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Íñigo Domínguez

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En Grecia: un Gobierno no tan radical, sin corbatas y sin mujeres

El nuevo líder griego, Alexis Tsipras, se sigue moviendo rápido, con golpes de efecto bien estudiados y sentido pragmático. Si él juró ya como primer ministro ni 24 horas después del cierre de los colegios electorales, ayer ya tenía listo el equipo de Gobierno y fueron nombrados los ministros. Esta velocidad está pensada para dar buenas vibraciones a los griegos, que en cada cambio de Gobierno ven cómo se lo toman con calma y se bloquea toda la maquinaria estatal durante tres o cuatro meses. Pero el gran gesto simbólico de ayer fue reducir casi a la mitad el número de carteras: pasaron de 18 a 10. Es una poderosa señal en un país habituado al clientelismo y al reparto generoso de poltronas.

Se puede decir también que es el primer Gobierno occidental sin corbatas. Igual que Tsipras en la víspera, casi ninguno la llevaba ayer en la ceremonia y la mayoría juraron con la fórmula civil. No obstante, pese a los aires de cambio, no hay ninguna mujer. Un ministro, el de Sanidad, Panagiotis Kurublis, es ciego. La bienvenida del primer ministro saliente, el conservador Antonis Samaras, no ha sido de las mejores: según la prensa, ha arramplado con todo lo que ha encontrado en la sede presidencial y se ha llevado hasta los ordenadores y los ceniceros.

El nuevo Gobierno griego celebrará hoy su primer consejo de ministros, muy esperado. Dado el olfato mediático de Tsipras, debería anunciar alguna medida de choque de gran impacto simbólico que corresponda de inmediato a sus promesas. La prensa griega adelantaba ayer que aprobará la subida del salario mínimo de 580 a 751 euros y reintroducirá las normas para la negociación colectiva de las retribuciones. Las más populares de la lista serían, por ejemplo, la luz gratis para 300.000 hogares pobres y la reapertura de la televisión pública ERT, cerrada en 2013, vivida como un trauma nacional.

Todo ello va en contra de la hoja de ruta de la Troika, el trío de prestamistas integrado por Comisión europea, Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI). En todo caso estaba en el guion. Por el contrario, lo cierto es que la UE y especialmente Alemania se habrán sentido más tranquilos al ver que el número dos del Gobierno, el auténtico hombre fuerte y que negociará con la Troika, es el viceprimer ministro Yanis Dragasakis. Es un hombre respetado dentro y fuera de Grecia, no identificado en absoluto como alguien radical, como el resto de rostros más famosos de Syriza. Obviamente la atención también estaba en quienes pilotarán la economía griega y le escoltarán en las negociaciones con la UE. Son Giorgos Stathakis, en Economía, y Yanis Varoufakis, en Finanzas, dos profesores reconocidos que, aun siendo críticos y contracorriente, profesan declarado europeísmo.

En realidad, el perfil del Ejecutivo probablemente habrá sido agradable a ojos de los observadores europeos más preocupados, para ser el primero de izquierda radical del país heleno y de Occidente: naturalmente hay miembros del núcleo duro de Syriza, pero abunda la presencia de personalidades más moderadas, algunos independientes y de la sociedad civil e, incluso, exsocialistas reciclados del Pasok, de los que abandonaron el partido cuando empezaron los planes de choque.

El único ministro radical es Panagiotis Lafasanis, que guiará uno de los tres superministerios fruto de la reducción de carteras, el de Reconstrucción Productiva, Medio Ambiente y Energía. Pero luego hay rebotados del Pasok como Nikos Kotzias, titular de Exteriores, o un personaje muy mediático, como Panayiotis Nikoludis, para un puesto vistoso como el de Lucha contra la Corrupción. Incluso un conocido y prestigioso periodista del diario conservador ‘Khatimerini’ tendrá un alto cargo en el ministerio de Cultura, dirigido por un filósofo, Aristidis Baltas, uno de los fundadores de Syriza.

El que más choca en la foto es, por supuesto, el conservador Panos Kammenos, líder de Griegos Independientes (Anel), el pequeño partido de la derecha con el que Tsipras, corto de dos escaños, ha tenido que pactar para obtener la mayoría absoluta. Es una concesión inevitable, pero no deja de ser muy práctica. Las fuerzas de seguridad y el Ejército son un tradicional vivero de votos de la derecha, con altos porcentajes de simpatizantes de los neonazis de Alba Dorada. Están intranquilos con Syriza y Kammenos les da confianza, al tiempo que cubre a Tsipras por ese flanco. Anel también habría exigido mantenerse hostiles en la disputa por el nombre de Macedonia con la Antigua República Yugoslavia de Macedonia y olvidarse de una separación entre Iglesia y Estado.

