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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Lui (11): el hombre ocupado

Ya se habrán enterado de que Silvio Berlusconi ha dicho que le da asco ser primer ministro. Hombre, a muchos también les da asco que lo sea. Nuestro hombre es así. Tiene días de gag y días tristes. Anteayer tocaba día triste, pero el otro día tocaba gag. El objetivo es que nadie se aburra, la política como entretenimiento, y vaya que si lo consigue. Vean el gag del otro día en un acto en el teatro Capranica:


Traducción: Berlusconi cuenta que fue a un centro médico recién inaugurado, gracias a una donación suya, en la que han colocado una placa de ‘Mamma Rosa’, la madre del magnate, fallecida recientemente. Berlusconi saludó a todos los viejecitos. La conversación fue animada. Le preguntaron cómo estaba, qué hacía, si es verdad qué corre por las mañanas, qué come… “Luego veo a una viejecita en silla de ruedas, toda encogida, y pienso: ‘Será la más vieja del departamento’. Voy para allá y le pregunto cómo está, ella toda contenta, y le pregunto: ‘¿Qué edad tiene?’ Y ella (imitando a Doña Rogelia): ‘¡Somos coetáneos!’ ¡Madonna! Pasé quince minutos mirándome en el retrovisor del coche a ver si me habían salido nuevas arrugas. Un desastre”.

Y este fue el diálogo de anteayer, en el teatro Quirino, con algunos espectadores.

-Hace ocho semanas que no tengo un día de descanso.
-Pero usted se divierte.
-No, a mí no me gusta lo que hago, lo hago sólo por sentido de responsabilidad, me da asco lo que hago. Estoy desesperado, pero estoy acostumbrado a trabajar. Piense que durante 21 días no he dormido nunca dos noches seguidas en la misma cama.
-Ha sido una ‘tournée’.
-No, en ‘tournée’ se interpreta siempre el mismo papel, yo cada día tengo que cambiar.

Lo que decíamos, un día poli bueno y otro poli malo. De todos modos, lo del asco al cargo no es para preocuparse. Esta conversación era privada, con simples contribuyentes, y son esas cosas que dice él partiéndose de risa, en plan amigos. Lo que pasa es que luego los periódicos le sacan el titular con una foto en la que aparece enfurruñado, o con la mandíbula prieta, y parece que lo ha dicho con gravedad en una convención.

No es para preocuparse, decía, porque es uno de esos mantras que se él repite de vez en cuando. Tiene varios. Que esto lo hace desinteresadamente por el país, porque él podría estar tan contento en su casa. Que es el más guapo, el más simpático y el que más liga. Que los de la oposición son unos tristes y los suyos unos cachondos con los que uno se lo pasa bomba. Que es un superhombre que no para, porque duerme cinco horas y trabaja diecinueve. Que si no fuera por su físico bestial eso no lo aguantaría. Etcétera.

Lo de que la política es un asco lo repite desde hace años para seguir cultivando la idea de que él, en realidad, es ajeno a la política, un mundillo que le repele y en el que ha tenido que entrar casi obligado. Usó esta idea cuando saltó al ruedo en 1994, tras la debacle de Manos Limpias, y los italianos veían a todos los politicos como una gentuza corrupta e incompetente. Bueno, casi como hoy, pero ya nadie se inmuta. Berlusconi se presentó como el hombre nuevo, el empresario hecho a sí mismo, un gestor triunfador, aséptico ideológicamente. En realidad era el último subproducto de lo viejo (en la foto, con su amigo y protector Bettino Craxi). Pero quiere hacer ver que está de la parte del pueblo y que en el fondo eso del despacho no va con él. Aunque lleva quince años.

Lo de que está todo el día ocupado tiene varias intenciones. Una, que es su principal argumento para no presentarse en sus juicios y dilatar las audiencias. Dos, hacer ver como que trabaja constantemente por el país y no tiene tiempo para sus asuntos, de los que prácticamente ya no se ocuparía. De todos modos, muchas de sus últimas actuaciones las ha hecho en teatros, un marco idóneo por otra parte, porque le gusta ir a ver espectáculos. No Shakespeare o Pirandello, no crean, sino musicales, vodeviles y variedades. Le va más el rollo cabaretero. Del mismo modo que hace política cabaretera, amenizada con chistes, para aligerarla. Normal, es que el hombre se aburre.

El poder está bien para burlar procesos judiciales, hacerse leyes a la medida, codearse con los grandes del planeta, manejar los hilos del cotarro, enchufar amiguitas en la tele,… pero lo demás es un dolor de cabeza. Sobre todo lidiar con los aliados políticos y adaptarse a las reglas del sistema. Por eso propuso la semana pasada algo revolucionario: ¿para qué perder el tiempo con las sesiones del parlamento y toda esa gente que habla? Lo mejor es que los diputados deleguen en los portavoces de cada grupo, se reúnan y voten ellos solitos. Eso es lo que propuso sin el menor asomo de ironía. Lo dice otro líder europeo y se arma un escándalo. Aquí, la prensa internacional ya ni lo cuenta, es un más. En vez de ese sistema carísimo que acaban de instalar para votar bastarían dos escaños con dos botones: Gobierno y oposición. Como el Gobierno es mayoría, en realidad bastaría un solo botón, el suyo, para tomar decisiones cómoda y rápidamente como con el mando a distancia. Si no, es que la política es un asco.

