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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

El Papa se une a los curas antimafia

Entre los gestos más revolucionarios que ha protagonizado el Papa hay uno que ha pasado muy inadvertido, pero que en Italia supone un impacto enorme y, por fin, una ruptura con una vergonzosa inercia histórica de la Iglesia católica: se ha enfrentado abiertamente a la mafia. Juan Pablo II fue el primero en romper más de un siglo de silencio oficial en 1993, durante un viaje a Sicilia, con unas famosas palabras en el Valle de los Templos de Agrigento. Pero antes de eso, nada de nada, y después, tampoco. De hecho, lo que hizo Francisco el pasado 21 de marzo fue inédito: ha sido el primer papa en acudir al encuentro anual de las víctimas de las mafias italianas, muy olvidadas y ninguneadas. Es un acto muy simple pero muy emotivo, en el que se leen uno por uno los nombres de las víctimas identificadas de las mafias desde 1893, al margen de cientos de ellas cuyo rastro se ha perdido a lo largo de un siglo y sin incluir a los propios mafiosos, lo que elevaría la cifra de muertos a varios miles.

Ante casi un millar de familiares de personas asesinadas el Papa dirigió a los mafiosos unas palabras durísimas, sin precedentes, que no es exagerado calificar de históricas: “¡Por favor, cambiad de vida, convertíos, dejad de hacer el mal! Esta vida que vivís no os dará felicidad, alegría. El poder y el dinero que tenéis ahora de tantos negocios sucios, de crímenes mafiosos, son dinero lleno de sangre, no podréis llevarlo a la otra vida. ¡Convertíos para no acabar en el infierno, es lo que os espera si seguís por este camino! Tenéis un papá y una mamá, pensad en ellos, llorad un poco y convertíos, os lo pido de rodillas”. Es uno de esos gestos que en Italia quiere decir inequívocamente que Francisco va en serio, porque este es uno de los asuntos más serios.

Bergoglio no se ha parado ahí. Ha encargado las meditaciones del Via Crucis de Viernes Santo a Angelo Bregantini, arzobispo de Campobasso, que en la última década ha sido un símbolo de la lucha contra la ‘ndrangheta, la mafia calabresa, en Locri, uno de sus principales feudos. Otro gesto claro. Y próximamente, aún no hay fecha, viajará al pueblo de Cassano allo Jonio, también en Calabria, escenario en enero de un escalofriante crimen mafioso: un niño de 3 años fue asesinado a tiros con su abuelo y la compañera de éste, y sus cuerpos luego fueron quemados en un coche. Nunca, ni en los peores años de atentados de los ochenta y los noventa, un pontífice había reaccionado a un acto mafioso con una visita al lugar del crimen.

En realidad Francisco, con estos pasos, no hace más que alinear la Iglesia oficial con la que ya pelea desde hace años a pie de calle. Hay muchos curas anónimos que en Italia se juegan la vida en parroquias o diócesis muy peligrosas, alzando la voz contra la Mafia siciliana, la Camorra de Nápoles o la temible ‘ndrangheta calabresa. Marginados por el Vaticano. En Italia no es raro que, ante una clase política corrupta y vergonzosa, ante el abandono institucional, sea un cura quien asuma la defensa de la sociedad civil y se convierta en personaje público, un referente moral. Es lo que han hecho, por ejemplo, sacerdotes como Maurizio Patriciello en la llamada Tierra de los Fuegos, el territorio asolado por las basuras ilegales de la Camorra, o Luigi Merola, en los barrios de Nápoles o, en la misma ciudad, Aniello Manganiello, en Scampia, el enclave de los clanes que aparece en la película ‘Gomorra’. Son curas con jersey y zapatos gastados, de esos que le gustan al Papa porque “huelen a oveja”, están entre la gente. Estos son los más conocidos, pero de vez en cuando aparecen algunos aún más anónimos por alguna noticia escabrosa, como Ennio Stamile, párroco de un pueblecito calabrés, llamado Cetraro, que en 2012 recibió en su casa una cabeza de cerdo como advertencia por sus posturas contra los clanes locales.