El Gobierno se someterá la semana que viene a la confianza del Parlamento, pero el trabajo serio arranca mañana mismo. Empieza el baile con los primeros contactos directos con la UE. Mañana llega a Atenas el presidente del Parlamento europeo, Martin Schulz, para entrevistarse con Tsipras. A su regreso, Schulz se reunirá el viernes en Estrasburgo con el presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel. Mientras les pone al corriente de lo que se cuece en Grecia, ese día aterriza en Atenas el presidente del Eurogrupo, el ministro holandés de Finanzas Jeroen Dijsselbloem. El lunes ya habló quince minutos por teléfono con Yanis Varoufakis, pero así le verá en persona, junto a Tsipras. Calentando motores, el portavoz de economía de Syriza, Euclid Tsakalotos, repetía ayer a la BBC que “es poco realista” pensar que Grecia pueda pagar su elevada deuda y que “ningún economista cree que sea posible”.

 

Un economista punk en el equipo negociador

Tres hombres componen el equipo económico anti-austeridad griego que lleva desde ayer el peso de la crucial negociación con las instituciones europeas. Son un trío curioso. Empieza con el estratega y coordinador, el número dos del nuevo Gobierno griego, Yanis Dragasakis. De 68 años, comunista desde que tiene uso de razón, participó en la resistencia clandestina de la dictadura de los coroneles, entre 1967 y 1974. Es un político sensato y respetado, justo la persona que en la UE esperaban poder tener al otro lado del teléfono. Es el único que en Syriza y en este Ejecutivo puede calificarse como estadista. Sólo él ha tenido experiencia en el poder, aunque muy breve, en el extraño gabinete de unidad nacional de 1989, donde fue viceministro de Economía.

Pero al lado de este señor venerable está quien ocuparía el papel de poli malo, Yanis Varoufakis, el nuevo ministro de Finanzas. Es un economista que puede definirse como punk porque en estos últimos años se ha convertido en un feroz y agresivo batallador contra el sistema. Suyo es el término “‘waterboarding’ fiscal”, en referencia a la tortura de inmersión en agua y cómo está tratando la UE a su país, muy usado últimamente en Grecia. Además es un tiarrón con aspecto de duro y que suele ir con camisetas, aunque es un prestigioso profesor de la universidad de Austin, en Texas.

El tercer hombre, más discreto, pero no menos decisivo, es George Stathakis, otro académico que llevará la cartera de Economía. Viene de buena familia de armadores y es quien se ha paseado en los últimos meses por Londres y las capitales europeas para explicar el programa de Syriza a inversores y autoridades. En términos claros, que no están locos y no son peligrosos.

Pero sin duda el que más ha dado que hablar, porque se veía venir que iba para ministro, es Varoufakis. Aunque son Dragasakis y Stathakis los autores del Programa de Salónica, el ambicioso plan económico de Syriza que constituye su biblia contra la austeridad, el economista estrella del partido es Varoufakis. Tiene el aire juvenil, con 53 años, y la imagen combativa que gusta a la militancia. Se define sin rodeos un “marxista libertario” y es quien mejor representa las teorías rompedoras de la izquierda griega. Ha corrido mundo. Estudió en Gran Bretaña y fue profesor de la universidad de Essex desde 1982 a 1987, cuando se largó amargado por la tercera victoria de Margareth Thatcher. Acabó en Sydney durante una década y luego regresó a Atenas, donde fue decano de la facultad. Allí conoció a Tsipras y se hicieron amigos, han tomado cañas juntos y tienen mucha confianza. Nunca ha entrado oficialmente en Syriza, pero es a quien escucha el nuevo primer ministro.

La crisis obligó en 2010 a cerrar precisamente su centro de estudios y desde entonces está en Texas, donde se ha convertido en protagonista del debate económico sobre Europa y el euro, con artículos en grandes diarios y dos libros muy citados. Tiene un blog con muchos seguidores en el que ayer anunció que seguirá escribiendo aunque sea “considerado irresponsable para un ministro”.  Quiere aplicar un ‘new deal’ europeo centrado en la inversión pública, el empleo y la reestructuración de la deuda, siendo implacable con los evasores y desmantelando las oligarquías corruptas. Casi nada para Grecia.

Varoufakis es inteligente y ha sabido venderse muy bien. De él se esperan ahora esas ideas originales y audaces que siempre ha dicho que funcionarían. Quería llegar a ministro y lo ha conseguido, así que se espera que ahora module su estilo. De hecho ya ha comenzado a hacerlo en las últimas entrevistas. Ha admitido que en estos meses de guerra de nervios entre ellos y la UE ha habido “un poco de postureo”.

(Publicado en El Correo)

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