Sobre todo cuando se quiere dar un aviso en la piel de los griegos al resto de países con formaciones de izquierda o contestatarias que han surgido en Europa, como España y el caso de Podemos. Forzar el cierre de los bancos en Grecia antes del referéndum no ha servido para aterrorizar a los griegos. A eso se refería el exministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, cuando acusó a los acreedores de “terrorismo”, de querer infundir terror en los ciudadanos.

Reina una gran incomprensión mutua. Los griegos se sienten solos en Europa y se asombran, no sólo de que no se comprenda su agónica situación, sino de que los bulos que corren por ahí estén funcionando. Que no quieren hacer reformas cuando llevan cinco años haciendo casi todo lo que les piden y no ha servido de nada, salvo hundir un 26% su PIB. Que otros países que han aplicado recetas de austeridad, como España, aunque hayan sido caricias comparado con las de Grecia, se quejen cuando la debacle griega es un caso único: la tasa de pobreza infantil es del 40%. Que les han dado 240.000 millones cuando en realidad el 80% simplemente ha salido por otra puerta para volver a los bancos alemanes, franceses y el resto de acreedores. Que Tsipras, que lleva cinco meses, ha llevado el país a la ruina cuando es responsabilidad de los partidos tradicionales que han gobernado durante décadas. Y a él le han elegido para cambiar y que haga lo que está haciendo. En este momento no hay otro líder en Grecia.

(Publicado en El Correo) 

 

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