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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Cosas normales en Italia (14): Gomorra

Un consejo que me permito dar a quien no haya leído ‘Gomorra’, de Roberto Saviano, es dejar ahora mismo este blog, un rinconcito de simple entretenimiento, e irse a comprar el libro. La historia de Saviano es bastante conocida: un joven periodista napolitano que contó lo que ocurre verdaderamente en Nápoles, Campania (su región) y la Camorra. Su originalidad reside en que nadie lo había hecho antes. Al menos, con tanta crudeza, o la mínima imprescindible para ser fiel a la realidad. La primera consecuencia es que le dieron un premio prestigioso. La segunda es que tuvo que empezar a vivir con escolta, hasta hoy. La tercera es que no cambiado casi nada.

El ministro de Interior italiano, Roberto Maroni, ha comparecido esta mañana para dar explicaciones sobre la masacre de la semana pasada en Castelvolturno. En este villorrio un comando armado con kalashnikov y pistolas asesinó a siete personas, seis de ellas africanas, y se fue pegando tiros al aire, como en una western. Esto ha dicho el ministro: “Estamos ante una guerra civil que la Camorra ha declarado al Estado” (…) “Es un acto de terrorismo con el que la Camorra ha querido reiterar su control del territorio”. No es ninguna novedad. Cualquier italiano sabe que el Estado apenas existe en muchas zonas del sur de Italia. Es una especie de Colombia.

El propio ministro reconoce que las dos precarias comisarías del pueblo tienen que controlar a 118 personas en arresto domiciliario. Uno de ellos es el único detenido, que vive enfrente de uno de los lugares de la matanza, un vecino que regentaba una sala de juegos. Los otros seis, africanos, estaban en una sastrería. Los sicarios dispararon al montón. En principio, una de las hipótesis era que el local fuese una tapadera de droga, pero ahora se piensa que, o bien no pagaba el ‘pizzo’, el impuesto de la mafia, o sólo atacaron la tienda para mandar una señal de sometimiento a la comunidad negra.

Tras la masacre, los africanos se echaron a la calle con ira a protestar por los asesinatos. En Castelvolturno son los inmigrantes, los últimos, los marginados, los desheredados, los que piden a gritos la presencia del Estado. Los vecinos ya lo tienen tan asumido que ni abren la boca.


Como apuntaba un lector el otro día, Roberto Saviano escribió en ‘Repubblica’ otro estremecedor artículo sobre lo ocurrido. Cito un párrafo: “¿Cómo es posible? Me pregunto: ¿Pero esta tierra cómo se ve, cómo se representa a sí misma, cómo se imagina? ¿Cómo os imagináis vosotros vuestra tierra, vuestro país? ¿Cómo os sentís cuándo vais a trabajar, paseáis, hacéis el amor? ¿Os planteáis el problema, u os basta decir “siempre ha sido así y siempre será así”? ¿De verdad creéis que nada de lo que ocurre depende de vuestro compromiso o de vuestra indignación? (…) ¿Os basta decir “no hago nada malo, soy una persona honesta” para haceros sentir inocentes? Dejar pasar las noticias sobre la piel y sobre el alma”. Y añade: “Cualquier país democrático con una situación así habría vacilado. Aquí ni se ha hablado de ello”. Salvando las distancias, es un ejemplo del estado de ánimo general de los ciudadanos italianos, no sólo sobre la Camorra. Por cierto, Saviano no encuentra casa en Nápoles porque, cuando se enteran de quién es, nadie se la quiere alquilar.

’Gomorra’ ha tenido suerte en el cine. Con el libro, Matteo Garrone ha hecho una película impresionante. Aquí vemos a dos de esos chavales sin futuro que sólo conocen la violencia y la Camorra como forma de vida.

Pobre Italia. ‘Gomorra’ fue premiada en Cannes y gracias a eso quizá hasta llega esta misma década a los cines españoles. En Italia ha habido alguna polémica, porque como ya dijo Andreotti enfadado tras ver ‘Ladrón de bicicletas’ (1948, Vittorio de Sica), los trapos sucios deben lavarse en casa. ¿Es que esta gente no puede dedicarse a la comedieta de campus universitario o a los superhéroes, que es lo que le gusta a la gente, en vez de meterse con su país?

Fue rodada en los mismos lugares de los sucesos de la última semana, además de en los barrios más temibles de Nápoles, como Scampia. Garrone utilizó como actores a los propios vecinos. Uno de ellos, que interpreta a un ‘capo’ del barrio, fue detenido poco después. Era un ‘capo’ del barrio. Bordaba el papel.

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