Lara Moreno es una joven escritora andaluza (tiene solo 35 años) que ha publicado varios volúmenes de cuentos y figura ya en algunas antologías del relato breve. Por si se va la luz es su primera novela y el título se refiere a algo que hace uno de los protagonistas: comprar una vieja máquina de escribir y algunas cintas para la misma y meterla en el breve equipaje con el que llegan a un pueblo, buscándose a sí mismos y, sobre todo, indagando en la esencia de la vida.

La novela comienza cuando Nadia y Martín se instalan en una casa de un pequeño pueblo. Huyen de la ciudad y gracias a una organización empeñada en repoblar pequeños núcleos rurales han llegado a un lugar en el que no conocen a nadie. Huyen también del vacío, del aburrimiento de quienes no han sabido dar un sentido claro a su vida. Incluso del vacío de quienes, siendo pareja, estaban a punto de dejar de serlo. Poco a poco irán conociendo a los tres habitantes del pueblo –llegarán dos más con posterioridad–, sus vidas sencillas y sin horizonte, sus aspiraciones inexistentes, su a veces extraña forma de dejar transcurrir el tiempo, sin más deseos.

Moreno ha escrito una novela con múltiples voces narrativas. Cuentan Nadia y Martín, pero lo hacen también otros personajes, incluso un narrador convencional, una tercera persona que no participa de la acción. Todo en el libro está narrado con un ritmo lento, reflexivo. Pasan pocas cosas y a veces se sabe más por lo que se intuye que por lo que se cuenta. El lector es testigo de las dudas y obsesiones que atenazan a los personajes y que son narradas con distancia, sin añadir implicación emocional. Hay una máquina de escribir “por si se va la luz”, medio centenar de libros por leer y nada más con lo que pasar el tiempo o edificar fantasías. Con tan pocos materiales –más el sexo, que no necesita instrumentos ajenos– los personajes se disponen a construir una vida nueva. O quizá no tanto. He aquí una novela poco habitual en la narrativa de hoy.

(Publicado en elcorreo.com)