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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

La lucha por la supervivencia de la especie

Si no estaban distraídos con el vídeo de Berlusconi que miraba el culo a la primera ministra danesa -sólo estas cosas logran ser noticia de Italia en el extranjero- a lo mejor vieron la otra imagen del día, algunos diputados italianos zurrándose en el Parlamento, algo que pasa de vez en cuando y en teoría ya no debería de ser noticia. Sexo y violencia, lo de siempre.

En realidad estos dos momentos cómicos que eclipsaron la sustancia de la jornada, en línea con el periodismo de nuestros días, están totalmente relacionados entre ellos y con el fondo de la cuestión. El contexto es el grave momento de crisis económica de Italia que pone en peligro el euro, y por el que la UE ha exigido a Berlusconi que tome de una vez dolorosas reformas. Es decir, a todos los europeos les tendría que preocupar lo que andan maquinando en Italia. Pero es más divertido ver los vídeos y pasar el rato. Así que vamos a interpretarlos. No hacen más que ilustrar, en esencia, la reacción del Gobierno italiano a tan crucial trance para Europa. A saber: mientras Berlusconi intenta colar una ley para joder a su mujer en la pelea del divorcio, Bossi pelea para mantener la pensión de la suya.

De Berlusconi y las faldas no vamos a hablar más, que aburre. Ya mencionamos el otro día su intento de cambiar la ley de testamentos, una morcilla insertada en el paquete de medidas para el desarrollo, para dejar a su mujer fuera del poder de sus empresas si se muere antes. Este hombre está en todo. Y en medio de la trascendental cumbre europea del miércoles sacó un momento para examinar un culo. Así que vamos con lo de Bossi. En realidad estamos ante otra entrega de la saga “La dura construcción nacional2.

La bronca del Parlamento es porque la Liga Norte ha criticado al presidente de la Cámara de Diputados, Gianfranco Fini, por decir una cosa en un debate de la tele. Dijo que la mujer de Bossi, que es maestra, se jubiló en 1992 con 39 años y cobra una pensión. No vean la que le armaron en el estudio, y al día siguiente en el Parlamento. Pero fíjense que nadie decía que no fuera verdad ni discutía la cuestión en sí, sino que consideraban el decirlo “un ataque político”. En resumen, lo de la mujer de Bossi es verdad. Lo sabe todo el mundo.

La buena señora, Manuel Marrone, es una de las celebérrimas y envidiadas ‘baby pensionati’, uno de esos chollos italianos que engordan la no menos famosa deuda pública italiana del 120% del PIB, que ahora nos tiene a todos en vilo. Fue por una ley de 1965 que permitió jubilarse a los funcionarios con sólo 20 años de cotización, y hasta con 14,5 años a las mujeres con hijos. Ah, qué tiempos ¿verdad? La señora Bossi ya tenía un hijo y pudo pedir la pensión. Aquel chaval era nada menos que nuestro querido Renzo, cuya fulgurante carrera de holgazán también está sufragando Italia.

Una aclaración, hablando de trabajar, porque me he acordado de una cosa muy graciosa. Manuela Marrone es la segunda mujer de Bossi. La primera, Gigliola Guidali, le dejó porque con 35 años no daba ni golpe y era un trolero. Lo decidió el día que descubrió que todas las mañanas el futuro gran líder salía de casa con el maletín médico diciendo “Ciao amore, voy al hospital” y se iba por ahí, porque resulta que ni siquiera había acabado Medicina. Es decir, Bossi es uno que fingía trabajar.

Volvamos a los ‘babys’. En el sector privado, se pedían al menos 35 años de cotización y benefició a millones de trabajadores que empezaron muy jóvenes, a partir de los quince años. Todos estos señores cobran como mínimo entre 770 y 920 euros al mes, pero otros llegan al menos a 1.500 euros y de ahí para arriba. De media, lo hacen durante 15 años más que el resto de los mortales y, en resumen, llegan a percibir como mínimo hasta tres veces más de lo que han aportado. Mientras los jóvenes de ahora, con suerte, no tendrán ni la mitad de lo que cobran ahora, si es que cobran algo y tienen un contrato. Y les están pgando la pensión.