No obstante, a veces se cansa, no crean que su capacidad de sacrificio es ilimitada. También él es humano. Desaparece de repente, se coge unas vacaciones y asunto arreglado. Da igual que tenga que plantar a alguien o asuntos importantes. Por ejemplo, el pasado mes de septiembre, durante los días cruciales de las negociaciones de Alitalia y la asamblea general de la ONU en Nueva York, esa donde va cada jefe de estado o de gobierno y echa su discurso, Berlusconi envió a dos subordinados y se fue a descansar y hacerse masajes a una Beauty Farm de lujo en Umbria. Un balneario, para entendernos. Reapareció el domingo en la tribuna del partido del Milan. Fue más divertido en agosto de 2004, cuando desapareció misteriosamente unos días hasta que volvió a salir a la luz de forma estelar: se paseó por Porto Cervo con los Blair, indumentaria de Julio Iglesias y un vistoso pañuelo pirata en la cabeza. Luego se supo que se había hecho un implante capilar.

A lo que dedique el tiempo libre es asunto suyo, tendrá su vida privada, pero miren lo que pasó una de esas veces que se quejó de todo lo que trabaja. Era julio del año pasado. En plena rueda de prensa, empezó a lamentar que no para, que no tiene tiempo para nada y en eso va y agita un folio: «Mirad todo lo que me hacen trabajar». Era su agenda del día, que mostraba una lista de citas y encuentros. Pues bien, la prensa se preocupó de ampliar la imagen y aquello parecía la agenda de un relaciones públicas de discoteca.


Adentrémonos en la agenda de Estado. Escritos con el ordenador aparecen una inauguración y algunas citas serias, la parte aburrida, con socios de Gobierno y cargos del partido. Todos tíos, claro. Luego él ha completado la jornada, con apuntes de su puño y letra. Veamos esos grandes asuntos de gobierno, velando por el destino de los italianos. Una parte son sus abogados, Ghedini, que le lleva los procesos, y Previti, que fue su letrado de confianza y le llevaba los asuntos en el pasado: ha sido condenado por corrupción a seis años, en firme, en el caso IMI-Sir y a uno y medio en el caso Mondadori. Fue curioso que apareciera en la lista, porque públicamente desapareció tras las sentencias y parecía que ya ni se hablaba con Berlusconi, pero no, se siguen tratando en la intimidad.

Otro lote de citas son sus negocios, la tele. Recibe a un dirigente de Endemol (productora de Gran Hermano, emitido en Canale 5, de su propiedad), Marco Bassetti, y a un consejero de la RAI.

Luego, por la tarde, llegan las chicas. Vamos por orden. Evelina Manna, otra de esas actrices medio monas de tercera fila que intentó enchufar en la RAI. Aquí al lado pueden comprobar que esta persona no es precisamente un secreto de Estado. Luego, Antonella Troise, una más de esta banda. De ella Berlusconi decía en las conversaciones grabadas que el enchufe le corría prisa porque «se estaba volviendo peligrosa». Por último, Nunzia Di Girolamo, joven diputada suya de 32 años a la que envió papelitos paternales con sonrisas en medio de una sesión parlamentaria. Pero lo mejor es el final de la tarde: a las 20.30 una tal ‘Selvaggia’ (‘la salvaje’). A secas. Tiene razón, es que no para.

Para terminar, como nota delirante y objeto de análisis de psiquiatras, el hombre más guapo y simpático del planeta se escribe a sí mismo, como otro mantra más, esta frase al final del folio: «El presidente número 1. El presidente con más victorias/más victorioso en la historia del fútbol. Milan AC campeón del mundo. Número uno en la historia del fútbol».

Como ven, la agenda de Berlusconi es mejor que la de Casanova. Y ya sabemos lo agotador que es eso. Recordemos ‘Casanova’ (1976), de Fellini, con Donald Sutherland, y perdonen la calidad de la imagen, pero es lo único que he encontrado. Aunque le da un aire más pecaminoso, como de película casera.

Un asco, como ven. Y a pesar de los sacrificios, el poder es extremamente ingrato. Miren lo que pasó en un informativo de Canale 5, propiedad de Berlusconi:


Traducción del espontáneo: «¡Berlusconi ya no folla!¡Berlusconi ya no folla!».
Un asco. Se trata del pesado de Paolini, individuo muy conocido y pesadilla de reporteros, especializado en irrumpir en los directos. Otro día hablaremos de estas cosas.

Como consuelo a la amarguras del cargo, Berlusconi puede echar un vistazo a los ingresos de publicidad de Mediaset, su imperio televisivo (tres cadenas, de las cuatro privadas en abierto que hay en Italia). Un reportaje de ‘L’espresso’ ha revelado cómo, en tiempos de crisis, con un derrumbe alarmante de la publicidad en todos los medios de todo el mundo y no obstante la caída de la audiencia de Mediaset, sus cadenas han tenido 30 millones de euros más de ingresos en 2008. Obtiene el 38% de la publicidad. Mientras tanto la RAI, a la que de paso el Gobierno propone dejar sin publicidad en un canal, pegó un bajón.

Desde luego es incomprensible. Si usted tiene una empresa, llega la crisis y tiene que reducir gastos de publicidad ¿por dónde corta? Tiene dos opciones: la RAI, pública, o Mediaset, que es del primer ministro, el que manda. Curiosamente, casi todas las grandes empresas han optado por reducir gastos en la RAI. ¿Qué raro, no? Lo mismo pasa con la publicidad institucional.

Pero, como es sabido, el conflicto de intereses es una cuestión que no interesa a los italianos y ahora que me acuerdo Berlusconi dijo hace unos meses a una asamblea de empresarios lo siguiente: “No entiendo como aceptáis que vuestros productos tengan publicidad en la RAI”, porque según él está en manos de los comunistas y se pasan el día insultándole.

Tiene razón Berlusconi, qué asco.

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