Por eso el otro día, el 21 de marzo, en el acto con las víctimas, Francisco rompió la distancia de la Iglesia oficial con los curas antimafia. Entró en la iglesia de la mano, literalmente, de Luigi Ciotti, el cura más conocido de este colectivo. Nunca antes Ciotti había entrado en el Vaticano o había sido recibido por un Papa, aunque lleva desde 1994 al frente de la asociación Libera, que agrupa a las víctimas y lucha contra el crimen organizado. Pero en los despachos de la Iglesia hacían como que no se enteraban. Es lo que llevan haciendo desde que nació la Mafia, a finales del siglo XIX. El propio Ciotti, consciente de que con Bergoglio se ha abierto una nueva fase, no se mordió la lengua y dijo ante él una verdad dolorosa, que hasta ahora era una auténtico tabú: “No siempre la Iglesia ha prestado atención a las víctimas de las mafias y al fenómeno de la criminalidad organizada. No han faltado silencios, infravaloración, exceso de prudencia, palabras de circunstancia”.

La historia del desinterés, la comprensión o incluso la complicidad de la Iglesia con la Mafia resulta increíble, pero es parte de la historia de Cosa Nostra. Desde los inicios ha habido curas mafiosos, con pistola, que pertenecían a bandas de delincuentes o incluso las dirigían. Conventos han servido para esconder mafiosos fugados u ocultar arsenales. Del mismo modo curas honestos que se enfrentaban a la Mafia a veces eran asesinados y la Iglesia nunca se ha molestado en recordarlos ni reivindicarlos.

Los capos eran vistos en los pueblos como parte del sistema establecido, algo así como los caciques locales, garantes del orden y las buenas costumbres. Al mismo tiempo los mafiosos tienen una peculiar relación con la religión, son muy de llevar crucifijos y estampitas y se consideran buenos cristianos. El ritual de iniciación al clan suele consistir, desde siempre y hasta hoy, en quemar una imagen de la Virgen con unas gotas de sangre del elegido mientras se pronuncia un juramento de eterna fidelidad.

Esta asombrosa combinación antropológica se escenificaba socialmente en los pueblos, por ejemplo, en Semana Santa, donde los capos tenían puestos privilegiados en las procesiones o en los bancos de la misa, o gozaban de reverencias ante sus balcones. Esto sigue pasando hasta hoy mismo. En algunos pueblos se llegaba a la simbiosis absoluta en las representaciones teatrales de la Pasión: el jefe mafioso hacía el papel de Cristo.

No sólo ocurría en Sicilia, las más importantes reuniones de los capos de la ‘ndrangheta se han celebrado desde hace un siglo en el santuario de Polsi, a los pies de la ‘Madonna’, patrona de aquellas montañas de sus dominios, el Aspromonte. En la matanza de una pizzería de Duisburg, en Alemania, en 2007, que destapó bruscamente el secreto a voces de la infiltración de la mafia calabresa en Alemania murieron seis jóvenes sicarios. Uno de ellos acababa de pasar por el ritual de afiliación al clan: tenía una estampita del arcángel San Michele medio quemada en el bolsillo.

(En la imagen, Vito Corleone sigue la procesión de San Rocco desde una azotea de Little Italy en ‘El Padrino II’, de Francis Ford Coppola, de 1974).

