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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Lui (31): el milanés errante

Ya sé que algunos piensan que lo mío con este hombre es una obsesión, pero lo suyo es aún peor. Ayer estaba en Deauville, en la cumbre del G-8, y antes de la reunión se levantó un momento, cruzó la sala, advirtió al fotógrafo italiano de lo que iba a hacer y se dirigió a Obama. ¿Qué le dijo? ¿Qué graves asuntos le intranquilizan y debe compartir con el presidente de Estados Unidos? ¿Será alguno de los temas candentes de la cumbre? ¿Las revoluciones del mundo árabe? ¿La guerra en Libia? ¿La crisis en Siria? ¿El tsunami de Japón? ¿Bin Laden? ¿Mladic? No, no, esto son tonterías. Hay en el mundo problemas mucho más gordos:

Traducción: Lo que Berlusconi le dice a Obama, según le pillan las cámaras, es: «Yo tengo una nueva mayoría parlamentaria y con esta mayoría…». Obama se levanta y llama a la intérprete, mientras escucha con cara de póker. Berlusconi sigue: «…y queremos hacer la reforma de la Justicia, que para nosotros es fundamental, porque nosotros tenemos una dictadura de los jueces de izquierda…». Es impagable la cara de Berlusconi, como un niño al que le han quitado la merienda en el recreo y va a llorarle a su primo. Obama debía de estar pensando: ‘Bueno, y a mí qué, ¿quieres que los bombardee o algo?’. Así estuvo dos minutos y Obama no dijo ni mu. Estaría flipando, claro, o pensando en que este era el tipo de la sobrina de Mubarak, pero al menos ya está al corriente de que existe el riesgo de una nueva Corea del Norte en plena Europa. En el vídeo no sale, pero el magnate también añadió que «he sufrido 31 procesos y siempre he sido absuelto». Al final Sarkozy y Merkel se miraban impacientes porque era la hora de comenzar y no sabían la que estaba liando una vez más su ilustre colega. La reunión empezó con retraso.

FIN

Menos mal que el lema de la cumbre del G-8 era ‘Nuevo mundo, nuevas ideas’… No se sabe si luego, qué sé yo, Sarkozy fue a hacerle pucheros a Obama porque la prensa le trata mal y ver si podía hacer algo. Yo con este hombre ya no sé. Quizá ya se trate de una cuestión médica.

Hay que comprenderle. El pobre Berlusconi anda medio loco pensando que este fin de semana a lo mejor pierde las municipales de Milán. Ya tiene pesadillas pensando que su ciudad se llenará de gays, rumanos, comunistas, gitanos, musulmanes, mezquitas, terroristas y violadores, según ha ido enumerando con una serenidad encomiable. Es que es un moderado, como repite constantemente.

De todos modos Italia podía haber salido peor parada en el G-8, porque gracias a Dios, por alguna razón inexplicable, esta vez Berlusconi decidió no contar ningún chiste. Bueno, en realidad para reírse hubiera bastado que entrara en detalles sobre esa «nueva mayoría parlamentaria», los famosos Responsables de Scilipoti y compañía. Con mi última ausencia no lo hemos hablado, pero a principios de mayo Berlusconi tuvo que pagar el peaje a la banda de tránsfugas que ha ido ganándose en el Parlamento: nombró nueve subsecretarios y dos consejeros personales.

Aquí topamos con el mítico puesto de subsecretario. No se preocupen por su cometido, no van a pegar ni golpe. Por ejemplo, el inolvidable Antonio Razzi, al que le ofrecieron pagarle la hipoteca si cambiaba de bando, ha sido nombrado consejero del ministro de Agricultura. Le preguntaron si sabía algo del tema: «Mire… yo he trabajado mucho con restaurantes… y me gusta comer bien y soy un buen cocinero. Cuando tengo tiempo, a veces, ayudo a mi mujer». Se morirá de envidia otro de sus colegas, Luca Bellotti, que se había propuesto para ese ministerio: «Yo sería perfecto para Agricultura, habla mi historia personal». En efecto, le han colocado de subsecretario de Trabajo y Bienestar Social. También reconoció no tener ni idea del tema: «Pero no hace falta competencia, sino un papel de guía política. ¿Qué quiere que le diga? Daré una mano. Un político debe ser polivalente».

En resumen, el trabajo está de adorno, pero el cargo conlleva 3.112 euros brutos en 13 pagas más el plus de parlamentario de 11.703 euros brutos en doce pagas. Tienen derecho a coche oficial con chófer, a veces usan vuelos de Estado y pueden contratar un secretario y asistentes. En total, el gasto para el Estado es aproximadamente de 352.000 euros por cabeza. Si se multiplican por nueve, salen más de tres millones de euros pagados por los italianos para mantener a esta tropa de patanes. Y que ellos mantengan a Berlusconi en el poder.

Esto del subsecretario tiene una gran tradición para contentar estómagos y colocar amiguetes. Y debe decirse que el récord es de Romano Prodi, en su breve Gobierno de 2006 a 2008: se marcó 26 ministros, 10 viceministrios y 66 subsecretarios. Pero claro, era una coalición delirante de nueve partidos -por eso duró lo que duró- y había que tener a todo el mundo tranquilito.

Esta vez los que se han quedado fuera del festín bufaron indignados, pero les han prometido otras 10 poltronas de subsecretario dentro de nada, para no dar en el ojo. Más vale que les den de comer algo ya, porque de estos personajes depende la estabilidad del país. ¿Quizá se los puede colocar Obama en la Casa Blanca?

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