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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Quedarse (Ferragosto)

Estoy de nuevo en mi colocación. Volví a Roma el 15 de agosto, Ferragosto. La feria de Augusto, luego transformada en fiesta cristiana por superposición, como las demás juergas paganas. Es un día en que se podría ocupar Roma tranquilamente, porque no hay nadie. De hecho lo hacen los turistas. Lo primero que vi en la calle, desierta, sin un alma, fue una familia de extranjeros. El padre y las dos niñas tenían camisetas del Athletic de Bilbao. La madre, no. Se suelen resistir a estos disfraces.

Quedarse en Roma en Ferragosto es una rareza, una condena, pero es una sorpresa. Roma en agosto es bellísima, como el resto del año. Huele a pino y se oyen las cigarras. Por la noche refresca y la ciudad, que de día duerme, se despierta. En Ferragosto todos huyen al mar, todo está cerrado, no hay periódicos, no se puede ni comprar el pan. Algo está cambiando, porque pude hacer la compra, una cosa impensable hace unos años.

Como todos los Ferragostos, me acuerdo de una las obras maestras del cine italiano que empezaba en este día, ‘Il sorpasso’, 1962, de Dino Risi (‘La escapada’, en español, aunque ‘sorpasso’ significa adelantamiento). Gassman, gamberro, caradura, cínico, romano, simpatiquísimo, humano, entrañable, vagaba en su descapotable por la ciudad vacía buscando un teléfono.

He pasado unas semanas vagando yo también en descapotable por la costa española y me recordaba la Italia de ‘Il sorpasso’, obsesionada con adelantar y correr, sin pensar demasiado. Me temo que España es un país iluso, volcado en el frenesí del consumo, la construcción de bloques infames y la destrucción del paisaje y su pasado. Lo malo es que los italianos lo hicieron hace cuarenta años, cuando había que hacerlo, pero España lo hace ahora. A veces pienso que le espera un futuro parecido a su presente, pero con mucha menos gracia.

Así empezaba ‘Il sorpasso’, en un Ferragosto cegador.

Sinopsis: La copia que he encontrado es francesa y el título que han elegido es ‘El fanfarrón’ (malditos franchutes, también ellos odian a los italianos, es una conspiración). Gassman ve a Trintignan asomado en la ventana, un estudiante tímido que prepara un examen, y le pide si puede marcarle un teléfono. El chico duda, porque no le ha dicho ni su nombre, y piensa que es mejor que suba él mismo a llamar. Así se encuentran los dos personajes, que luego partirán en el descapotable hacia la Italia de vacaciones, sin conocerse.

‘Easy rider’ no existiría sin esta película.

Lo malo de ver este trocito es que dan ganas de verla entera. Es un modo estupendo de pasar una tarde de verano.

Lo malo también es que Risi pintaba un cuadro muy amargo de Italia, y era en 1960. Sin duda se trata de otro peligroso imbécil, un traidor, que merece una paliza. Y lo peor es que muchos otros le siguieron. Tantos que se podría inaugurar una nueva serie en este blog de traidores peligrosos, con los grandes maestros del cine que han retratado Italia, una panda de idiotas de cuidado.

En fin, que me alegro de reencontrar al personal y espero que todo el mundo siga bien de salud.

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