La mujer de Bossi, de origen siciliano pero convertida a la conquista de la Padania, es de estas. Aunque su pensión es de las bajas, cobra 766 euros al mes. Pero, como muchos de estos jubilados de élite, sigue trabajando, aunque al menos ella no está en negro, como tantos otros. Fundó en 1998 una escuela privada de inspiración nacionalista padana, la Bosina, Libre Escuela de los Pueblos Padanos, en Varese. A saber cómo explican el Imperio Romano. Uno de sus objetivos, según su web, es “formar ciudadanos conscientes de la identidad personal y territorial”. Y explican: “En la actual sociedad, crisol de culturas multiétnicas y simbolizada por la Babel de Internet, es importante que los chicos sean conscientes y seguros de la propia pertenencia a una comunidad para conseguir comprender y discernir la complejidad y la importancia de las distintas culturas”. Vaya, ahora entiendo lo mío.

Será casualidad, pero la escuela ha recibido 800.000 euros de financiación pública al ser inscrita en 2008 en el Fondo para la Tutela del Medio Ambiente y la Promoción de Desarrollo del Territorio. La metió una comisión del Senado con mayoría de la Liga Norte. El Senado romano, más allá de los confines del territorio padano.

Al margen de esto, la pensión de la señora Bossi no tendría nada de especial si no fuera porque su marido casi hace caer el Gobierno esta semana por su tajante negativa a acabar con esas pensiones. Pega un poco el cante ¿no? Era una de las principales exigencias de la UE a Italia en el ultimátum que le pusieron a Italia el domingo. Pero Bossi al final se salió con la suya (por este tema ya hizo caer el primer y efímero Gobierno de Berlusconi en 1994). Las pensiones ni se mencionan en la famosa carta que Berlusconi escribió a la UE el miércoles con su plan de reformas y que más bien debería habérsela enviado a los Reyes Magos. Hubiera sido más realista, y eso que no existen.

Podrían creer que Bossi actúa así para defender la pensión de su mujer, pero no es sólo por eso, no sean mal pensados. El 65% de estas pensiones ‘baby’ se concentran en las regiones del norte, su caladero de votos.

De todos modos, mejor dejamos lo de las pensiones italianas, porque si entramos en materia se nos acaba el blog y les puede dar un ataque nervioso. Hay un libro que se está vendiendo mucho del periodista Mario Giordano con el expresivo título de ‘Sanguijuelas’. Nace de su descubrimiento de una pensión de hambre de 402, 12 euros que con tasas y recortes se queda en 0,78 euros. Comienza así: “Cuando un Estado se ensaña con una pensión de 402 euros, que ya es una miseria, y la reduce a 0,78 céntimos, que es un insulto, mientras deja inalteradas las pensiones vitalicias de los parlamentarios o las pensiones regaladas a burócratas de oro, no podemos hacer como si no pasara nada”. Y arranca entonces un viaje alucinante a las entrañas de la bestia. Se lo ahorro.

Sólo un esbozo. Giordano calcula que en Italia viven de pensiones de privilegio unas 495.000 personas y resume con desesperación: “El récord es de un señor que cobra 90.000 euros al mes. Hay tres diputados que han estado un solo día en el Parlamento y cobran una pensión de por vida. Hay un ex-primer ministro que recibe otra de 31.000 euros. Hay un ex-presidente de la República que además de la vitalicia recibe 4.766 euros al mes como ex-magistrado, aunque sólo lo fue tres años. Hay pensiones ‘baby’, pensiones a mafiosos, las dobles, triples y cuádruples pensiones. Hay un dirigente del Banco de Italia que se retira a 44 años con 18.000 euros al mes. Hay un ex-bedel del Senado que se embolsilla 8.000 euros al mes y una conserje jubilada con 29 años”.

Salen muchos nombres conocidos. El ex-magistrado Antonio Di Pietro, líder de IDV y látigo de Berlusconi, se jubiló con 44 años y pilla 2.644 euros al mes. Adriano Celentano se jubiló con 50 años. Y Raffaella Carrá, Sophia Loren,… Ah, se me olvidaba: Mario Draghi, hasta ahora gobernador del Banco de Italia, se jubiló con 57 años y cobra 8.614 euros al mes. Es desde el martes el nuevo presidente del Banco Central Europeo (BCE), uno de los que nos debe salvar de la crisis.

En resumen, por todo esto se pegaban. Pero para no cambiarlo. Es una lucha durísima.

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