Pero ha sido más insidiosa la permisividad de la Iglesia oficial, que miraba para otro lado y con ello contribuía a crear el consenso social imprescindible, además del miedo, en el que crece la mafia. Sobre todo a partir de la posguerra, porque la Mafia fue un aliado impresentable de la Democracia Cristiana, el Vaticano y la OTAN durante la Guerra Fría. Ayudaban en el trabajo sucio y en los años cuarenta y cincuenta fueron asesinados en Italia decenas de sindicalistas o líderes comunistas. Para el arzobispo de Palermo la Mafia simplemente no existía, era “un invento de los comunistas” o un prejuicio racista hacia los sicilianos. Los primeros documentos de los obispos sicilianos que, al menos, mencionan tímidamente la Mafia son de 1973, gracias a las aperturas del Concilio Vaticano II, y es una tendencia que partió desde abajo, de curas de base, en parroquias de frontera, contra la resistencia de sus superiores.

Todo esto se complica, y mucho, con la penetración de la Mafia en las finanzas vaticanas. Michele Sindona, asesor financiero de Cosa Nostra era también el hombre de confianza de Pablo VI para los dineros y mangoneó en el IOR, el banco vaticano, todo lo que quiso. La entidad, opaca y ajena a todo control, era ideal para blanquear dinero y el clan de los Corleoneses la usó exactamente para eso. De aquí sale también el escándalo del Banco Ambrosiano, el asesinato de su presidente, Roberto Calvi y del propio Sindona. Y hasta la teoría de que Juan Pablo I, muerto a los 33 días de ser elegido, fue asesinado en 1978 por pretender hacer limpieza en el IOR. Un polémica entidad que sólo ahora, primero con Benedicto XVI con una gran oposición interna y, por fin, con Francisco, empieza a ser saneada. Hasta ahí llega la sombra de la Mafia en el Vaticano. Pero es que llegó incluso hasta las barbas de Juan Pablo II. Un detalle asombroso y muy desconocido es que durante la primera visita de Wojtyla a Sicilia, en 1982, el chófer que le paseó en el coche oficial por Palermo era… un mafioso, Angelo Siino. Es decir, la Mafia paseó a Juan Pablo II por su feudo.

Aquella vez Juan Pablo II no dijo nada de la Mafia en sus trece discursos y eso que había un muerto al día en las calles de Palermo en la más feroz guerra de clanes de Cosa Nostra. Tampoco en su siguiente visita, en 1991. Por fin habló en 1993, pero fue porque se salió del guión, no estaba escrito en el discurso. Lo que le llevó a romper la pauta fue un encuentro improvisado que tuvo antes de la misa del 9 de mayo con los padres de un magistrado asesinado por la Mafia. Fue un alto en el camino que no estaba en el programa. Esa charla, muy breve, de siete minutos, derrumbó un histórico muro de silencio. Unas horas después Juan Pablo II condenó severamente a los mafiosos y les advirtió: “¡Convertíos! ¡Un día llegará el juicio de Dios!”.

 

 

 

Para la Mafia fue un ‘shock’, como han revelado algunos ‘arrepentidos’, la ruptura de un histórico pacto tácito de no agresión, y reaccionó. En julio de ese año colocó bombas en dos céntricas iglesias de Roma, dentro de su brutal campaña de atentados contra el Estado y las instituciones. En septiembre asesinó a Pino Puglisi, un párroco de Palermo que se enfrentaba a los clanes. Ese domingo no hubo una sola mención al crimen en las misas de Sicilia. Puglisi fue beatificado por fin el año pasado por Francisco, aunque naturalmente el proceso venía de antes, y se convirtió en el primer mártir oficial de la lucha contra la Mafia.

Uno de los asesinos de Puglisi fue Gaspare Spatuzza, uno de los matones más sanguinarios de los Corleoneses, que años después fue detenido y, finalmente, se convirtió en ‘arrepentido’, el más importante de los últimos años y que está desvelando algunos de los misterios de Cosa Nostra. En este giro radical aparece de nuevo por sorpresa la religión, siempre tan mezclada con la Mafia, porque ha tenido un gran peso una aparente conversión que ha vivido en prisión. Bajo la tutela de un fraile capuchino Spatuzza se puso a estudiar Teología y ha superado los exámenes con buenas notas.

