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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Un abogado de 80 años contra los cerdos

 

El Tribunal Constitucional italiano dejó ayer en evidencia a la patética clase política de este país al anular por inconstitucionales dos puntos clave del actual sistema electoral. Después de que haya sido usado ocho años en tres elecciones generales y que ningún gobierno haya sido capaz de cambiarlo, porque cada partido apoyaba sólo el que le beneficiaba. Estaba claro desde el primer día que era ilegal y su propio inventor, el dentista de la Liga Norte Roberto Calderoli, lo definió en 2006 “una cerdada”. De ahí su nombre coloquial con un latinajo irónico, ‘Porcellum’. Ha tenido que ser un heroico particular, un abogado de 80 años llamado Aldo Bozzi, el que ha sacado adelante un proceso que le ha costado 10.000 euros, porque perdió los dos primeros juicios y le condenaron a pagar las costas. Es el señor de la foto, pero es que ni siquiera hay muchas imágenes suyas ni sale en la tele, es bastante anónimo.

Las consecuencias de este histórico palo judicial serían vertiginosas, incluso para Italia: serían inconstitucionales los últimos gobiernos, incluido el actual de Enrico Letta, y claro está, el actual Parlamento elegido el pasado mes de febrero, así como el presidente de la República, Giorgio Napolitano, elegido a su vez por ese Parlamento. Encima resulta que hay 200 diputados que aún no lo son oficialmente, porque la Junta que debe convalidar su elección va con retraso, y se ven en el limbo.

Ayer Italia fue un circo de escenarios apocalípticos y fantasías sobre lo que puede ocurrir ahora, pero como siempre de momento no pasa nada. Las instituciones se dan por válidas, por ser hechos consumados legalmente, y pese a tratarse de una gravísima deslegitimación los políticos italianos son muy capaces de vivir tranquilamente con esa deshonra. Pero sí plantea un problema urgente: aprobar una nueva ley electoral antes de que lleguen unas elecciones que, con la actual inestabilidad, nunca se sabe cuándo pueden caer. Porque se votaría todavía con el ‘Porcellum’, pero incluso empeorado y transformado en pesadilla.

Esto es posible porque la sentencia ha anulado dos puntos, pero conserva lo demás. El primero son las listas cerradas, porque el ciudadano tiene derecho a expresar sus preferencias. El segundo es el premio de mayoría, que regalaba la mayoría en la Cámara de Diputados al primer partido, aunque sólo ganara por un voto. No en el Senado, donde los escaños se atribuían de forma abstrusa a escala regional para favorecer a Berlusconi, cuyo voto está más repartido en el país, y sobre todo para fastidiar a la izquierda, débil en las regiones populosas. Ahí estaba gran parte de la ‘cerdada’ de Calderoli, pues el Gobierno de Berlusconi ideó este sistema sólo para hacer la vida imposible al probable ganador de las siguientes elecciones de 2006, Romano Prodi. Es lo que sucedió: sacó sólo tres escaños de ventaja en el Senado. Cayó en 2008, entre otras cosas porque Berlusconi le estuvo comprando senadores, como se ha sabido ahora, pero eso es otra historia.

El problema es que tras estas dos amputaciones el famoso sistema porcino sigue vivo legalmente, pero convertido en un monstruo: se queda en un sistema proporcional puro, con un umbral mínimo de votos del 4%. Esto para Italia es el diablo con rabo. En un cuadro tan fragmentado y caótico como el de los partidos italianos significa resultados aún más ingobernables. Es decir, un viaje al pasado, el retorno a la Primera República, que cayó en 1993 por efecto de la corrupción masiva de los partidos. Y, precisamente, por el cambio de sistema electoral con un referéndum que lo tumbó con el 82% de los votos. Con el sistema proporcional fueron normales desde la posguerra los Ejecutivos de cinco o seis partidos que duraban una media de seis meses y luego se volvían a formar con siglas distintas.

Es útil observar las reacciones. Berlusconi, encantado, porque el proporcional le mantendría vivo. Grillo, también, porque cree que sería el primer partido y dice que todo lo que hay ahora es ilegal. Los dos pidieron ayer convocar elecciones de inmediato. En cambio Matteo Renzi, casi seguro líder del PD a partir de las primarias de pasado mañana, se ha puesto nervioso porque él quería ir a las urnas cuanto antes, presionando a su compañero Letta, pero ahora ya no le conviene. En realidad todos quieren un sistema más sensato, pero lo difícil es ponerles de acuerdo. De momento el precario Ejecutivo del primer ministro, Enrico Letta, y la escisión de la derecha capitaneada por Angelino Alfano se propone pactar otra fórmula y aguantar hasta 2015. Para empezar, tienen que pasar un voto de confianza el miércoles. Luego, como decía ayer un chiste sobre la ‘ley cerdada’, “la pelota vuelve a la pocilga”.

(Publicado en El Correo)

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