Naturalmente, es para preguntarse cuál será ahora la reacción de Cosa Nostra a esta nueva cruzada de Francisco. La organización no es la misma de los noventa, entonces muy potente y en la fase más terrorífica de su historia, dirigida por Totò Riina, pero no puede descartarse alguna señal de aviso.
De momento es en la propia Iglesia donde ya se ha captado el mensaje. Este miércoles la Conferencia Episcopal de Calabria decidió, siguiendo las palabras del Papa sobre “el coraje de la denuncia” y la “fuga de cualquier omertà”, que los nuevos estudiantes de los seminarios deberán estudiar a partir de ahora una asignatura sobre la ‘ndrangheta, su historia y sus características. Especialmente, su particular concepción de la fe y su uso de símbolos religiosos. Con Francisco, la Iglesia católica empieza a querer enterarse de qué es eso de la mafia, y desde luego ya era hora.

Curas contra la Mafia:

-Luigi Ciotti es el cura más conocido del movimiento antimafia. Fundó en 1995 la asociación Libera, que agrupa a 1.500 grupos y organizaciones activas contra la criminalidad. Promueve el uso de bienes confiscados a los clanes y también el cultivo con cooperativas de las tierras incautadas. Organiza cada 21 de marzo un encuentro anual de las víctimas, al que Francisco ha acudido este año.

 

 

-Maurizio Patriciello encabeza las denuncias en la ‘Tierra de los Fuegos’, una zona de la región de Nápoles donde la Camorra ha arrojado durante décadas la basura ilegal y peligrosa de sus empresas tapadera. El escándalo ha estallado ahora al dispararse los casos de cáncer y con confesiones de arrepentidos que incluso hablan de residuos nucleares enterrados sin control.

 

 

-Giancarlo Bregantini fue hasta 2007, durante 13 años, obispo  de Locri, en Calabria, un feudo de la ‘ndrangheta. El día de su posesión le recibieron con una bomba bajo el palco, pero rechazó la escolta. Tras el asesinato de un político apoyó el movimiento de protesta “Matadnos a todos”. El Papa le ha encargado las meditaciones del Via Crucis en Semana Santa.

 

 

 

-Luigi Merola, de 41 años, fue de 2000 a 2007 párroco de Forcella, un barrio de Nápoles controlado por la Camorra. Allí se dedicó a los jóvenes para evitar que acabaran de sicarios e incluso presentó denuncias a la Policía. Se destacó por su ataque a los mafiosos en el funeral de Annalisa Durante, una chica de 14 años muerta en un tiroteo. La Camorra le amenazó de muerte y desde entonces vive con escolta.

 

 

-Aniello Manganiello fue párroco 16 años en Scampia, el barrio más peligroso de Nápoles, en manos de la Camorra, retratado en la película ‘Gomorra’. Se enfrentó a los clanes y fue un punto de referencia de la comunidad, pero sus duras críticas a las instituciones y también a la jerarquía de la Iglesia acabaron por costarle un traslado forzoso a Roma en 2010.

 

 

-Pino Puglisi, un párroco del barrio Brancaccio, de Palermo, de alta densidad mafiosa, fue asesinado con 56 años en 1993 por Cosa Nostra por su oposición a los capos y su trabajo de denuncia con los jóvenes. Fue beatificado el año pasado por Francisco y se considera el primer mártir oficial de la lucha contra la Mafia.

 

 

-Giuseppe Diana es otro cura asesinado, esta vez por la Camorra, cerca de Nápoles, en 1994. Es el otro mártir oficioso de la Iglesia. Era párroco de Casal di Principe, territorio del clan de los Casalese, en los años de máxima potencia de este grupo mafioso, el mismo que ha condenado a muerte al escritor Roberto Saviano. Fue acribillado en la sacristía. Tenía 35 años.

 

 

(Publicado en El Correo)

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